¿Merece perdón Abel? ¿Qué opinan? Aún nos falta por saber más.
CAPÍTULO 65: ¡De regreso a casa!Manizales - Colombia. Malú limpió el gran torrente de lágrimas que mojaron su rostro al revivir esos dolorosos recuerdos, miró desde afuera su casa, suspiró profundo. —Ya no vas a derramar una lágrima más por él, tú eres fuerte, eres valiente María Luisa Duque, nadie te va a vencer —sentenció, se armó de valor y entonces abrió el portón de madera. Eran las cuatro de la tarde del día siguiente cuando entró a su residencia. —¡Malú! —exclamó Majó la menor de la familia, corrió a abrazarla, sollozando. —¿Qué haces aquí? —balbuceó. María Luisa abrazó a su hermana, derramó varias lágrimas de alegría al estar junto a su familia. —Los extrañé tanto —declaró, luego de besar la mejilla de su hermanita, miró a sus hermanos gemelos. —Tan guapos como siempre —expresó sonriente. —¿Se van a quedar ahí estáticos? El primero en reaccionar fue Juan Andrés, estrechó a su hermana con fuerza, y luego hizo lo mismo Juan Miguel.—¡Nos alegra tanto verte con vida! —exc
Malú volvió al presente, el corazón de nuevo lo tenía estrujado. —Si tan solo hubiera hablado en ese entonces, lo habríamos comprendido, y demostrado lo equivocado que estaba con respecto a la bruja —susurró—, pero no, Abel, tiene ese espíritu rebelde, indomable, similar a ti. —Acarició al caballo, al verlo tranquilo, abrió la puerta del cubículo, lo tomó de las riendas, y lo sacó a pasear. —¡Señorita Malú! —exclamó horrorizado Aureliano, el capataz—, tenga cuidado con el diablo, desde que usted no está, se ha vuelto peor, no hay nadie que lo pueda montar, ni tranquilizar. «¡El diablo!»Malú sacudió su cabeza. —Yo no le tengo miedo al diablo, además está así porque pasa encerrado, él es un espíritu libre como yo. —Sonrió—, más bien trae la montura, y ayudame. Aureliano negó con la cabeza, y obedeció, instantes después Malú montó a aquel salvaje potro al que todos tenía miedo, pero el animal con ella era dócil, María Luisa tenía la capacidad de calmar sus miedos y temores, cuando
—¡Habla Leticia! —vociferó Abel, las vena de su frente saltaba a la vista. —Yo… si te puse una sustancia —balbuceó, y apretó los ojos—, pero no pasó nada entre nosotros, lo único que hacías era llamarla a ella —gruñó—, aproveché ese momento para besarte y hacerte creer que era Malú, pero te quedaste dormido —explicó sollozando, y temblando. Abel la soltó con fuerza, la miró con desprecio, negando con la cabeza. —¡Estás enferma! ¿Con qué fin hiciste eso? ¿Por qué? —gritó Abel furioso. Leticia presionó los parpados. —Quería un bebé contigo —sollozó—, de esa forma te quedarías a mi lado, y no correrías de nuevo a los brazos de esa maldita mujer, mira en lo que te convirtió, ya no eres el de antes —vociferó Leticia. Abel resopló, negó indignado, apretó los puños.—¡Estás loca! ¡Un hijo no me hubiera atado a ti! ¡Necesitas ayuda urgente! Abel empezó a vestirse con rapidez. —¡No te vayas! ¡No me dejes! ¡Era el único recurso que se me ocurrió para retenerte!—¡El más bajo! —vociferó
Eduardo se encontraba revisando la condición de la carretera que iban a repavimentar, ya que requería movilizar la maquinaria adecuada, entonces recibió una llamada de Abel. —¿Cómo van las cosas por allá? —indagó Abel, y se aclaró la voz. —Justamente estoy revisando la carretera, empezaremos mañana mismo —comunicó Eduardo. —¿Cuándo vuelves?—Me alegro por eso. —Guardó silencio—, no lo sé, Leticia está muy mal de la cabeza —empezó a narrarle lo acontecido—, se la llevaron a una clínica de reposo, estoy con el niño, mientras se relaciona con su verdadero padre. —¿Te hiciste exámenes? —cuestionó preocupado por su amigo—. A mí nunca me cayó bien Leticia, te la recomendé porque Margarita me rogó que le diéramos empleo —indicó—, lo importante es que te liberaste por fin de esa carga. Abel inhaló profundo. —Así es, claro que me hice exámenes, me drogó, pero por suerte no se atrevió a más. —Inhaló profundo—. ¿Cómo van las cosas en el hospital? ¿Has sabido algo de Malú? —cuestionó con cur
