– Cole, te vere luego – dijo Jaqueline sin dejar de mirar a Apolo.
– ¿Quién es el? – cuestiono el joven rubio mirando despectivamente a Apolo.
El apuesto hombre ojos de zafiro, miro de arriba abajo aquel jovencito, podía juzgar que era de la misma edad que Jaqueline, bastante musculoso y gallardo, ese debía ser el hombre que le habían dicho, pasaba demasiado tiempo junto a ella.
– Solo vete, te explicare más tarde – dijo Jaqueline con molestia.
– Bien, si necesitas algo llámame – dijo Cole dejando un beso en la frente de la hermosa médica.
Apolo tuvo que reprimir con todas sus fuerzas su deseo de moler a golpes a aquel hombre que se había atrevido a poner sus asquerosos labios sobre su Jaqueline, apretando los puños y dientes, intento con todas sus fuerzas no armar una escena…y a duras penas lo había logrado.
Cole se había marchado, Jaqueline y Apolo se miraron fijamente sin decir nada durante algunos minutos.
– ¿A qué has veni
Gemidos entrecortados y pasiones reprimidas finalmente liberadas en un perfecto balance y equilibrio increíbles, explotaron los dos juntos al mismo tiempo en un intenso clímax que los recorrió enteros en oleadas salvajes. Quedaron uno contra el otro por un largo momento, respirando, dejando que su corazón volviera a su ritmo. Cuando Jaqueline estuvo completamente recuperada se sintió confundida. ¿Qué es lo que iba a pasar ahora…? Habían hecho el amor…se habían amado como un par de almas solitarias y desesperadas…ya no había marcha atrás, habían cruzado aquella línea… – ¿Te lastime…? – preguntó él de pronto, apenas había sido un susurro, pero se escuchó como un grito en el silencio de la noche. – No. – respondió ella con otro susurro. – Lo siento. – dijo él – perdí el control, será mejor ahora – prometió Apolo volviendo a besarla con pasión…con amor… Apolo se levantó saliendo lentamente de el
El sonido del despertador resonaba en el silencio esa mañana, aunque ella lo había logrado apagar antes de que su esposo despertara, sentándose al pie de la cama, noto los rayos de luz dorada que se colaban entre las cortinas del ventanal, eras las siete, el día recién daba comienzo, y Antonella suspiro profundamente.Mirando a Ares aun durmiendo, no pudo evitar sentirse embelesada por su belleza, y es que, ciertamente, su amado esposo era muy apuesto…verlo dormir era una especie de terapia, la tranquilizaba…una sonrisa se dibujó en su delicado rostro de facciones femeninas, era verdad, ella era la única que lo miraba dormir, la única en la que el confiaba, aquel sentimiento de pertenencia calentó su corazón, y es que, nunca habría creído posible nada de aquello, estaba casada, felizmente casada con el amor de su vida, y los años, como su madre le había dicho que pa
El agotamiento había finalmente tenido sus frutos, había terminado en el hospital donde trabajaba y era dueña, teniendo un leve desmayo en el trabajo, afortunadamente, Apolo no se encontraba allí cuando ocurrió y sus compañeros habían actuado de manera pertinente y oportuna cuando había ocurrido, Cole, por supuesto, había sido a quien se encontraba a su lado justo en el momento en que ocurrió aquella eventualidad para asistirla. – Te lo dije Jaqueline, te dije que si seguías con este ritmo te desgastarías en un abrir y cerrar de ojos – dijo el joven de ojos verdes delante de ella reprendiéndola. – Oh, Cole – dijo ella tratando de calmarlo, más que molesto el parecía realmente preocupado – solo fue un leve desvanecimiento – termino de decir Jaqueline. – Señorita Coppola – dijo la enfermera en medio de la conversación con su novio (o al menos todo el personal del hospital creía eso) mientras ponía un aparato para medir la presión en su brazo y este de forma aut
