Memorial

—¿Desea algo de beber, mi respetado señor? —preguntó una voz a la espalda del gran Julius.

El pálido seguía mirando por la ventana. Aguardando.

—No. No deseo nada. —dijo, casi en un reproche a pesar de que siempre sostenía su educación y modales intactos.

—¿Está seguro? —preguntó, insistiendo.

Julius comenzaba a perder la paciencia. Miró al pálido con los ojos rojos como la sangre, develando su apariencia más delgada y avejentada.

Eso solo sucedía cuando perdía el control. El hombre retrocedió hacia atrás con un gran temor.

—No está avanzando. No siento su asquerosa presencia. —cerró los ojos.

Era casi imposible rastrearlo si el no quería ser buscado. Las limitaciones con las que ahora contaba eran como una correa para un perro. No estaba acostumbrado a tener esa clase de motivos que lo detuvieran.

Tenía que esperar. Solo se limitaría a esperar que Zem cumpliera con su palabra. Que trajera al niño para que pudiera revivir a su amada esposa.

—Carol. —murmuró para sus adentros, como si
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