El dolor punzante de cabeza no lo dejaba abrir las cortinas de la lujosa suite en donde se hallaba dormido, no toleraba la luz del sol que se hallaba afuera cuando se encontraba en aquel deplorable estado, sin duda, igual que siempre se arrepentía de haber vaciado varias botellas de vino, sin embargo y a pesar de ello, sus borracheras volverían a repetirse, había sido así durante esos años en que no hacia más que extrañarla, a la hermosa Antonella Ferrara de quien siempre había estado enamorado, las palabras dichas por Jaqueline habían dolido, era cierto, Antonella jamás lo miraría de la misma manera en que miraba a Ares, de alguna manera que aún no lograba comprender, ellos se habían enamorado del otro, aquello era irónico, demasiado irónico, su hermano menor, aquel al que durante muchos años desprecio y odio, y ella, la mujer que había logrado cautivar cada uno de
Las maletas estaban hechas sobre la cama, en unas horas más saldrían en avión para regresar a aquella ciudad que marco para siempre sus destinos, Palermo era el lugar donde ambos se habían conocido, donde mil vivencias habían experimentado atravesando desde la dicha hasta la desesperación, ninguno se sentía realmente listo, regresar a aquel lugar era reabrir viejas heridas que no habían terminado del todo de sanar, eran ya tres años desde aquel evento, que si bien, no había ocurrido en la vieja ciudad Italiana, si había nacido en sus raíces en aquel sitio, la obsesión de Apolo por Antonella, el gran sufrimiento al que se habían sometido por ello, dos disparos que él le había propinado con intención de matarlo, Ares sabía bien…que nada de aquello sería fácil de superar.Levantándose de la cama donde se hallaba sentado, miro l
El olor del café en las mañanas era simplemente maravilloso, se consideraba una verdadera adicta a él, el vaivén de las personas fuera de la cafetería era el mismo de siempre, sin embargo, y dejando escapar un largo suspiro, sabía bien que era inevitable, la relativa calma que había tenido durante tres años estaba a nada de terminarse, Ares y Antonella le habían avisado que estaban de regreso, sin duda Apolo había logrado su objetivo de traerlos de vuelta, era normal, había visto el gran cambio de Ares desde aquella tragedia en invierno cuando disparo a su hermano mayor, si bien, seguía siendo el mismo y temido líder de Figlio Di Satana oculto bajo la fachada de un gentil médico, sabía bien que durante todo ese tiempo había esto peleando consigo mismo, las mil contradicciones que las acciones de Apolo dejaban a la vista, lo tenían demasiado confundido, no habí
Las nubes que se alcanzaban a ver desde la ventanilla parecían borlas de algodón, sus pensamientos vagaban de uno a otro sin lograr concretar uno solo en realidad, estaban a solo una hora de aterrizar y luego, de nuevo Palermo los recibiría, no había mucho por decir, regresaban para ver a Apolo, para entender que en verdad no había muerto, Ares desviaba su mirada hasta Antonella quien contaba un cuento a sus hijos, no quería perder aquello que después de tanto tiempo había conseguido, aun cuando en el pasado se dijo así mismo hasta el cansancio que no podía ni debía formar una familia, allí estaba en ese justo momento, viendo a sus tres hijos y el abultado vientre de Antonella junto a él, una sonrisa se dibujaba en su rostro, al mismo tiempo que las muchas dudas volvían a asaltarlo, ¿Era correcto regresar? El sabia la respuesta…no lo era, arriesgaría de nuevo a todos por su afán de venganza y aun así…no estaba dispuesto a dar un paso atrás, quizás, para cualquiera fue
