Risitas traviesas y gritos de alegría irrumpían el silencio que las 5 am ofrecían en la mansión D´Angelis Ferrara en Estados Unidos, pequeños pasitos resonaban en el silencio interrumpido, que solo piecitos infantiles que caminaban descalzos a hurtadillas en las elegantes escaleras de roble podían dar.
El enorme árbol navideño al centro del fino y elegante salón lucia rodeado de mil obsequios forrados en papel multicolor que prometían horas y horas de diversión, los tiernos murmullos resonaban como inocentes ecos en cada rincón de la mansión, despertando a toda alma que en ella habitaba, envolturas rasgadas con ansias revelaban juguetes de mil colores y formas, risitas y brinquitos de emoción retumbaban interrumpiendo el tranquilo y apacible sueño de sus padres que arriba descansaban de una larga velada de pasión.
Los infantes, dos varoncitos, uno de el
– Lamento todo lo que te hice, lamento haber estado a punto de tomarte contra tu voluntad, sé que tú lo sabes, sabes que te amo y te amare por siempre, por eso, antes de que Ares llegue a asesinarme, quiero pedirte un favor…toca, toca para mí como mi madre una vez hizo, toca cualquier melodía como tú sabes hacerlo, sé que ya lo has recordado todo, y lo lamento, tan solo desee más que cualquier otra cosa, ser feliz a tu lado, te amo Antonella, y te voy a amar siempre, no te llevare a ningún otro sitio, nos quedaremos aquí a esperarlo, recibiré a la muerte con los brazos abiertos, ese es mi castigo por todo el daño que te he hecho – dijo Apolo dejando caer lagrimas desde sus hermosos ojos de zafiro una vez más, mirando a aquella mujer a la que amaría eternamente. Dejo salir su llanto con libertad, pronto, muy pronto, estaría junto a su amada madre,
Aquella melodía sonaba en sus audífonos durante aquel largo y aburrido vuelo hacia Palermo, la ciudad en donde había comenzado todo hacía demasiados años ya, no podía evitarlo, pensar en la hermosa Antonella Ferrara con cada palabra dicha por aquellos cantantes en esa vieja canción de los años setenta, su madre que descansaba en los cielos lo sabía, el, había intentado todo por mantenerle lejos de ellos, lejos de Ares, lejos de Antonella, para que ambos pudiesen ser felices como sabía que merecían…sin embargo, no lo había conseguido, cada día, cada noche durante los últimos tres años había sido un infierno, uno en donde sentía añorarla a ella, donde recordaba aquel confort que solo en medio de sus brazos había encontrado, aquella hermosa mujer de cabellos castaños y ojos agua marinos que lo habían enseñado a llorar&he
El avión había finalmente aterrizado después de horas en donde la mayor parte del tiempo se la paso en medio de las piernas de aquella coqueta azafata y bebiendo vino mientras seguía fantaseando con la hermosa Antonella Ferrara, nadie lo recibiría, nadie lo estaba esperando, todos lo habían dado por muerto, eso ya lo sabía, sin embargo, ya quería ver los rostros de todos cuando lo finalmente y después de tres años, lo viesen caminando en la ciudad que reinaba su hermano, como si se tratase de un vetusto fantasma que regresaba a atormentarlos, sabia, por supuesto, que Ares y Antonella no se encontraban allí, desde aquella fatídica mañana en que recibió aquel segundo disparo que le regalo aquella cicatriz sobre su ojo, se habían mudado con ayuda de Slorach a Estados Unidos, Ares había cumplido el trato que tenía con aquel temible hombre, darle el paradero de su herman
El dolor punzante de cabeza no lo dejaba abrir las cortinas de la lujosa suite en donde se hallaba dormido, no toleraba la luz del sol que se hallaba afuera cuando se encontraba en aquel deplorable estado, sin duda, igual que siempre se arrepentía de haber vaciado varias botellas de vino, sin embargo y a pesar de ello, sus borracheras volverían a repetirse, había sido así durante esos años en que no hacia más que extrañarla, a la hermosa Antonella Ferrara de quien siempre había estado enamorado, las palabras dichas por Jaqueline habían dolido, era cierto, Antonella jamás lo miraría de la misma manera en que miraba a Ares, de alguna manera que aún no lograba comprender, ellos se habían enamorado del otro, aquello era irónico, demasiado irónico, su hermano menor, aquel al que durante muchos años desprecio y odio, y ella, la mujer que había logrado cautivar cada uno de