Mompox - Colombia. Cerca de las seis de la tarde Mafer por fin tuvo un respiro, se acercó a la oficina principal a despedirse del padre Teo, entonces miró un hermoso arreglo floral de rosas rojas. —¡Qué lindo! —exclamó a la secretaria. La señora se llevó la mano a la frente. —Señorita Mafer, usted se va a molestar, este arreglo le llegó desde temprano, pero como usted estaba ocupada y yo también, se me olvidó avisarle. La mirada de Mafer brilló, sus ojos se abrieron con amplitud, esbozó una amplia sonrisa. —¿Para mí?—Sí —contestó la mujer. Mafer se aproximó al arreglo, tomó la tarjeta en las manos. —No sé cuál sea tu flor favorita, por eso escogí las rosas, espero te guste el presente, atentamente: Eduardo. —Suspiró profundo. «No puedo creer que ese demonio me haya enviado flores, está hermoso el arreglo»Se mordió los labios. —Me lo llevo a casa, gracias —dijo y tomó entre sus brazos el presente. Justo cuando salía chocó con un corpulento tórax, elevó su vista, y su coraz
—¿Jorge? —indagó y los ojos le brillaron, pero luego recordó como él le rompió el corazón. —¿Qué haces aquí? Jorge se aproximó a la pareja, miró con desdén a Eduardo, y el caballero español, le plantó la vista, irguiendo la barbilla. —Estamos angustiados por ti en Manizales, por eso vine a saber cómo estás, ¿te encuentras bien? —cuestionó. Mafer no supo qué hacer en ese momento, parpadeó, inhaló profundo, y se armó de valor. —Estoy de maravilla, no te preocupes, mi novio Eduardo me cuida —explicó, y miró al español suplicante. Eduardo comprendió el mensaje, la tomó por la cintura. —Así es, y si nos permites nosotros nos retiramos, tenemos urgencia por llegar a casa. Jorge apretó los puños al escucharlo, notó como las mejillas de Mafer se encendieron. —No tan rápido, mi prima es una chica de casa, no te la vas a llevar, así como si fuera una cualquiera a la casa —recriminó. —Tu prima es mayor de edad —refutó Eduardo con evidente molestia—, y lo que nosotros hagamos no tiene po
Mafer había intentado durante toda la mañana escabullirse de su encuentro con Jorge, pero ya no puedo retrasar más esa charla, cuando él la tomó del brazo. —Tenemos que hablar —dijo él con firmeza, la miró a los ojos con profunda seriedad. Mafer soltó un respingo, tembló sin poder articular una frase, luego de cortos segundos reaccionó. —Está bien, pero aquí en el hospital no podemos —recalcó.Entonces juntos salieron del edificio y se dirigieron a una cafetería cercana. —No entiendo, ¿qué haces aquí? —cuestionó Mafer con curiosidad—, jamás dejas a tus pacientes, y ahora menos a tu novia, estás comprometido. —Apretó los labios. —Me preocupas, jamás has hecho cosas como estas, no quiero que ese español te lastime como lo hizo Abel con tu hermana —recalcó. Mafer lo observó con profunda seriedad. —No creo que alguien pueda lastimarme más de lo que tú lo has hecho —declaró y la voz se le cortó—, siempre has sabido cuáles son mis sentimientos hacia ti, pero jamás te ha interesado lo
Paz salió hasta el bar cafetería del consorcio, sonrió al ver a su hija más animada. —Parece que la charla está muy amena —comentó. —Solo le contaba un chiste a Malú —respondió Sebastián, y saludó con cortesía a la señora Duque—, ha sido una tarde muy gratificante, pero debo irme —expresó, frunció los labios. —Permíteme llevarte hasta tu hotel —dijo Malú, enseguida se despidió de su mamá, y lo mismo hizo Sebastián, de inmediato ambos abandonaron el piso de presidencia. Y cuando María Paz giró para avisarle a Abel que ya podía irse, él ya había salido de la oficina. —Le agradezco por la confianza, no se va a arrepentir. —Besó la mano de la señora Duque, y salió a prisa. Sus intenciones eran seguir a Malú, y saber hasta dónde iba a llegar o había llegado con Sebastián. Con cuidado de no ser visto, conducía a distancia prudente de su exesposa, entonces miró como ella aparcaba el jeep frente a un lujoso hotel. —Ya bajate Sebastián —susurraba Abel apretando con fuerza el volante de