Aquel departamento lucia tal cual lo habían abandonado después de que Antonella volviera sana y salva de aquel secuestro sufrido en manos de Apolo, sus figuras hindúes que hacían un homenaje a la diosa Kali, lucían tan solemnes como siempre, nada había cambiado, tan solo se habían empeñado en que el sitio se mantuviese limpio e impecable, no había brizna de polvo que delatase el abandono que el sitio había sufrido durante tres años, Antonella había anunciado ofrecer una conferencia de prensa en el Palazzo Abatellis, museo en donde había estado trabajando bajo la supervisión de Adriano Benedetto antes de que todo aquel desastre con Luciana y su hermano ocurriera, se sentía orgulloso, su amada esposa había progresado mucho, en poco tiempo, se había vuelto una reconocida pintora y una famosa violinista, ella…realmente había cambiado desde aquel evento en
Había visto a su hermano una noche atrás, habían hablado sin realmente hablar, aquel odio entre ambos, era menor que el habían sentido desde que su madre murió, sin embargo, ninguno podía perdonarse aún por Antonella, él no podía perdonarlo por haberla tomado para sí mismo, él no podía perdonarlo por llevársela y alejarla de su lado…ambos deseaban lo mismo sin embargo, acabar la vida de Zeus D´Angelis, aquel que había comenzado aquella rueda de odio y dolor infinitos de la cual ninguno había logrado escapar todavía…no podían perdonarse…no todavía, aquellas heridas aun las sentían en carne viva sin nunca llegar a cicatrizar por completo, habían brindado juntos por primera vez en toda su vida, eran ya demasiados años de odio y dolor y tan solo por esa noche, habían hablado como hermanos de su dolor, hab&iac
La delicada mano femenina sostenía con gracia aquella copa de fino y costoso vino, el calor agradable de las playas paradisiacas en la Riviera Maya de México, bronceaba su piel fina de blanca porcelana, todos estaban a su merced, atendiendo a la hija de un multimillonario recién fallecido, había quedado amparada desde la muerte de su padre, por supuesto, y aquella amasada fortuna le había provisto de una vida de excesos y lujos como siempre había estado acostumbrada, era un sueño perfecto para una joven con altas expectativas de vida, eran ya tres años desde que había escapado de las garras de la muerte, eran ya tres años desde que disparo contra Antonella Ferrara en un intento desesperado para deshacerse de ella…no lo solo no lo había conseguido, si no, que la maldita perra a la que ya aborrecía con su alma le había dado un hijo propio a Ares, además, y para gran f
Los gemidos demasiado escandalosos inundaban aquella suite de lujo en el hotel, risitas traviesas y sonidos extraños, dejaban muy claro lo que allí estaba ocurriendo, dos mujeres jugueteaban con su miembro haciéndolo sentir demasiado placer, Apolo se había vuelto adicto a las mujeres por las cuales tenía que pagar, ninguna nunca se negaba a hacer lo que el deseaba, y, además, se esmeraban en complacerlo, ellas mismas se lo decían, siempre era un placer atenderlo como cliente, no las maltrataba demasiado y era también muy atractivo, había llegado a saber, que incluso las chicas se peleaban por ser quien lo atendiera cuando solicitaba ese servicio.Toquidos en la puerta interrumpieron su diversión haciéndolo rechistar y fruncir el ceño, levantándose de la cama completamente desnudo, Apolo abrió la puerta solo para encontrar a la hermosa medica de cabellos castaños que lo mir
Ojos verdes como esmeraldas miraban a sus zafiros con una extraña mezcla de añoranza y rencor, aquel encuentro había sido repentino, mas no inesperado, ya esperaba que la odiada rubia hiciera su aparición en cualquier momento, nadie más que el conocía a la perfección a Luciana Berlusconi…después de todo, había cuidado de ella demasiado tiempo, además, siendo tan predecible ante sus ojos como era, sabía que la rubia de ojos verdes no podría dejar el reflector sobre Apolo luego de su aparición, estaba bastante seguro que no tardaría en aparecer después de aquello, después de todo, Hilda adoraba ser el centro del espectáculo, aquella mujer a la que una vez quiso, quien lo había traicionado de la peor de las maneras y que, además de ello, se había atrevido a casi asesinar a su esposa e hijo…la odiaba, en verdad, la odiaba y jamá