Las maletas estaban hechas sobre la cama, en unas horas más saldrían en avión para regresar a aquella ciudad que marco para siempre sus destinos, Palermo era el lugar donde ambos se habían conocido, donde mil vivencias habían experimentado atravesando desde la dicha hasta la desesperación, ninguno se sentía realmente listo, regresar a aquel lugar era reabrir viejas heridas que no habían terminado del todo de sanar, eran ya tres años desde aquel evento, que si bien, no había ocurrido en la vieja ciudad Italiana, si había nacido en sus raíces en aquel sitio, la obsesión de Apolo por Antonella, el gran sufrimiento al que se habían sometido por ello, dos disparos que él le había propinado con intención de matarlo, Ares sabía bien…que nada de aquello sería fácil de superar.Levantándose de la cama donde se hallaba sentado, miro l
El olor del café en las mañanas era simplemente maravilloso, se consideraba una verdadera adicta a él, el vaivén de las personas fuera de la cafetería era el mismo de siempre, sin embargo, y dejando escapar un largo suspiro, sabía bien que era inevitable, la relativa calma que había tenido durante tres años estaba a nada de terminarse, Ares y Antonella le habían avisado que estaban de regreso, sin duda Apolo había logrado su objetivo de traerlos de vuelta, era normal, había visto el gran cambio de Ares desde aquella tragedia en invierno cuando disparo a su hermano mayor, si bien, seguía siendo el mismo y temido líder de Figlio Di Satana oculto bajo la fachada de un gentil médico, sabía bien que durante todo ese tiempo había esto peleando consigo mismo, las mil contradicciones que las acciones de Apolo dejaban a la vista, lo tenían demasiado confundido, no habí
Las nubes que se alcanzaban a ver desde la ventanilla parecían borlas de algodón, sus pensamientos vagaban de uno a otro sin lograr concretar uno solo en realidad, estaban a solo una hora de aterrizar y luego, de nuevo Palermo los recibiría, no había mucho por decir, regresaban para ver a Apolo, para entender que en verdad no había muerto, Ares desviaba su mirada hasta Antonella quien contaba un cuento a sus hijos, no quería perder aquello que después de tanto tiempo había conseguido, aun cuando en el pasado se dijo así mismo hasta el cansancio que no podía ni debía formar una familia, allí estaba en ese justo momento, viendo a sus tres hijos y el abultado vientre de Antonella junto a él, una sonrisa se dibujaba en su rostro, al mismo tiempo que las muchas dudas volvían a asaltarlo, ¿Era correcto regresar? El sabia la respuesta…no lo era, arriesgaría de nuevo a todos por su afán de venganza y aun así…no estaba dispuesto a dar un paso atrás, quizás, para cualquiera fue
Aquel departamento lucia tal cual lo habían abandonado después de que Antonella volviera sana y salva de aquel secuestro sufrido en manos de Apolo, sus figuras hindúes que hacían un homenaje a la diosa Kali, lucían tan solemnes como siempre, nada había cambiado, tan solo se habían empeñado en que el sitio se mantuviese limpio e impecable, no había brizna de polvo que delatase el abandono que el sitio había sufrido durante tres años, Antonella había anunciado ofrecer una conferencia de prensa en el Palazzo Abatellis, museo en donde había estado trabajando bajo la supervisión de Adriano Benedetto antes de que todo aquel desastre con Luciana y su hermano ocurriera, se sentía orgulloso, su amada esposa había progresado mucho, en poco tiempo, se había vuelto una reconocida pintora y una famosa violinista, ella…realmente había cambiado desde aquel evento en