Sombras nada más

La noche había caído y el, como siempre hacia desde aquel día en que la secuestro, la observaba dormir hipnotizado por el vaivén lento y pasmoso de su tranquila respiración que se entrecortaba a ratos, Ares, ese había sido el primer nombre que había llegado a la mente de Antonella en cuanto aquel médico le cuestiono sobre como llamaría a su hijo…aquello, se había sentido igual que si le hubiesen enterrado un puñal en pecho, demasiado dolor, demasiado desespero, se sentía como la hoja que cae desde lo alto hasta el cause de un violento rio, flotando a la deriva mientras el rio lo revolcaba una y otra vez sin poder detenerlo, sin poder levantarse jamás y a la merced de todo lo que estaba viviendo desde hacía demasiado tiempo ya.

Levantándose de la cama, beso los labios de Antonella con ternura, la amaba demasiado, estaba eterna e irremediablemente enamorado de ella, y

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