20

—¿Rogelio?

—¿Rogelio qué?

—Garza.

Hay un pequeño silencio.

—Ambos nos apellidamos así… que idiota que soy —ríe—. Habla el hijo. ¿Quién lo busca?

—¿Roger? ¡Tienes la voz de tu padre, muchacho! ¿Cuándo volviste de Uruguay? Habla tu tío Martín.

Roger se independizó desde muy chico. A los dieciséis años le entró el cosquilleo de cambiar de aires. Probó suerte en España, Colombia, Chile y Argentina, pero fue hasta que llegó a Montevideo cuando encontró las mieles que buscaba.

No fue fácil, me contó. Muchas veces estuvo a punto de llamar a su padre y pedirle perdón, pues Rogelio no tomó del todo bien su decisión

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