Malú y Abel llegaron a Cartagena, y mientras arribaban al aeropuerto, él le rozó con delicadeza los dedos de la mano de ella. A pesar de la angustia que el corazón de Abel percibía por lo sucedido con Mateo, era inevitable no evocar aquel instante en el cual le pidió a María Luisa ser su esposa; sin embargo, ese mismo día, había descubierto quién era ella en realidad.Malú inspiró profundo, durante todo el trayecto, flashes de su pasado iban llegando a su mente, aturdiéndola por completo. Se llevó la mano a la cabeza, y al igual que Abel rememoró aquella mañana de sol naciente. (***)Meses antes. Al día siguiente de su primera noche de pasión, después de que Malú se entregó a Abel, en cuerpo y alma, ella abrió sus ojos con lentitud, suspiró profundo al rememorar lo sucedido horas antes, de pronto frunció el ceño al ver que su novio no estaba a su lado. «¿Se habrá marchado?» se cuestionó temblorosa, pensó que quizás todo el cortejo de él, había sido solo para conseguir lo que ya ha
Al día siguiente: Mafer descansaba con tranquilidad en los fuertes brazos de Eduardo, él fue el primero en abrir los ojos, la contempló, estaba serena, apacible, entonces suspiró al recordar lo que había confesado horas antes. Eduardo con delicadeza le retiró varios machones que cubrían una de sus mejillas, entonces ella se removió, abrió sus ojos de golpe, y se encontró con los de él, la cabeza le dio vueltas. —¡Ay no! ¡Ay no! ¿Dime que no me sacrificaste? —Se llevó la mano a la frente. Eduardo ladeó los labios, elevó ambas cejas sin entender. —¿Sacrificarte? ¿Quién pensáis que soy, chiquilla? ¿Acaso crees que hago ritos?—Podría ser —murmuró ella—, lo que escuché la otra noche no era de este mundo —declaró aún ebria, volvió a pegar su cabeza al pecho de él. Eduardo soltó una carcajada. —Tranquila, que no pienso sacrificarte de esa forma —respondió sonriente, le acarició la cabellera. De pronto el sonido de un móvil alertó a Eduardo, no era el de él, se quedó pensativo, con de
Era aproximadamente la una de la tarde en Colombia, cuando Mafer aún seguía dormida, se había retirado la sábana, y su vestido se había corrido demasiado. Eduardo se había quitado la camisa, bebía agua de un botellín mirando por la ventana, aprovechando la brisa para refrescarse, el clima era muy cálido en esa ciudad. Cuando giró miró las largas piernas de Mafer, la garganta se le secó al ver la fina lencería que cubría su sexo, sus pupilas se dilataron, y de inmediato se dio golpes en las mejillas. —Pareces un adolescente hormonal —se recriminó, se aproximó a ella, y la cubrió con las sábanas. Él prefirió salir al balcón y beber todo el líquido, no pasaron muchos minutos cuando Mafer despertó de golpe. —¡Los pacientes! ¡El hospital! ¡El padre Teo! —Se puso de pie, se enredó con las sábanas, cayó al suelo, y cuando elevó su rostro, sus labios se separaron en una gran O, sus pupilas se dilataron, al mirar el torso desnudo de Eduardo, sus ojos se centraron en aquel firme pectoral,
Meses antes.Manizales – Colombia.Dos días habían pasado luego de que le pidiera a Malú ser su esposa, y se enterara de que era hija de su peor enemigo, Abel llegó al edificio en el cual su mejor amigo Eduardo, había rentado una oficina para su empresa.Apenas estaba llegando el mobiliario, cuando Abel pidió a esas personas que lo dejaran a solas con su amigo.¿Qué te ocurre, tío, por qué tienes esa cara? —indagó Eduardo.Abel se llevó ambas manos al cabello, tenía los ojos rojos de las malas noches que pasó son conciliar el sueño, la barba le había crecido más, se veía fatal. —Le he pedido matrimonio a Malú —carraspeó, se llevó dos de sus dedos al puente de la nariz. —Te ha dicho que no, es demasiado precipitado —respondió Eduardo. Abel negó con la cabeza. —Aceptó mi propuesta, me voy a casar con la hija de Joaquín Duque, mi peor enemigo —contó con la voz trémula. —Pero ¡qué estás diciendo! ¡No puedes hacer eso, es una locura!Abel se puso de pie, miró a Eduardo con profunda se
