Malú luego de haber charlado con sus padres por la videollamada, no se quedó tranquila, sentía un vacío en el pecho que no la dejaba en paz. «¿Y si regreso con mi familia? Quizás eso sea lo mejor. Pero, ¿qué va a pasar con Abel, tengo tantas dudas y secretos por descubrir?» Su semblante se llenó de contrariedad, en ese instante se encontraba en el hospital del pueblo, entonces fue al baño, y se mojó el rostro, intentando disiparse, de inmediato volvió a sus labores. Cuando se disponía a finalizar su jornada, se sobresaltó al sentir que alguien la tomó del brazo. —Ven conmigo —rogó—, no regreses con tus padres, si lo haces, no podré demostrarte lo mucho que te amo, y lo arrepentido que estoy, por favor. —La miró suplicante, y con la voz agitada. —¿Abel? —cuestionó Malú, parpadeando sorprendida al ver que había regresado a la brevedad, el corazón se le aceleró al tenerlo tan cerca—, no soy una niña, nadie me puede obligar a irme o quedarme, esa es mi decisión —informó y empezó
El nombre de aquella mujer retumbó en las paredes de la alcoba. La mirada del señor Duque cambió de tono, oscureció. —Una bruja que nos hizo mucho daño —recalcó Joaquín apretando los dientes. Malú frunció el ceño, miró a su madre, y luego a su papá. —Abel dice que nosotros la dejamos sin nada, que ella era parte de la familia, que era tu tía. —Le dijo a su padre. —Esa mujer estaba loca —reiteró María Paz, inhalando profundo, para disimular la molestia que le causaba rememorar a esa mujer—, nunca quiso a nadie, todo lo que hizo por Abel, fue con un propósito: la venganza —declaró con seriedad. «¿Entonces a eso se refería Martín, al daño que nos causó Abel, por venganza?» se dijo en la mente y por unos momentos dudó de haberle dado una oportunidad, el corazón le tembló, entonces inhaló profundo.¿Esta vez las cosas serían diferentes, sin el fantasma de aquella nefasta mujer en medio?, pero ¿Cómo borraban las huellas de lo ocurrido?—Decidí darle una oportunidad a Abel —confesó y lo
La calidez de su aliento, provocó que Malú perdiera la poca cordura que le quedaba, cerró sus ojos y sintió como un remolino de exquisitas sensaciones le recorrían la piel, jadeó bajito cuando la lengua de Abel se posó en su garganta, y la acarició. —¡Diablo… no sigas! —balbuceó, sostenía una lucha mental entre lo que decía su conciencia y lo que su cuerpo demandaba. Abel no hizo caso, pues el cuerpo de Malú respondía a cada una de sus caricias, y besos, sus manos fueron subiendo con lentitud desde su cintura hasta posarse en uno de sus firmes senos. «¡Dios bendito!» exclamó ella en su mente, al sentir los dedos de él en sus endurecidos pezones, vibró cuando él la apretó más a su cuerpo y ella pudo percibir la intensidad de su deseo. «¡Voy a arder en el infierno!» Al no tener oposición de ella, Abel la tomó de la cintura y la subió al mesón de la cocina, su mirada llena de fuego se cruzó con la de Malú, ladeó los labios con esa expresión de cinismo que solía poner, y que dispara
—Ingeniero —expuso la voz de un hombre, haciendo que Abel detuviera el paso. —¿Qué sucede? —indagó contrariado. —Tenemos problemas, no han gestionado los permisos en la alcaldía, y no nos permiten evaluar la zona. Abel sacudió su cabeza, se le había olvidado por completo su trabajo. Apretó los puños. —Estoy bien —respondió, y tosió un par de veces intentando recuperar el aliento—, no lo recordaba, ya mismo soluciono eso —masculló muy a su pesar, sacó su móvil y llamó a Leticia. —Hola cariño —respondió ella con entusiasmo. —Necesito que en este momento gestiones los permisos para la construcción y repavimentación de las vías que te voy a enviar en un correo —ordenó contrariado. —Veo que estás de mal humor —refutó Leticia—, envíame eso, y de inmediato haré mi trabajo, ¿en qué parte lo harás?Abel frunció los labios resopló. —En Mompox —indicó—, te envío la información, buenas tardes. —Colgó la llamada. Leticia en Manizales gruñó, sabía que estaba con Malú; sin embargo, el mal h
