«¡Papi! ¡Soy Emma…!»
«¡Papi! ¡Soy Emma…!»
«¡Papi!»
«¡Soy Emma…!»
«¡Soy Emma…!»
El cerebro de Michael repetía las palabras una y otra vez como un mantra, mientras su secretaria esperaba una reacción de su parte.
—¿Emma? —preguntó, no podía creer que la pequeña estuviera al teléfono.
—Síi, papi soy Emma, ¿podrías venir al hotel, por favor? —medio preguntó medio pidió con un deje de súplica en la voz
—¿Al hotel? ¿Qué sucede, estás bien? —preguntó sintiendo su corazón latir fuerte dentro de su pecho.
—No, no estoy bien. He tenido una pesadilla y mi mamita no está por ningún lado. Tengo miedo papito, tengo
Michael tenía sentimientos encontrados, miraba y miraba a la pequeña dormida en la cama y su corazón se estrujaba dentro de su pecho. Era una sensación a la que no podía ponerle un nombre o siquiera explicar.Emma era tan parecida a él, que le bastaba verla para saber que era suya, sangre de su sangre y carne de su sangre y mientras él se sentaba en el sillón a los pies de la cama de la pequeña, en la otra habitación la situación era totalmente distinta.Natasha no podía creer que le había permitido a Michael entrar no solo a su cuarto de hotel, sino también a su vida. Porque al no negarse le dio a entender que era el padre de Emma; pero… ¿Cómo podría haberse negado al mirar los ojitos ilusionados de su hija? Sin duda la situación no era la mejor y ella una hora antes había deseado que ese momento se alargara hasta cien años
La humillación que había sufrido por culpa de esa mocosa no iba a quedarse sin castigo y si Michael pensaba que era fácil deshacerse de ella, estaba muy equivocado. Ella había sido paciente, pero no era tonta, aparcó en el estacionamiento del hotel y caminó hasta el lobby, allí los esperaría y le demostraría a esa mujer quien era Ava Smith y el poder que tenía en Nueva York.Haría que se arrepintieran por humillarla de esa manera, ella era una princesa, fue criada y educada entre sedas y algodones. Su familia era respetada y siendo la señora Collins jamás en cinco años alguien se había atrevido a llevarle la contraria.Mientras tanto, Natasha cogió la mano de Emma y pagó el desayuno que ni llegaron a tocar por la interrupción de la mujer de Michael.—Natasha, por favor, necesitamos hablar —le pidió Michael caminando det
Michael volvió a la oficina, pero sus pensamientos estaban con Emma y Natasha. Estaba molesto con la actitud de Ava hacia ellas; pero sobre todo estaba molesto consigo mismo.Si en el pasado él no hubiese cedido al chantaje de su abuelo, las cosas fueran totalmente diferentes y no se habría perdido los primeros cinco años de su hija. ¡Cinco años!El hombre se mesó el cabello con frustración. Estaba cansado de toda la mierda de su abuelo y sus amenazas. El sonido de su móvil llamó su atención, pero lo ignoró al ver de quien se trataba.Andrew Collins era el último hombre sobre la faz de la tierra con quien le apetecía hablar ahora mismo.Michael desvió las llamadas y marcó el número de Ryan, solo su amigo podía darle solución a sus principales problemas.—Ryan —habló apenas el hombre contestó e
Michael sintió el dolor abrirse paso por su cabeza. Se maldijo una y otra vez por haberse excedido con los tragos, cuando sabía que su cuerpo era intolerante al alcohol. Hasta ese momento él no tenía idea de cuanto más se arrepentiría o mejor dicho estaba por descubrirlo.—¿Estás despierto cariño? —Michael abrió los ojos de golpe al escuchar la voz de Ava junto a su oído.Su primera impresión fue de shock y luego el enojo se abrió paso por su cuerpo al ver el estado de la mujer. ¡Estaba desnuda!—¿Qué mierda haces en mi cama? —gritó furioso, mientras Ava sonreía.—¿No lo recuerdas cariño? Anoche llegaste un poquito —hizo una seña con su mano y sonrió. —Un poquito feliz y me besaste apasionadamente como nunca lo habías hecho antes. Quise resistirme, pero ins
—¿¡Se puede saber que fue toda esa mierda de allá fuera!? —gritó Michael furioso, apenas las puertas de su oficina se cerraron con Ava y Andrew dentro.—¿No te ha quedado claro? —preguntó Ava caminando hacia él.—No te atrevas a acercarte a mí, porque te juro que soy muy, pero muy capaz de asesinarte con mis propias manos.—¡Basta, Michael! ¡No puedes hablarle de esa manera, está embarazada! —exclamó Andrew satisfecho.—¡Pero no de mí! ¡Jamás me he acostado con ella y estoy jodidamente seguro que ni ebrio pude hacerlo!Ava sintió la rabia invadir su cuerpo, pero esta vez Michael no iba a escapar de ella.—Estoy embarazada de tu hijo, Michael, no puedes negar lo que sucedió entre nosotros, traté de detenerte porque temía que esto fuera a pasar y míra
—Sí, espera en el jardín —habló la directora. Pero Emma no pudo dar un solo paso hacia el lugar donde Michael esperaba porque otro fuerte dolor le atravesó el vientre.—¡Aaahh! ¡Duele! —se quejó.—¡Hay que llamar a su madre! —habló la profesora.—Comuníquese con ella, le diré al padre de la pequeña que entre —anunció la directora.Mientras tanto, Michael caminaba de un lado a otro en el jardín, como si fuera un león dentro de una jaula.Estaba nervioso, no sabía qué le diría a Emma, apenas la viera. ¿Habría visto ella las noticias? O peor aún, ¿habría visto las fotos que estaban en el sobre? La incertidumbre lo mataba, pero de una cosa estaba seguro y es que no se marcharía sin tratar de explicarle a su hija la verdad.Michael se la
Michael supo inmediatamente que las palabras de Natasha no eran simples y vacías palabras. Podía ver la determinación en su mirada y asintió. Él no haría nada para dañar la oportunidad que le estaba dando de tener una relación con Emma.—Te aseguró que haré todo lo que esté en mis manos para cuidarlas, Natasha, sé del daño que te causé en el pasado, y…—Y no quiero hablar sobre el tema, Michael. Hay mucho dolor en el pasado que hablar al respecto sería como volver a vivirlo y créeme que esos meses no son en lo absoluto agradables para mí —le interrumpió con voz serena. Natasha miró a Emma dormir y agregó: —Ella es todo lo que tengo y te la estoy confiando, por favor no me decepciones —le pidió alejándose de él para sentarse en el sillón.Michael volvió a
Ava Smith caminaba de un lado a otro, miraba su reloj cada cinco minutos y nada de eso le ayudó a calmarse. Michael no había regresado a casa desde el día anterior. La secretaria de su oficina al parecer no sabía nada esta vez. Y estaba segura porque la había amenazado con despedirla si no le daba la ubicación de su marido, pero la mujer no sabía nada y terminó por dejarla en paz momentáneamente.—Deja de moverte, Ava, voy a terminar mareado, si continúas de esa manera —le regañó Andrew Collins.—¡Entonces has algo, Andrew! Tienes que hacer algo con Michael. Él no puede hacerme esto. ¡Estoy embarazada de su hijo! —exclamó furiosa por la actitud de su marido.—Pues lo está haciendo y tú no ayudas a la causa, deja que se distraiga un momento, tarde o temprano volverá —le dijo como si nada.&md