Michael entró a la oficina a la espera de Ryan, su abogado y mejor amigo, estaba de camino para llevarle los documentos del divorcio. Él contaba los minutos y segundos que le faltaban para ser un hombre completamente libre y proponerle matrimonio a Natasha, como debía ser. Como tuvo que ser desde el principio.
—Michael —dijo Ryan a modo de saludo. Le extendió la mano y Michael la estrechó.
—¿Hiciste lo que te pedí? —preguntó, invitándole a Ryan a tomar asiento.
—Todo listo, no tienes que preocuparte. En el colegio de Emma y en la Galería se ha montado guardia. He contratado casi media agencia para tu tranquilidad y seguridad de tu familia —le dijo.
Pero aquellas palabras estaban lejos de tranquilizar a Michael, a la luz del día el peligro se sentía más denso que ayer.
—No estaré tranquilo, Ryan. Richard no es u
Michael observó a su abuelo y de repente no supo con exactitud qué sentir por él. Cómo padre quizás entendiera su postura, pero él no sería capaz de arruinar la vida de Emma, únicamente para encubrir sus propios secretos. En este caso, era distinto. No era su padre, sino su abuelo quien trataba de proteger la memoria de su hijo. Y lo peor de todo es que se segaba rotundamente a decirle de lo que se trataba. No había manera de ayudarlo a cargar con aquel secreto.—Tengo que irme, le dije a Emma que pasaría por ella —anunció Michael sin ánimos de continuar con aquella conversación. Se sentía cansado, realmente cansado de discutir y que él no comprendiera sus sentimientos hacia Natasha.—¡Espera Michael! —pidió el anciano, poniéndose de pie.—Ya te dije todo lo que quería decirte abuelo, te comprendo. Pero
Michael le sonrió a Natasha para hacerla sentir mejor y segura. Habían trazado un plan y empezarían hoy.—Iré por la niña y volvemos a casa. Aunque no quisiera pensar en todo esto, me siento observada —dijo Natasha con sinceridad. No servía de nada fingir que la situación no estaba a punto de superarla.Pero Natasha sabía que debía conservar la calma. Por ella y por Emma.Michael asintió y esperó en la oficina de Natasha, miró las fotos que Richard le había hecho llegar ese día y el enojo se apoderó de su cuerpo por dos razones. La primera: era la manera tan fácil con la que el hombre había logrado hacerle fotografías a su hija y la segunda y no menos importante: era ver al pequeño niño besar la mejilla de su hija.—¿Nos vamos? —preguntó Natasha desde la puerta, interrumpiendo los
La ciudad de Nueva York iniciaba sus mañanas como todas, pero no para todos sus habitantes esa mañana era igual.En el corazón de la ciudad, Natasha terminó de empacar la mochila de Emma con sus pertenencias, le dolía el alma tener que separarse de ella, así fueran por unos cuantos días. Jamás en seis años habían estado alejadas más que por un par de horas. Esto era lo más difícil que estaba a punto de hacer.—No pongas esa cara de tristeza, mi cielo, me hace daño el corazón —dijo Emma acariciándole el rostro a su madre.—¡Se supone que debo ser fuerte! —expresó Natasha limpiándose las lágrimas de sus ojos antes de hacer sentir peor a su hija.—Se supone, pero eres como una niña mami y se vale serlo. Sé que me amas y que haces todo esto por mi bien y para que un día se
—Bajo el mar, bajo el mar. Nadie nos fríe, ni nos cocina en la sartéeeeen —la pequeña e infantil voz de Emma se escuchaba a todo pulmón dentro del auto, mientras salían de la ciudad de Nueva York con rumbo a Long Island.»¡Es tu turno papi! —exclamó la pequeña mientras movía la cabecita al ritmo de la voz de Sebastián, el cangrejo de la sirenita.—Vas a asustarte si me escuchas cantar.—No creo, vamos papi, canta conmigo —le insistió y Michael no pudo seguir negándose.—Bajo el mar, bajo el mar. Hay siempre ritmo en nuestro mundo al natural, la manta-raya tocaráaaa, el esturión se uniráaaa. Siempre hay ritmo, ritmo marino. Bajooooo el maaaar.Para cuando la canción terminó, Emma miró a su padre con ternura.—¡Eres el mejor papi! ¡¡Cantar contigo es
Emma abrió los ojitos, se había quedado dormida y por un momento se sintió perdida en la nueva habitación. Se sentó a la orilla de la cama, no tenía ni idea de la hora que era o si su madre había llamado. Le echaba de menos, pero confiaba con su vida en ella y sí le había prometido que estarían juntas, ella iba a esperar pacientemente por ese momento.Emma respiró profundo antes de bajarse de la cama, se acercó a la ventana para ver el cielo oscuro. El estómago le gruñó, y recordó que no había comido desde el mediodía.—¿Qué hago? ¿Llamo a papá? —se preguntó, pero negó.Emma había visto a su padre cansado y no quería molestarlo. Lo dejaría descansar esta noche, todos lo necesitaban. Había sido un día bastante difícil.Caminó hacia
Natasha se encerró en el trabajo para no pensar en lo mucho que extrañaba a su hija. Los días y las horas que estaría separada de ella, serían las horas más largas y negras de su vida. Pero todo tenía un motivo y un porqué.La seguridad de Emma no tenía precio y valía cualquier sacrificio.—¿Estás bien? —Natasha apartó la mirada del lienzo y se fijó en Gerald.El hombre había montado guardia desde que volvió del supuesto campamento y no se había apartado de ella.—Estoy intentando sobrevivir y no extrañarla. Pero es tan difícil, Emma es mi vida entera. La primera noche lejos de ella, me hizo sentir vacía —admitió volviendo su atención al lienzo.—Esto no será para siempre, Nat, y pronto podrás disfrutar de Emma nuevamente —la consoló.
Natasha miró la casa de la familia Collins y el corazón se le hizo pequeño dentro del pecho. Ahí estaba Emma sana y a salvo.—¡Mamá! —Emma salió como un rayo al ver a su madre desde el ventanal. La niña la había estado esperando desde que su padre le dijera que estaba de camino a Long Island.—¡Mi princesa! —Natasha abrió los brazos para recibir a su hija y sostenerla fuerte contra su pecho. Su pequeña era su vida y la preocupación e incertidumbre de tener a Richard detrás de ella le robaba la paz a su corazón.—Te eché de menos, mi cielo —dijo Emma abrazándose con fuerza al cuerpo de su madre.—Yo también te eché de menos, mi sol. No sabes lo difícil que ha sido estar lejos de ti —le respondió llenándole el rostro de besos.—¿Y para m&iac
Las estrellas brillaban imponentes en el firmamento mientras la familia Collins Jones las observaba.—¡Son hermosas! —gritó Emma acercándose un poco a Andrew.Natasha observó las acciones de su hija antes de dedicarle una mirada a Michael. Tenía miedo de que Andrew le hiciera algún tipo de desplante y eso no podría soportarlo.—Ninguna de esas estrellas son hermosas —dijo Andrew, provocando que Michael y Natasha temblaran—. Ninguna porque tú eres lo único hermoso que puedo ver —añadió el hombre sin apartar la mirada de Emma. Ajeno al suspiro de alivio que las otras dos personas cerca exhalaron.—¿Soy hermosa? —le preguntó Emma arrastrando su silla un poco más cerca de Andrew.—Muy hermosa, te pareces mucho a tu padre y me recuerdas a mi esposa —le confesó.Andrew sonrió com