En horas de la noche Abel regresaba a Mompox, no tenía noticias de Malú y eso lo tenía con el ánimo por el piso, anudado a que percibía todos sus músculos adoloridos, los parpados pesados y los ojos le ardían, además que la fiebre no cedía. —Ingeniero, debe revisarle un médico —propuso el chofer. —No es nada, solo un malestar pasajero —indicó carraspeando—, llévame con el padre Teo —solicitó. «¡Él es el único que puede saber en dónde está Malú!» Percibía una opresión en el pecho, desconocía que ella le había dejado una nota, pero el chico de recepción era muy despistado y se le olvidó entregarle la misiva. **** Malú colocó un cuenco con agua para fifí, le dejó comida en otro plato, le acarició la cabeza. —Te portas bien, bonita —habló con la gatita—, espero no tardar mucho. —Suspiró profundo, tomó su bolso y abandonó su apartamento. Percibía un cúmulo de sensaciones anidadas en su estómago, parecía tener un montón de mariposas revoloteando. Libraba una batalla interna cons
Malú sintió un corrientazo. Cerró los ojos por unos minutos, respiró profundo un par de veces. —Creo que ya puedes bañarte solo, yo iré a buscarte unos medicamentos para la fiebre, y a pedir que te traigan un caldo de pollo. —Se aclaró la voz, y giró para salir del baño. De repente sintió los brazos de Abel que la tomaron de la cintura, y en un par de segundos se encontraba bajo la regadera, pegada al cuerpo de él. El pulso se le disparó, su piel quemaba a pesar del agua que corría por su piel. «¡Aquí vamos de nuevo!»Abrió sus labios para refutar y fue en ese preciso momento que la lengua de Abel se introdujo en su boca. Malú intentó forcejear, pero lo que su organismo demandaba era más poderoso que sus fuerzas, además los brazos de Abel parecían cadenas. Aún su mente no lograba asimilar lo que estaba pasando, pero sus labios correspondían a los movimientos que Abel exigía con su boca, y su lengua iba al encuentro de la de él. Se olvidó de pensar y se dedicó solo a sentir: ¿Qué p
Los rayos del sol se filtraban por la ventana de la alcoba de la suite. Abel parpadeó sintió su garganta seca, cuando intentó moverse se vio prisionero de unos cálidos brazos y piernas. Abrió sus ojos de golpe, y el corazón le retumbó con violencia. —¡Malú! —susurró y suspiró profundo. —¡Te quedaste conmigo! —murmuró, y con delicadeza le retiró un mechón de cabello de su rostro, y la contempló dormida, como tantas noches cuando amanecían juntos—, eres muy bella, te amo tanto. —Besó su frente y la estrechó más a su cuerpo, anhelando convertir ese momento en algo eterno. Malú se removió, parpadeó, inhaló el aroma a pino que desprendía la piel de Abel, y abrió los ojos de inmediato. Intentó moverse, pero él la tenía abrazada a su cuerpo. —Buenos días, mi bella durmiente —saludó él, la observó con un brillo especial en la mirada. Malú se estremeció, sintió un cosquilleo en su vientre. —Hola. —Le tocó la frente—, la fiebre ha bajado, debes hidratarte —recomendó, intentó moverse, pero
Malú tragó con rapidez el bocado de piña que minutos antes se llevó a la boca. —Me siento muy confundida —habló con sinceridad, parpadeando—. Ya sé que te confabulaste con la mujer que más daño le ha causado a mi familia —expresó percibiendo su pecho agitado. —¿Cómo pretendes que te crea, si te acercaste a mí solo por venganza? —La voz se le quebró. Abel irguió la barbilla, tragó grueso. —No, no me acerqué a ti con esas intenciones, me enamoré desde el día que te vi, cuando mi chofer casi te atropella y caíste al río en Bolivia, desde el instante que tus ojos se cruzaron con los míos, me flechaste, no sabía tu nombre, menos tu apellido —recalcó. La barbilla de Malú tembló. Ambos como si sus mentes estuvieran conectadas, rememoran el día que sus destinos se cruzaron, un año antes: (...) Alto Beni- Bolivia. Malú se encontraba con la mirada perdida, los puños apretados, el ceño fruncido, muy enfadada, luego de haber puesto en su lugar al hombre que se burló de una de sus prim