Barcelona - España. Epoca actual. Malú limpió las lágrimas que rodaron por sus mejillas al rememorar aquel día, en el cual ella se sentía tan feliz, y Abel solo había llegado buscando venganza. —¿Podrás perdonarme algún día? —cuestionó Abel, con la voz apagada, y los ojos rojos. Malú mantenía la mano en su pecho, su triste mirada se cruzó con la de él. —Ahora no es una cuestión de perdón —empezó a decir, pasó la saliva con dificultad—, comprendo que esa mujer te manipuló, se ganó tu cariño, te utilizó, lo puedo entender, por qué si estuviera en tu lugar, quizás hubiera pensado en hacer lo mismo —sollozó—; sin embargo, si mi amor era verdadero, hubiera desistido, yo no te habría lastimado, ni herido de la forma que tú lo hiciste conmigo. Abel percibió un hondo vacío en su pecho al escucharla, en ocasiones se sentía derrotado, percibía que sus esfuerzos para recuperarla eran en vano. —¿Qué puedo hacer para recuperarte? —Se acercó a ella la tomó de la mano, se veía desesperado—, s
Malú recorría las calles estrechas y adoquinas del barrio el Born, frotaba sus brazos, hacía frío en esa época en Barcelona, miró una mesa libre, afuera frente a una cafetería tomó asiento en una silla y cuando el mesero se acercó tan solo solicitó un café. Los recuerdos aún abombaban su mente, la tristeza le embargaba el alma, inhaló aquel humeante aroma y recordó su casa, extrañaba a su familia. Mientras seguía sumida en sus pensamientos, unos jóvenes músicos se aproximaron a ella. El uno sostenía en sus manos un violín, entonces la vocalista habló. —Nos han pedido dedicaros esta canción. Malú frunció el ceño, extrañada, miró a su alrededor, pero no vio a nadie, asintió y sonrió. Enseguida las notas de «Nunca te olvidaré by Enrique Iglesias» fueron rasgadas en las cuerdas del violín, la vocalista empezó a cantar. «Pueden pasar tres mil años. Puedes besar otros labios. Pero nunca te olvidaré…» Malú cerró los parpados, inspiró profundo, escuchaba atenta la melodía y su corazón
Manizales - Colombia. (Meses antes)Al día siguiente Abel marcaba el móvil de Malú en repetidas ocasiones, pero no obtenía respuesta, recordó que ella salía a trotar desde temprano por los alrededores de la finca, así que de inmediato se movilizó para la hacienda. Malú se ejercitaba, trotando más fuerte que el ritmo normal que solía tener, había escuchado los repliques de su teléfono, pero no quiso responderle a Abel. Cuando cumplió con su hora reglamentaria de hacer ejercicio empezó a volver a la finca, hasta que el chillido de las llantas de un auto detuvo su paso. —¡Malú, cariño! —escuchó en la voz de Abel. Ella bufó, elevó una de sus cejas, se quedó estática y lo miró con seriedad. Abel la recorrió con la vista, ella vestía unos leggins entallados a sus perfectas y firmes piernas, un body ceñido a su esbelta cintura, varias gotas de sudor bajaban de su cuello y recorrían en medio de sus senos. La garganta se le secó y su cuerpo reaccionó. —¿Qué quieres? —respondió ella con a
Barcelona - España. El rostro de Malú se hallaba empañado de lágrimas al rememorar las palabras de sus padres, el pecho le dolió, regresando al presente. —Mi papá presentía algo, por eso me dijo que volviera a casa cuando los necesitara —sollozó—, nunca confió en ti, juraste ante Dios que me amarías, y todo fue mentira —vociferó gimoteando. Abel la tomó de la mano, deglutió la saliva con dificultad, sintió un pinchazo en su pecho al escucharla. —Seré el hombre que te mereces, me ganaré la confianza de tu papá, lo prometo —expresó mirándola a los ojos—, no juré en vano, porque te amo. —Inhaló profundo—, ya no llores más, disfrutemos esta noche, está maravillosa —solicitó señalando las estrellas que iluminaban el firmamento—, si te vas a marchar, déjame disfrutar de estas horas a tu lado. —La voz se le quebró y los ojos se le llenaron de lágrimas. Malú no soportaba verlo tan abatido, el corazón se le achicaba en el pecho, pero era más grande el dolor que él le causó. —Lo lamento,