Eduardo regresaba de Armenia, conducía en dirección a Manizales, en medio de la carretera plagada de cafetales, miró un jeep mal estacionado. Frunció el ceño, aquel auto le era familiar, tocó la bocina varias veces, esperando que la persona que conducía reaccionara. Entonces observó las placas, y de inmediato bajó. Enseguida golpeó la ventana del auto. La conductora tenía la cabeza sobre el volante. De inmediato reconoció esa dorada cabellera. —Chiquilla ¿estás bien? ¿Te has hecho daño? —indagó tocando varias veces la ventana. La joven elevó su rostro, sus mejillas estaban empañadas en lágrimas, su castaño cabello enmarañado, enfocó su mirada llena de tristeza en el apuesto intruso, apretó los puños, al reconocer su voz. —¿Qué quieres? —rugió. —¿Acaso no fue suficiente con el daño que causaron? ¿Tú también quieres hacernos daño?Eduardo deglutió la saliva con dificultad. —Te recuerdo que yo no soy responsable de los actos de Abel, yo en muchas ocasiones le pedí que desistiera de
Malú llegó desde temprano a la iglesia del pueblo, iba enfundada en unos pantalones de mezclilla azules, una camiseta blanca, y unos zapatos deportivos, se había recogido el cabello en una cola, y cubierto la cabeza con una gorra. Un par de minutos después miró el jeep de Abel llegar. «Cálmate corazón» se dijo así misma sintiendo como su pulso se disparaba al verlo. Los labios de Malú se separaron al verlo bajar luciendo unos vaqueros celestes, una camiseta roja que se mostraba su fornido pectoral, cuando lo vio acercarse un cosquilleo le recorrió la piel, y cierta parte de su cuerpo palpitó. «¡Dios, ¿qué me pasa con este hombre? ¿Por qué me atrae tanto?» —Buenos días —saludó él, sonriente, le besó la mejilla, percibiendo una infinita emoción. —Hola —respondió ella y sintió un revoloteo en el estómago, cuando los labios de él, le rozaron el rostro. —¿Lista para tu primer día de trabajo? —indagó Abel y con discreción la recorrió con la vista, contempló su belleza. —Estoy
Una vez que el médico explicó todo el tratamiento. Abel, y Malú se despidieron del especialista, él sintió alivio de verla contenta, y sobre todo de saber que se recuperaría en algún momento, aunque eso significaría que ella recordaría lo que ocurrió entre ellos. —Olvidé mi celular en la oficina del médico —mintió Abel, necesitaba hablar con el especialista a solas. Malú asintió y tomó asiento en una silla. «Espero pronto recordar toda mi vida» se dijo en la mente, sintiendo su corazón emocionado. «¡Qué bueno que Abel apareció en mi vida!» Sus labios esbozaron una sonrisa que fue borrada del rostro de inmediato. «¿Qué le diré a David?» tembló de tan solo pensar en su esposo, sintió el deseo de morder sus uñas, producto de la ansiedad. Abel ingresó al consultorio del especialista. —Doctor, ¿puede recuperar la memoria de golpe? —indagó. —Puede hacerlo en cualquier momento, no tiene lesiones cerebrales como te expliqué, hay pacientes que bloquean los recuerdos dolorosos, pero
Los minutos se hacían eternos para Abel, su corazón se sentía al borde del abismo, no sabía que iba a pasar al instante en que Malú despertara. «¿Se acordará de todo lo que hice?» se cuestionaba mientras le sostenía la mano, y la contemplaba con ternura. —Ojalá puedas entenderme, bonita —susurró y deslizó sus dedos por la sedosa piel de ella, así permaneció a su lado velando sus sueños. ****Al día siguiente.—¡No te me acerques! —gritó Malú, despertando de golpe. Varias gotas de sudor aparecieron en su frente. —Estás bien? —Abel se aproximó a ella de inmediato al escuchar sus palabras, solo tenía los ojos para ella, la acompañaba en el cuarto desde anoche.—¡Abel! —Malú, con las lágrimas en sus ojos, extendió sus brazos al ver a Abel. Se sentía derrumbada por las pesadillas.—¿Cómo te sientes ahora? —indagó con voz suave Abel, intentando calmarla.Pero en su interior se sentía muy nervioso, porque no deseaba que ella recordara, las dudas le carcomían el cerebro. —Me siento… Mal,
