La mañana llegaba un día más, un día a la vez…el sol se colaba levemente por los ventanales y las finas cortinas de seda blanca, una semana más había transcurrido, Antonella, había mejorad bastante en cuanto a su estado de salud, pero, no podía decir lo mismo de su estado mental, cada día que pasaba, parecía mas lejana, ajena a todo lo que la rodeaba, perdida en sus pensamientos, cada mañana le servía el mismo vaso de jugo, que contenía aquel fármaco que la mantendría en ese estado amnésico, no se hablaba de arte, no se hablaba de familia, solo eran platicas ya rutinarias sobre su trabajo, haciendo un esfuerzo por demostrar interés, aunque, por supuesto, esto no estaba dando los mejores resultados, al menos no los que el esperaba.
Apolo, admiraba el hermoso rostro de Antonella durmiendo, últimamente también dormía demasiado, aunque
La noche había caído y el, como siempre hacia desde aquel día en que la secuestro, la observaba dormir hipnotizado por el vaivén lento y pasmoso de su tranquila respiración que se entrecortaba a ratos, Ares, ese había sido el primer nombre que había llegado a la mente de Antonella en cuanto aquel médico le cuestiono sobre como llamaría a su hijo…aquello, se había sentido igual que si le hubiesen enterrado un puñal en pecho, demasiado dolor, demasiado desespero, se sentía como la hoja que cae desde lo alto hasta el cause de un violento rio, flotando a la deriva mientras el rio lo revolcaba una y otra vez sin poder detenerlo, sin poder levantarse jamás y a la merced de todo lo que estaba viviendo desde hacía demasiado tiempo ya.Levantándose de la cama, beso los labios de Antonella con ternura, la amaba demasiado, estaba eterna e irremediablemente enamorado de ella, y
Aquella mañana se sentía fría, más fría que las otras, como si, de alguna manera, sintiera que algo estaba a punto de pasar, se había levantando de la cama, colocándose aquella bata semi transparente que dejaba ver su cuerpo en ropa interior por debajo, Apolo aún se encontraba durmiendo, y ella, sintiendo el estómago vacío, se había levantado para buscar algo para comer, el hijo dentro de su vientre estaba creciendo, y ella, se sentía emocionada de tenerlo al fin entre sus brazos…sin embargo, un sentimiento de profunda tristeza, de vacío, la invadía cada vez que pensaba en ello, algo grande le estaba haciendo falta, algo que le oprimía el pecho con demasiado dolor, tomando aquel vaso de jugo de naranja, un nombre llego hasta ella atravesándola como una bala, el vaso había resbalado de sus manos, sus ojos se habían llenado de lágrimas, ¿C&
Una vez, hacia ya demasiado tiempo, dos hermanos se abrazaron el uno al otro, el mayor protegiendo al menor de ellos, el menor aferrándose al mayor, buscando refugio en sus brazos.– Todo estará bien, no llores, yo te protegeré – El hermano mayor le prometía al menor el protegerlo, mientas cubría sus oídos para que no escuchase los gritos de su madre, una golpiza más, una marca más en los pequeños corazones de ambos, el más pequeño que no rebasaba los cuatro años, se acurrucaba entre los brazos del mayor que no tenía más de siete, escondidos en el armario de su habitación infantil, en medio de los lujosos juguetes, usando aquellas finas pijamas de seda, los hermanos D´Angelis, solo unos niños aun, temblaban de miedo ante los gritos furiosos de su padre y los sollozos de su madre…una noche más, los ni&ntil
No podía dejar de llorar, simplemente no podía, aquellas semanas que estuvo junto a Apolo D´Angelis, le habían mostrado la verdadera cara de este, aun a pesar que la había secuestrado, aun a pesar de que la separo de Dante y Ares, aquel dolor plasmado en sus ojos zafiro, tan profundos, tan tristes, era algo que no olvidaría jamás, ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué Ares disparo en su contra sin hablarlo primero? ¿Por qué el odio debía ser más que el perdón y el amor? Antonella se sentía devastada, había visto como Apolo recibía aquel disparo en la cabeza, y ahora, no podía dejar de llorar.– Tranquila mi amor, ya estas a salvo conmigo, veras a Dante, volverás a verlos a todos, este infierno ya termino – dijo Ares intentando consolar a su devastada esposa.Antonella, comenzó a golpear con sus dé
