Continuación Cap.1

—Más que lista. —sonríe y guiña un ojo.

—Y bueno aquí estamos. —afirmo mirando la ventanilla de mi lado, se observa el campus universitario, el edificio administrativo y los bloques de cada facultad, a un costado de la entrada principal unas piletas  que saludan alrededor de la bandera del pabellón nacional, se ven algunas personas bien arregladas transitando, parece que son del evento de psicología que Cami esta coordinando.

—Alice por cierto, hoy no prometo recogerte porque luego de la clausura del evento, van a realizar un coctel, estará la decana y los directores de carrera así que debo quedarme hasta el final.

Ambas finalizamos nuestras carreras en la misma universidad, ella estudió psicología organizacional y yo marketing de moda y lujo; además de eso le propusieron trabajar aquí eventualmente por ser una excelente y eficiente ayudante de cátedra, es muy buena con la organización y coordinación de ferias y eventos de su facultad.

—Descuida, iré en el metro a casa. —asiento con un rostro comprensivo mientras nos dirigimos al estacionamiento de la U, baja la ventanilla de su auto. 

—Buenos días Sr. Gómez. —saludamos al guardia, yo desde mi puesto le agito mi mano. 

—Buenos días señoritas. —contesta con amabilidad, nos pide identificación de acceso para el uso del parqueo administrativo, ella saca de su bolsa la tarjeta y la extiende para que éste la pase por el lector, escucho que él digita unos cuantos códigos en el control. 

—Pueden pasar. —Indica, devolviéndonos la tarjeta, vemos como la barra de seguridad del parking se eleva, agradecemos e ingresamos.

Camila echa un vistazo rápidamente al lugar, encuentra un puesto libre para el carro a unos metros de la entrada principal. —¡Qué suerte! —sonríe.

Segundos después, nos retiramos los cinturones de seguridad, ella apaga el radio, se cambia de zapatos, ahora sí luce sus elegantes tacos; tomamos nuestras bolsas y salimos.

—¡Nos vemos amiga! —se despide.

—Okay Cami, seguro te irá bien. ¡Salúdame a tu crush! —le guiño un ojo.

—¡Graciosita eh! —niega con su cabeza mientras se le esboza una sonrisa.

Se dirige al auditorio mientras yo voy de camino a mi casillero a retirar algunos materiales de un showroom que hice antes de graduarme y a concluir algunos pendientes.

Los portales de la facultad de Marketing lucen algo desolados, pero su jardín sigue intacto, verde y frondoso como siempre. —Suspiro con alivio.

Se ve a muy pocos estudiantes por el campus retirando sus últimas pertenencias en el pasillo de los casilleros; de pronto veo a Don Benito, el jefe de seguridad del lugar, quien parece estar haciendo sus rondas.

—Hola Srta. ¿Cómo me le ha ido? —me reconoce como estudiante, aún.

—¡Hola Don Benito! Muy bien, vengo a retirar unas cosas del casillero, y de una vez aprovecho devolviendo las llaves, y usted ¿Cómo ha estado? —sonrío mientras le estrecho mi mano, saludándole. —¿Qué novedades han habido luego de que nos graduamos? —pregunto.

—Muy bien gracias a Dios, ahorita el único evento funcionando es el de Psicología, como se habrá dado cuenta...

—Sí así veo. —le interrumpe un llamado en su radio portátil, —Águila 1. —diríjase al punto Delta, necesitan su ayuda.

—Copiado. —responde. —Srta.Alice, me están llamando, un gusto, cuídese mucho, no se olvidará de su universidad, la dejo, el deber me llama.

—No se preocupe Don Benito, estaremos en contacto. —Se despide y se retira.

***

Luego de algunas horas,  —¡Al fin, libertad! —me digo al haber dejado finiquitado todos los pendientes con la facultad. Acomodo un par de bolsas que llevo conmigo luego de vaciar todo mi casillero.

<<Qué raro es esto de graduarse, es como sentir un alivio y también una congoja en el pecho, al saber que no volverás a ver a todas las personas que formaron parte de tu vida profesional y personal. Y ahora qué, ¿eso era todo? >>

—Sin duda extrañaré esta casa que me acogió por casi cinco años de carrera y a quienes me hizo conocer —me digo con algo de nostalgia al recordar a...

—No Alice, con Dawson todo está más que claro. Olvídalo. —Me regaño mentalmente.

Siento que mi móvil vibra en mi cartera, lo reviso y parece haber llegado un mensaje de texto:

"Hola querida Alice, te he dejado unas invitaciones en el buzón, no faltes. Att. Francis”.

Abro mis ojos como plato.

—¡Francis!

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