Los gemidos demasiado escandalosos inundaban aquella suite de lujo en el hotel, risitas traviesas y sonidos extraños, dejaban muy claro lo que allí estaba ocurriendo, dos mujeres jugueteaban con su miembro haciéndolo sentir demasiado placer, Apolo se había vuelto adicto a las mujeres por las cuales tenía que pagar, ninguna nunca se negaba a hacer lo que el deseaba, y, además, se esmeraban en complacerlo, ellas mismas se lo decían, siempre era un placer atenderlo como cliente, no las maltrataba demasiado y era también muy atractivo, había llegado a saber, que incluso las chicas se peleaban por ser quien lo atendiera cuando solicitaba ese servicio.
Toquidos en la puerta interrumpieron su diversión haciéndolo rechistar y fruncir el ceño, levantándose de la cama completamente desnudo, Apolo abrió la puerta solo para encontrar a la hermosa medica de cabellos castaños que lo mir
Ojos verdes como esmeraldas miraban a sus zafiros con una extraña mezcla de añoranza y rencor, aquel encuentro había sido repentino, mas no inesperado, ya esperaba que la odiada rubia hiciera su aparición en cualquier momento, nadie más que el conocía a la perfección a Luciana Berlusconi…después de todo, había cuidado de ella demasiado tiempo, además, siendo tan predecible ante sus ojos como era, sabía que la rubia de ojos verdes no podría dejar el reflector sobre Apolo luego de su aparición, estaba bastante seguro que no tardaría en aparecer después de aquello, después de todo, Hilda adoraba ser el centro del espectáculo, aquella mujer a la que una vez quiso, quien lo había traicionado de la peor de las maneras y que, además de ello, se había atrevido a casi asesinar a su esposa e hijo…la odiaba, en verdad, la odiaba y jamá
Hacía tiempo que no los miraba, no desde un último encuentro que se había suscitado hace años, cuando aún era un principiante a la orden de Luciano Berlusconi y su Sacra Spina, aquella mafia que había destruido para alzar a Figlio en el poder, ellos, ocultos desde las sombras, le habían ayudado a que su traslado a los Estados Unidos, fuese más sencillo, ellos también, se habían asegurado que nadie los traicionara en ese suelo extranjero…Marian y Sokolov, una mujer y un hombre forjados al calor de la guerra, sin familia, sin un apellido, niños que crecieron en el abandono total para luego crecer y ser mafiosos…no habían tenido oportunidad alguna de ser nada más, ese, era su estilo de vida.Recordaba la ocasión en que se hizo pasar por muerto, cuando Damián, el tercero de ellos y un valiente que había muerto en aquella misión suicida a la que Luci
Había pasado mas de una semana desde que había escuchado de los hermosos labios de Jaqueline que la muy despreciable e infame Luciana Berlusconi estaba de vuelta en Palermo, hasta ese momento no había tenido el disgusto de verla, sin embargo, esperaba que eso terminaría ocurriendo tarde o temprano…después de todo…ellos tenían algo en común, algo que llevaba nombre y unos hermosos ojos color zafiro.Apolo sabia bien que la bella y pequeña Zinerva Berlusconi era su hija, aquella que engendro con la mujer más frívola y despreciable que existía…sin embargo, no tenia nada en contra de la pequeña que, al parecer, o ignoraba o no recordaba que su padre era el y no Ares…no tenia aun el valor de decirle la verdad a la pequeña, además, de que no se consideraba un buen hombre, no alguien digno de tener a una hija tan hermosa como era ella, después de todo,
Miraba por fuera del gran ventanal que había en el balcón de su lujosa habitación, la vista de la ciudad era inigualable y privilegiada desde las alturas, su padre, era un hombre poderoso, eso ya lo sabía, no se necesitaba en realidad saber demasiado para adivinar el tipo de negocios en los que se encontraba, era más que obvio.A Zinerva no le agradaba mucho Palermo, prefería su vida en Estados Unidos siendo la hija de un médico y una violinista famosa, sin embargo, entendía que había muchos asuntos sin resolverse que los tenían allí, su “madre” biológica, era uno de ellos…Luciana Berlusconi, la recordaba demasiado bien, apretando sus puños, la niña en su pubertad con solo 12 años, sabía bien que llegaría el momento de volver a verla…honestamente, no quería hacerlo, no podía perdonarla a un por haberla traicionado, era