Eduardo llegó hasta las instalaciones del consorcio colombiano de café: Alma mía. Justo cuando colocó su dedo para pulsar el botón del elevador, los frágiles dedos de una mujer hicieron lo mismo. —Huele a azufre —musitó ella, y lo observó irguiendo la barbilla. —¿Será tu perfume? —indagó él, y la miró de pies a cabeza—, dicen que el diablo se disfraza de mujer, y de las más bellas, como tú. Mafer apretó los labios, y resopló. —¿Qué haces en mi empresa? ¿Cómo te atreves a venir? —rugió furiosa. —Tengo una cita con tu papá. —Encogió los hombros y ladeó los labios. Mafer lo observó ceñuda. —¡No es cierto! —exclamó—, hoy tenemos junta directiva, y tú no eres parte de mi familia. —Ah, por qué no se me ha presentado la oportunidad, pero si tú quieres, puedo convertir a tu papá en mi suegro. —Sonrió. Mafer rodó los ojos, negó con la cabeza. —Ni lo sueñes, descarado —espetó y lo empujó para entrar en el elevador, a continuación, él hizo lo mismo. Ella se cruzó de brazos y se paró e
—¿Quién es esa mujer? —cuestionó Malú pensativa, ese nombre le era familiar. «Luz Aída Garzón» repitió en su memoria, intentando saber en dónde había escuchado nombrarla. —Esa mujer se acercó a mi madre y a mí, en un momento que pasábamos por serios problemas, en el pueblo donde yo nací y me críe parte de mi infancia, la guerrilla se apoderó de todo, nos despojaron de nuestras tierras —comentó sintiendo un nudo en la garganta—, forzaban a las mujeres para cumplir sus caprichos, mi madre fue víctima de esos miserables. —Apretó los puños—, entonces apareció Luz Aída, nos sacó de ese pueblo, y empezó a mandarnos dinero para ayudarnos con nuestros gastos —confesó con la respiración agitada. Malú se estremeció al escuchar su relato. —Lo que me cuentas es terrible, ¿sufriste mucho? —indagó, observando a Abel, con la mirada cristalina.Abel notó en los ojos de su esposa: tristeza, dolor, miedo, hasta ansiedad, entonces no supo si debía continuar con el relato, o callarse.«No quiero perd
—¿Cómo está la situación? —indagó Abel luego de saludar con Eduardo, quién había ido por él al aeropuerto. —Complicada, la familia Duque, desconfía de nosotros, ten cuidado como planteas las cosas —recomendó. —¿Qué ha pasado con Malú?Abel tomó una gran bocanada de aire. —Espero me crean —inhaló profundo—, Malú ha decidido tomarse unos días, pero no me ha dicho ni, si, ni no, está muy confundida —explicó—, hoy pasé a la alcoba a despedirme, fue algo distante conmigo. —Tampoco se va a lanzar a tus brazos, luego de que confesaste en parte lo que hiciste —advirtió Eduardo, conduciendo por las calles de Manizales en dirección al apartamento de Abel. —Lo sé, pero no me daré por vencido —aseguró. ****Joaquín Duque charlaba con el capataz de la hacienda, le daba órdenes precisas de contratar más recolectores para la época de cosecha, cuando una de las empleadas de la casa, llegó corriendo. —Don Joaquín, le dejaron este sobre, me pidieron que se lo entregara en sus propias manos, me di
Malú luego de haber charlado con sus padres por la videollamada, no se quedó tranquila, sentía un vacío en el pecho que no la dejaba en paz. «¿Y si regreso con mi familia? Quizás eso sea lo mejor. Pero, ¿qué va a pasar con Abel, tengo tantas dudas y secretos por descubrir?» Su semblante se llenó de contrariedad, en ese instante se encontraba en el hospital del pueblo, entonces fue al baño, y se mojó el rostro, intentando disiparse, de inmediato volvió a sus labores. Cuando se disponía a finalizar su jornada, se sobresaltó al sentir que alguien la tomó del brazo. —Ven conmigo —rogó—, no regreses con tus padres, si lo haces, no podré demostrarte lo mucho que te amo, y lo arrepentido que estoy, por favor. —La miró suplicante, y con la voz agitada. —¿Abel? —cuestionó Malú, parpadeando sorprendida al ver que había regresado a la brevedad, el corazón se le aceleró al tenerlo tan cerca—, no soy una niña, nadie me puede obligar a irme o quedarme, esa es mi decisión —informó y empezó