Capítulo 31

A quedado agotada después de tanto frenesí y de tanta adrenalina. Su pequeño cuerpo yace en la cama, desnudo, libre y comodo en el colchón. Parecería que no hay nada en este mundo que pueda interrumpir su paz y serenidad, ni si quiera yo y mi mierda. No puedo descifrar que es lo que siento cuando la miro, al menos ahora, ahí, tumbada en la cama, dormida, se me infla el pecho de una clase de tranquilidad que casi nunca siento. Cuando la veo tiendo a olvidarme de mi tormentoso pasado. No hay nada que me moleste cuando la veo, ella es una... droga para mí, no de las que yo vendo. No, ella es la morfina de mi dolor, ella me seda, ella me calma y lo peor es que ella ni siquiera lo nota. No nota que ella es la droga más pura que yo alguna vez podré probar. Y tal y como una droga, en este punto, ella me resulta adictiva, sabía que eso sería así una vez que yo decidiera probar su cuerpo y más de un beso pasivo y limitado. Me siento culpable, no puedo creer que sobre pasé los limites con ella,
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