Elizabeth me trata como su mascota, me ve como un perro al que le puede decir con total confianza que se siente y sabe que lo hará. Sabe que el perro la seguirá y la obedecerá cada que ella diga algo. Que ella me trate así, no va más allá de la realidad, pues a veces me siento de esa forma. Toda la vida me he sentido como un perrito sin rumbo, uno de esos que se encuentra perdido en un lugar que se siente solo. Esos mismos perros son los que andan por la calle, buscando alguien que los mire por un segundo. Elizabeth ha sido esa que me ha mirado por un momento y aquí me tiene, siguiendola y haciendo lo que ella quiere conmigo. No importa que pase, aquí estoy a su lado mientras conduzco hacia el plan que tengo para ella, pasar un día en la playa. Antes de salir de casa me hizo un pequeño berrinche por un tarro de crema de avellana. Fue una ridiculez pues quien paga lo que comemos soy yo, no ella, pero ella es quien reclama que es de ella y que no. No me importa que se crea dueña de to
Cuando termina el ultimo compás temrina mi tortura. Escuchar esa canción se ha sentido con miles de navajas de plata cortando mi piel, arañando y quemando cada célula que la compone. Ha resultado doloroso, demasiado diría yo, pero he salido ileso. Respire hondo he intenté mantenerme sereno y quieto, imaginé miles de lugares con tal de borrar de mi mente esa sensación extraña que atacaba mi cabeza. Esa canción es un recuerdo de guerra, no podría olvidar nunca como lloraba mientras sonaba por los altavoces del departamento. Miles de veces Beth tuvo que apagar el reproductor porque ya la tenía harta con esa canción, pero cuando ella no estaba la reproducía en bucle, una y otra vez hasta que me quedaba dormido. Siempre estaba lo suficientemente drogado como para no saber nada de nadie. Cuando estaba drogado no recordaba nada, nada de lo que pasara a mi alrededor me afectaba por eso es que por mucho tiempo estuve consumiendo. No recuerdo que fue lo que me hizo tocar fondo, tal vez fue esa
La playa no esta muy lejos de Parsons. Está a tres horas y media, pero yo voy muy rápido, no tengo miedo de que algún policía nos pueda interaccionar porqur la ruta que he tomado casi no es transitada. Es perfecta para ir tranquilamente conduciendo a lado de la persona que te hace compañía. Hace cinco años la que estaba sentada a mi lado era una rubia bellísima, de ojos hermosos y profundos que me hacían suspirar cuando los posaba en mí, pero la realidad hoy es otra. Hoy, a mi lado se encuentra una morena d e ojos verdes, del mismo color que los árboles que rodean la carretera... un verde intenso que a veces siento que tiene el poder de saber mis más oscuros deseos y mis más nefastas mentiras. Las cosas cambian, todo avanza menos yo o al menos así me siento. —Elizabeth —la llamo, esta mujer tiene la habilidad de quedarse dormida en cualquier momento, en cualquier instante. —Mmm— se queja— ¿qué pasa? ¿Ya llegamos o todavía no?— responde adormilada, se talla los ojos unas cuantas vece
¿Puede existir alguien demasiado romántico? Al parecer sí y tengo justamente a esa persona frente a mí corriendo como loca entre las olas bajas del mar. Elizabeth me ha dejado sintiéndome alagado, confunfido y abrumado con su comentario de sus sonidos favoritos. Nunca nadie se ha interesado en decirme palabras bonitas, la mayoría del tiempo soy yo quien las dice por un solo fin, llevarme a las chicas a la cama. Solo que Elizabeth no me lo ha dicho para llevarme a la cama, sino que solo ha tenido ganas de decírmelo y ya, listo... sin nada más, sin ninguna intención oculta. Yo suelo ser cariñoso con ella por naturaleza, porque estoy acostumbrado a ser así porque así es como se consiguen las cosas. Ella no sabe que así cpmo la trato he tratado a varias más, pero a ninguna la he llevado a mi casa a convivir con mi familia así como así, ella es la única. Es ridículo que después de haber pasado cinco años fuera de mi casa yo haya decidido echarme encima a una chica como ella. Elizabeth es