Jaqueline apenas podía creer todo lo que Antonella le había contado, básicamente la pobre mujer había perdido la memoria, nada extraño debido al estrés post traumático que perder a Dante y recibir un disparo le habían provocado, Apolo, aprovechándose de ello, se la había llevado del hospital cuando la tomo con la guardia baja, había extorsionado al joven médico que aviso en donde se encontraban para faltar a su juramento y mantener a Antonella en ese estado amnésico, él se había negado y pretendía rescatar a la hermosa joven, Apolo le había disparado, Ares le disparo a Apolo, y ahora que salía a la luz que el mayor de los hermanos D´Angelis en realidad no era una mala persona, aunque, ella siempre supo que el mayor de los hermanos, a pesar de ser un imbécil en variadas ocasiones, nunca fue realmente una mala persona, acariciando la espalda de Ant
- ¡Hey Ferrara! - saludaba Adriano desde la otra acera.Su largo cabello castaño ahora le llegaba ya debajo de sus tornados muslos, su belleza, no se había visto menos opacada por el embarazo, por el contrario, quizás, lucia aun mas radiante que nunca, eran ya dos largos meses los que habían transcurrido desde aquel fatídico día en que Ares había disparado una segunda ocasión a Apolo, nadie supo mas nada de este, era como si se hubiese desvanecido en la nada, como si no hubiese quedado rastro alguno de él, Ares, aunque no se lo decía, lo echaba de menos, ninguno de ellos había vuelto a ser el mismo, todo había cambiado, y aunque eran muy felices, siempre quedaba esa espina enterrada en los corazones de ambos al no saber el destino final de aquel hombre de hermosos y demasiado tristes ojos de color zafiro.- Adriano, que gusto verte - saludaba la hermosa castaña.- No
Risitas traviesas y gritos de alegría irrumpían el silencio que las 5 am ofrecían en la mansión D´Angelis Ferrara en Estados Unidos, pequeños pasitos resonaban en el silencio interrumpido, que solo piecitos infantiles que caminaban descalzos a hurtadillas en las elegantes escaleras de roble podían dar.El enorme árbol navideño al centro del fino y elegante salón lucia rodeado de mil obsequios forrados en papel multicolor que prometían horas y horas de diversión, los tiernos murmullos resonaban como inocentes ecos en cada rincón de la mansión, despertando a toda alma que en ella habitaba, envolturas rasgadas con ansias revelaban juguetes de mil colores y formas, risitas y brinquitos de emoción retumbaban interrumpiendo el tranquilo y apacible sueño de sus padres que arriba descansaban de una larga velada de pasión.Los infantes, dos varoncitos, uno de el
– Lamento todo lo que te hice, lamento haber estado a punto de tomarte contra tu voluntad, sé que tú lo sabes, sabes que te amo y te amare por siempre, por eso, antes de que Ares llegue a asesinarme, quiero pedirte un favor…toca, toca para mí como mi madre una vez hizo, toca cualquier melodía como tú sabes hacerlo, sé que ya lo has recordado todo, y lo lamento, tan solo desee más que cualquier otra cosa, ser feliz a tu lado, te amo Antonella, y te voy a amar siempre, no te llevare a ningún otro sitio, nos quedaremos aquí a esperarlo, recibiré a la muerte con los brazos abiertos, ese es mi castigo por todo el daño que te he hecho – dijo Apolo dejando caer lagrimas desde sus hermosos ojos de zafiro una vez más, mirando a aquella mujer a la que amaría eternamente. Dejo salir su llanto con libertad, pronto, muy pronto, estaría junto a su amada madre,