Aquella mañana se sentía extrañamente diferente, de hecho, desde que había aceptado aquellos sentimientos demasiado reprimidos por Jaqueline, Apolo sentía su pecho de alguna extraña manera mucho más ligero, era como si se hubiese sacado un enorme peso de encima, había dejado el lujoso hotel en donde había permanecido hospedado de su llegada a Palermo, y en su lugar, había pedido que se habilitara a su adecuado uso uno de los muchos departamentos de su propiedad, este, tenía la particularidad de que absolutamente nadie sabía de su existencia y se hallaba cerca de la zona centro de Palermo, las personas que había contratado para su limpieza y adecuamiento, no tenían idea de que era el quien lo ocuparía, el nombre Apolo D´Angelis era demasiado conocido, se había hecho pasar por alguien más cuando mando a limpiar aquel sitio…no quería que nadie supiese que el estaría viviendo allí. Recorriendo las cortinas, miro todo a su alrededor, las calles lucían algo vacías muy seguramente
Ares marcaba nuevamente aquel número, no entendía, Apolo no le estaba respondiendo, quizás, era demasiado el odio que el aun sentía, después de todo, le había disparado no una, si no dos veces, sin embargo, necesitaba verlo, hablar con el…después de todo, ambos buscaban lo mismo. Caminando un poco frustrado en su oficina, el apuesto tatuado se sentía inquieto…aun cuando Zeus creía ir un paso delante de él, no era de tal manera, sabia ya lo que aquel monstruo estaba planeando, y no podía tomarlo simplemente a la ligera, sus contactos le habían avisado de manera oportuna, Henry Pines había comenzado de nuevo la batalla legal contra Antonella por la custodia de Dante, y no era un abogado cualquiera, si no, aquel maldito infame que cubría el trasero de su progenitor desde hacia varios años…era mas que claro lo que el infeliz de Zeus pretendía, el era demasiado astuto para no darse cuenta, su miserable progenitor, deseaba hacerse con la custodia del niño…y muy seguramente no solo
El olor salino del mar inundo sus fosas nasales, la playa lucia prácticamente desierta, aquello no le pareció extraño, en ese lado de la playa no se solía acercar la gente, al menos no los locales que sabían lo que había ocurrido años atrás allí cuando la guerra entre Figlio Di Satana y La Sacra Spina estaba en su punto mas álgido, en una de aquellas bodegas que alcanzaba a divisar y a las cuales el caminaba, se habían encontrado cerca de tres docenas de cuerpos…entre ellos las victimas más jóvenes habían sido niños de doce o trece años…si aquello había sido su culpa, aunque, claro estaba, jamás lo quiso así, nunca imagino que Luciano Berlusconi realmente se atreviese a asesinar niños, niños que ayudaban a Ares…aquella culpa silenciosa lo había acompañado siempre, el fue quien le dijo a aquel viejo asque
Ambos hermanos se miraban el uno al otro mientras la camarera traía su comida, habían llorado, se habían abrazado después de una eternidad de años de no hacerlo, y ahora, había llegado el momento de hablar del gran enemigo que ambos tenían en común, aquel era un lugar seguro para ello, el restaurante de comida china no era el mas lujoso ni estaba en un barrio de primera, pero pertenecía a uno de sus seguidores en Figlio Di Satana, Ares estaba completamente seguro de que allí, podrían hablar tanto como lo necesitaran…había demasiado para discutir…demasiado en juego.– Entonces, exactamente qué es lo que sabes – cuestiono Apolo con seriedad.– Antonella…el proceso legal en su contra sobre la custodia de Dante se ha reanudado – dijo Ares también serio.Apolo apretó los puños, eso era completamente su culpa, en
Antonella miraba hacia fuera de los ventanales de aquel lujoso piso en que su historia con Ares había comenzado, su amado esposo había hablado con ella, le había contado todo, lo que Apolo y el planeaban contra aquel cruel hombre que era su padre, meditaba en silencio todo aquello que había pasado y pensaba en lo que estaba a punto de pasar, las maletas estaban hechas, escuchaba a sus hijos correr de un lado a otro alistándose para el viaje que estaban por emprender rumbo a los Estados Unidos, Ares tenia razón, en todo lo que había concluido, tenía razón, Zeus D´Angelis no se detendría en su búsqueda de tomar a sus hijos para luego moldearlos a su gusto, su esposo era en verdad un hombre sumamente brillante, no era extraño que en pocos años, se hubiese convertido en el poderoso y temido líder de mafia que era, aun así, sabia bien que sus amados hijos estaría a salvo bajo la protección de los hermanos Slorach y los Beaulieu, eran buenas personas y Helena era una mujer confiable, sabi