Elizabeth se queda quieta a mi lado, pero su mano roza ligeramente con la mía. Ella quiere que yo sea el que caiga en la tentación y para ser sincero puere que ella gane. Pues la que lleva puesto un lindo traje de baño es ella, además tiene pequeñas gotas de agua o tal vez... ¿sudor? Bueno, eso no me importaría porque se ve bien. La piel se sus mejillas esta pintada del rosa más bonito, pues el sol ya le esta cobrando factura. Tiene u n bonito rubor natural que me gusta y a la vez me asusta porque quiero alzar la mano y tocarla. No debo de caer en la tentación. Es mi momento de demostrarle que no todo lo que ella diga lo voy a hacer, por supuesto que no. Habrán muchas ocasiones en las que el mando lo tendré yo y solo yo. Hoy es una de esas ocasiones en las que no voy a ser flexible. Como siempre, Cuchufleto salta de un lado a otro. Se para y coloca sus patas en mis piernas llenandome de arena los pantalones cortos que llevo puestos.— Amor, no... has ensuciado la ropa de tu padre— tra
—¿De qué quieres hablar? ¿Quieres hablar de mi comportamiento? No eres mi padre para regañarme o darme sermones. —Interrumpe de mal humor haciendo que me sienta asustado y aliviado a la vez. Ella básicamente esta cambiando el tema, me esta dando la oportunidad de no hablar de esto que quema mi alma por dentro. Tengo la oportunidad d3 escapar d e nuevo del tema y así sentirme tranquilo de que al menos intenté decirle la verdad, pero ella no me dejó. Sé que es una muy mala excusa y que debería de decir "No, no es eso de lo que quiero hablar. Quiero decirte la verdad sobre algo que pasó en el hospital. " trago saliva nervioso. Elizabeth por su parte me mira expectante, esta esperando a que hable, pero las palabras las tengo atoradas. —¿Estonces, qué?— me presiona.—No es sobre tu comportamiento porque tienes razón, no soy tu papá. No quiero ser ni como Bruno ni como Marck, así que descarta la idea.— Comento con valentía... como Daniel, puedes hacer algo bueno. Puedes decirle la verdad
Con una lata de refresco en la mano, observo como Eli se sigue divirtiendo en el mar. Se sumerge y después aparece arreglandose el perfecto cabello negro. Cabello negro... recuerdo que alguna vez le dije a Emma que jamás me fijaría en alguien con cabello negro, porque amaba su cabello rubio y con reflejos amarillos. Su cabello se veía dorado contra el sol, me gustaba porque sabía que su color era natural y que no iba por ahí gastando varios dólares en decolorarse el cabello. Sabía que si teníamos hijos tal vez tendrían el cabello como el de ella o como el mío o una mezcla de ambos, que sin lugar a dudas sería hermosa. Emma tenía tantas cosas atractivas, era muy guapa e inteligente. Tenía convicción y creo que por eso es que la amaba demasiado y me flecho el corazón como nunca antes. Nadie me había podido hacer sentir lo que ella, pero ella fue... mi mate, lo que siento por ella es amor de mates. A veces pienso que lo que sientes por tu mate no lo sientes tú, sino que solo es una ilu
Observo a Elizabeth, su cara es otra y sus ojos están vacíos. Las chicas se han ido y nos hemos quedado los dos, solos... sin el perro que al parecer ella tanto quería. Su falta de alegría es por eso, porque resultó que Cuchufleto sí tenía un hogar y ahora ha regresado a él, pero ha dejado Eli sintiéndose mal. La tomo de la mano con fuerza para que me mire o tan al menos para tener un poco de su atención. Ella responde con un apretón, pero no me mira a la cara. Sus ojos están viendo hacia donde las chicas se han ido.—Debemos de estar felices por el perro, porque debio de echar de menos a su familia. —Comento al aire.—Si, así es... ahora esta con su familia, pero pensé que nosostros lo eramos. Nunca me imaginé que tendría familia, siempre pensé que era un perro abandonado. Hay demasiado perros en la calle, por eso es que pensé que alguien lo había dejado aquí. Hemos venido solo dos veces y mira... esta tan solitario que esa fue la única opción que pensé. Pero no, mi perro tiene famil