Los ojos de la chica estaban llenos de estrellas y su expresión era aún más excitada.Silvia no pudo evitar sonreír: —Sí, soy yo, y me halaga que los profesores estuvieran dispuestos a esperar a que volviera para graduarme.La multitud se alborotó cuando cayeron las palabras.Especialmente los estudiantes de psicología.Todo el Departamento de Psicología sabía que había una legendaria alumna sobresaliente en el Departamento de Psicología, no solo destacaba con excelentes calificaciones, en las prácticas también era toda una superdotada, podía ser llamada un genio raro del departamento.Por eso, cuando quiso abandonar la carrera en vísperas de la graduación por asuntos personales y dijo que no volvería, todos los profesores, incluido el Decano, acordaron por unanimidad solicitar a la facultad que le expidiera un certificado de suspensión.¡Y este certificado de suspensión no tenía fecha de vencimiento!Era como si todos los profesores del departamento le dijeran que estaban dispuestos a
Como si percibiera su estado de ánimo, el profesor López le palmeó suavemente el hombro: —Es bueno que estés de vuelta.Silvia levantó la vista y se encontró con la mirada alentadora e indulgente del profesor López, y sintió ganas de llorar.El profesor López retiró la mano y miró al público emocionado y a Leticia, que estaba en estado de shock, y explicó con una sonrisa:—Silvia es de hecho mi estudiante, en aquel entonces el Departamento de Psicología emitió un certificado de suspensión ilimitada para ella, también porque no queríamos perder a tal genio. Cuando Silvia estaba en la escuela, no solo obtuvo sus créditos en el menor tiempo posible, su cooperación con la policía, hospitales psiquiátricos, sesiones de asesoramiento creó un montón de experiencia práctica para este sector. Y solo le falta un pequeño paso para graduarse, así que, ¡no hay duda de que el genio del departamento de psicología pueda desempeñar el puesto de profesora de psicología!Había orgullo indisimulado en su
Se mordió el labio y estaba a punto de rechazar la idea cuando vio a Vivian saludando alegremente a poca distancia: —¡Daniel!Silvia levantó la vista, solo para ver cómo el hombre abría la puerta del coche y bajaba de él, con un pulcro traje hecho a mano, y su mirada siempre oscura e insondable.Silvia sintió inexplicablemente un pequeño cosquilleo en la cabeza, y se dirigió hacia el hombre.—Sr. Caballero, qué coincidencia.Daniel la miró de repente y soltó una carcajada: —No es casualidad.Y en otro lugar, Leticia, que acababa de salir de las clases, apretó los dientes cuando vio el tablero con esa publicación de confesión, con el corazón cada vez más irritado y resentido.¡Silvia era realmente una alumna de ese departamento de psicología!¡No podía creer que esta mujer nunca mencionó el tema!Pensar que Silvia realmente ocultó un secreto tan grande y no les dijo nada a su familia durante tantos años hizo que Leticia estuviera aún más segura de que Silvia lo hizo a propósito.Esta zo
Silvia, disimuladamente, se hizo más para dentro.Daniel, que había estado observando en silencio, se percató claramente de los pequeños movimientos de la mujer, y sus ojos sonrientes se entrecerraron ligeramente, pero lo entendía, porque ella siempre fue así con los desconocidos.—Sr. Daniel, ¿va al Hotel Perla? —El conductor, a través del espejo retrovisor, vio que la mujer, vestida de forma sencilla y decente, guardaba distancia de Daniel, cosa que le sumó más respeto a la chica.El Hotel Perla siempre había sido el lugar donde Daniel llevaba a sus invitados, y en él se encontraba su reservado privado solo para él.Daniel reflexionó un poco y miró a Silvia: —¿Qué recomienda, Srta. Somoza?Silvia se quedó estupefacta y pensó un momento: —Si está acostumbrado a ir allí, vayamos, usted me ha hecho ya varios favores y Vivian me ha ayudado hoy, así que les invitaré a cenar como forma de mostrar mi gratitud.Le debía un favor a Daniel, y aunque lo hizo por su hermana, le tenía que devolve