Tomando de un coñac bastante bien añejado, miraba por el ventanal de su bonita casa de campo, había regresado a Italia después de demasiados años en los que había triunfado como un artista, tenor entre tenores con una fama y renombre a nivel mundial, cualquiera podría decir que un cantante de su talla, tenia todo a sus pies, la fama y el dinero aun en esos días en que era ya un viejo, eran algo que aun conservaba, todo buen conocedor sabia quien era el, aunque, por supuesto, el prefería ahora mismo llevar una vida tranquila y tan solo meditando lo que le quedaba de ella, después de todo, para ello existía ahora mismo, nada mas para vagar entre recuerdos de un ayer que aun le dolía, era ya un hombre entrado de años, que una vez fue gallardo y un galán que le había entregado su corazón solo a una…una que le fue arrebatada por un hombre infame que la alejo para siempre de su lado. Se había comprado aquella casita que había pertenecido a sus abuelos y la cual, había sido la prot
El vaivén que el ritmo del hospital exigía la mantenía ocupada y eso, era muy bueno pues no deseaba pensar en nada…ni mucho menos en alguien…no se había atrevido a llamarlo aún, ni tampoco había respondido ninguna de sus llamadas, mensajes o demás, incluso, se había negado a recibirlo en el hospital…estaba nerviosa, demasiado nerviosa desde aquel beso que ella había recibido y correspondido, no le gustaba nada aquello, no quería pensar ni ver a Apolo D´Angelis de esa manera, era una mala idea, la peor que cualquier otra que jamás hubiese tenido…Antonella Ferrara había sonreído de manera extraña cuando le conto aquello, como si de alguna manera aprobara aquello y la tranquilizara, ¡pero no! ¡De ninguna manera! Apolo era el hombre que una vez, hacia demasiado tiempo ya, su padre y abuelo habían elegido para ser su esposo, y ella, por supuesto, los había bajado de aquella nube de ensueño en la que emparentarían con semejante familia negándose a contraer matrimonio…era bastante irónico
Blancas paredes prístinas podían apreciarse en toda aquella imponente mansión, un vaivén de sirvientes iba y venía en su trajín diario, era lo normal, después de todo, aquello era parte de sus muchas exigencias, todo en orden, perfección y opulencia, así debía ser en la mansión D´Angelis.Zeus caminaba por los extensos jardines de aquella demasiado lujosa propiedad suya, los mismos en los que una ven, corrieron sus hijos en medio de los juegos y ensoñaciones típicas de la infancia, Apolo y Ares lo habían rechazado, sabía bien lo mucho que lo odiaban...en realidad, aquello no le importaba, ambos eran hombres, no podían ser como débiles mujercitas que se quebraban con sus emociones...y aun así, exactamente eso había ocurrido...sus dos hijos eran un completo fracaso, atormentados por el recuerdo que su madre había dejado en sus corazon
Caminaba con premura hacia los juzgados, le habían informado por teléfono que su proceso se había iniciado nuevamente, aquello era una sorpresa, aun cuando se decía a si mismo que si podría, y acudía a los juzgados casi diariamente para presionar a los malditos abogados de oficio que tan solo lo hacían dar vueltas como un completo imbécil, sabia bien que nunca podría contra el infame Ares D´Angelis. Antonella Ferrara había sido su esposa, y ahora mismo, la mujer que una vez fue suya, se había convertido en una afamada pintora y violinista, incluso salía en entrevistas y programas de televisión, había sido un completo idiota al abandonarla, pero la forzaría a estar de vuelta, Dante era la clave para lograr separarla del maldito delincuente con el que ella se había casado, dándose prisa, llegaba hasta el edificio donde un hombre ya se encontraba esperándolo. – Buenos días señor Pines, pase por favor, su abogado lo está esperando – dijo un hombre al que ya había visto c