—Fírmalo.Una voz fría y grave sonó por encima de su cabeza, y una copia de los papeles del divorcio apareció delante de ella. Silvia Somoza se sobresaltó ligeramente, y miró a Carlos Ferrero en silencio, esbozando una amarga sonrisa.Ya entendía todo.No era de extrañar que esa mañana la llamara para decirle que aquella noche tenía algo que decirle, ya que normalmente no lo hacía.Llevaba todo el día alegrándose por esa llamada, pero resultaba que lo que le iba a decir era aquello...Tres años de matrimonio que finalmente habían llegado a su fin.Sin decir nada, Silvia tomó los papeles del divorcio, apretándolos un poco, antes de preguntar con la voz un poco ronca: —¿Tenemos que divorciarnos sí o sí?Carlos frunció el ceño, evaluando a la mujer que tenía delante.Parecía que acababa de ordenar la habitación, unas gotas de sudor aún resbalaban por su frente, tenía la mirada cansada y desconcertada, y unas gafas de montura gruesa destacaban en su rostro sin maquillaje. Daba la sensació
Silvia bajó la mirada mientras escuchaba la conversación que se desarrollaba fuera del estudio.En los años transcurridos desde que se había casado con Carlos y había pasado a formar parte de la familia Ferrero, siempre había tratado de la mejor forma a su suegra y a su cuñada. Incluso había sido la que había cuidado de Leticia en el hospital cuando la operaron tras un accidente de coche. Y en el caso de Roberta, fue tratada con aún más respeto y cuidado.Sin embargo, al parecer, no importaba cuánto se esforzara, la actitud de los Ferrero nunca cambiaría.La llamada de Lucía Lázaro no tardó en llegar, y en su voz se podía oír un leve dejo de cansancio:—Sisi, ¿estás segura de que no quieres ir? Recuerdo que te encantaba la caza en el campo, por no hablar de la oportunidad de hacer carreras de autos.Silvia se quedó perpleja por un momento, mientras algunos recuerdos comenzaban a acaparar su mente.Antes de casarse con Carlos, Silvia disfrutaba de la caza, las carreras automovilísticas
Mientras Leticia la miraba atónita, Silvia tomó su maleta y se marchó sin mirar atrás.Y, al salir de la casa de los Ferrero, vio cómo Lucía abría la ventanilla del coche y asomaba la cabeza para lanzarle un beso con una ceja levantada: —Nena, sube. Tenemos que celebrarlo.Eso decía, pero Lucía sabía bien que Silvia se acababa de divorciar y estaba deprimida, por lo que solo la llevó a un restaurante de temática musical, en donde le preguntó los pormenores de su divorcio. —¿Otra vez Fátima? —preguntó, con evidente molestia—. Pero ¿qué le ve Carlos?—No lo sé... —respondió Silvia, con un tono perezoso, mientras removía su café. Silvia no conocía a esa mujer, ya que había conocido a Carlos cuando Fátima se había marchado del país.Se decía que Fátima era tan gentil y buena, que cuando Carlos y el anciano Ferrero se pelearon por ella, esta había sido muy comprensiva y había persuadido a Carlos de que no discutiera con su abuelo, gracias a lo cual Carlos se había casado con Silvia.Vien
Silvia detuvo su paso, parecía tranquila, pero no devolvió el apretón, por lo que Fátima se tensó ligeramente.—El abuelo se enteró de lo nuestro —comenzó a decir Carlos, sacándola de aquella incómoda situación—, y quiere que vayas a cenar esta noche. Vine a recogerte porque tienes el móvil apagado.—De acuerdo —asintió Silvia, mirando el celular y comprobando que en verdad estaba apagado—: Primero, voy a cargarlo. Estaré allí en un rato —añadió, dejando en claro que no iría con ellos.—¿Qué tal si espero a que bajes...? —inquirió Carlos, frunciendo el ceño.—No —lo interrumpió Silvia, con una sonrisa—. Iré por mi cuenta. Y, si te viene bien, mañana a las nueves, iremos por el certificado de divorcio —añadió, mirando a Fátima, al ver que él se quedaba en silencio. —¿Es tan urgente? —preguntó Carlos, un tanto frustrado, aunque Silvia no entendía por qué. —Sí, es urgente —asintió Silvia, con seriedad.Tras aquellas palabas, Carlos no dijo nada más y, con una expresión tensa, rápidament