Los rayos del sol se filtraban por la ventana de la alcoba de la suite. Abel parpadeó sintió su garganta seca, cuando intentó moverse se vio prisionero de unos cálidos brazos y piernas. Abrió sus ojos de golpe, y el corazón le retumbó con violencia. —¡Malú! —susurró y suspiró profundo. —¡Te quedaste conmigo! —murmuró, y con delicadeza le retiró un mechón de cabello de su rostro, y la contempló dormida, como tantas noches cuando amanecían juntos—, eres muy bella, te amo tanto. —Besó su frente y la estrechó más a su cuerpo, anhelando convertir ese momento en algo eterno. Malú se removió, parpadeó, inhaló el aroma a pino que desprendía la piel de Abel, y abrió los ojos de inmediato. Intentó moverse, pero él la tenía abrazada a su cuerpo. —Buenos días, mi bella durmiente —saludó él, la observó con un brillo especial en la mirada. Malú se estremeció, sintió un cosquilleo en su vientre. —Hola. —Le tocó la frente—, la fiebre ha bajado, debes hidratarte —recomendó, intentó moverse, pero
Malú tragó con rapidez el bocado de piña que minutos antes se llevó a la boca. —Me siento muy confundida —habló con sinceridad, parpadeando—. Ya sé que te confabulaste con la mujer que más daño le ha causado a mi familia —expresó percibiendo su pecho agitado. —¿Cómo pretendes que te crea, si te acercaste a mí solo por venganza? —La voz se le quebró. Abel irguió la barbilla, tragó grueso. —No, no me acerqué a ti con esas intenciones, me enamoré desde el día que te vi, cuando mi chofer casi te atropella y caíste al río en Bolivia, desde el instante que tus ojos se cruzaron con los míos, me flechaste, no sabía tu nombre, menos tu apellido —recalcó. La barbilla de Malú tembló. Ambos como si sus mentes estuvieran conectadas, rememoran el día que sus destinos se cruzaron, un año antes: (...) Alto Beni- Bolivia. Malú se encontraba con la mirada perdida, los puños apretados, el ceño fruncido, muy enfadada, luego de haber puesto en su lugar al hombre que se burló de una de sus prim
«Positivo» había sido el resultado de ambos luego de realizarse la prueba del antígeno, así que luego de discutir en dónde se iban a encerrar, decidieron hacerlo en el apartamento de Malú, ella no podía dejar a fifí sola, por tantos días. «¡Esto es una locura! ¡Dios por qué te empeñas en acercarme a él!» pensó Malú, mientras iba en el auto con Abel, carraspeó, percibiendo un ardor en su garganta, se aclaró la voz, y frunció la nariz. —¿Estás bien? —indagó Abel, giró unos segundos para verla. Malú volteó su rostro su azulada mirada se reflejó en esos ojos color chocolate. —Tengo la garganta seca —explicó. Abel colocó su mano en la frente de Malú. —Parece que también tienes fiebre —explicó y la miró con ternura, la tomó de la mano—, nos cuidaremos juntos, como lo que somos: esposos, recuerda que juramos ante Dios, en la salud y enfermedad. El corazón de Malú se aceleró, las palabras de él hicieron eco en su mente, se remontó al día de su boda, esa la recordaba con total claridad.
Malú parpadeó, el aroma a comida inundó sus fosas nasales, el estómago le rugió, entonces estiró sus brazos, y se desperezó. Notó que Abel ya no estaba a su lado, y cuando se disponía a salir de la cama, él apareció sosteniendo la bandeja con el desayuno. —Buenos días, mi bella durmiente —dijo él. Malú no puedo evitar sonreír al verlo, él tenía el cabello enmarañado, y a pesar de eso se veía atractivo, ella suspiró profundo. —Hola, ¿cómo amaneciste? —cuestionó. —Bastante mejor, el descanso y las medicinas me hicieron bien, ¿y tú? —Ya no me duele el cuerpo, no tengo fiebre —comentó ella, lo miró a los ojos y de nuevo su corazón se aceleró. Abel sintió alivio, no deseaba que se fuera a poner mal, se acercó con la bandeja. —Preparé lo que te gusta —mencionó arqueando una de sus cejas, orgulloso. Malú inhaló el aroma del pan tostado con mantequilla, jamón y queso, se mojó los labios. —El almuerzo corre por mi cuenta —propuso ella. —Prefiero ser yo el que cocine. —Sonrió—, tiene
Alto Beni - Bolivia. (Un año antes)Aquella noche en el pueblo se iba a dar una celebración en el único bar que existía en honor a Abel y todo su equipo. Cuando Malú se enteró de que el ex de su prima iba a asistir, convenció a la chica de ir a aquel evento. Ambas se vistieron como para salir a matar. Cuando ingresaron al bar, un profundo silencio se hizo en el ambiente al verlas, pues con su belleza y presencia captaron la atención de todos. Ambas ignoraron los murmullos y caminaron con total seguridad hacia la mesa en donde los colegas médicos de Aurora estaban esperándolas. La gente reunida en el lugar esperaba la llegada de los visitantes extranjeros, entonces Malú ladeó los labios, y se aproximó al dueño de la cantina, porque en realidad no era un bar, y le pidió reproducir a través de BT una pista. Aurora se puso de pie y corrió hacia su prima. —¿Qué piensas hacer? —cuestionó. —Amenizar el ambiente —dijo Malú, entonces tomó un micrófono en sus manos, y de inmediato la pi
Luego de que ambos habían rememorado sus primeros besos, y que Abel logró convencer a Malú de que entre él y Leticia no había nada, entre ambos hicieron el almuerzo, limpiaron la casa, jugaron un partido de Scrabble, y así finalizó el segundo día del encierro. Al tercer día, la rutina fue la misma, esta vez, luego de realizar las labores cotidianas, jugaron Jenga, pero empezaron a sentirse agotados, y decidieron irse a la cama. Abel se removía con inquietud en el lecho, gotas de sudor aparecieron en su frente, su pecho subía y bajaba agitado. Tenía una pesadilla, o más bien un antiguo y doloroso recuerdo de su infancia apareció en sus sueños. Apenas tenía ocho años, cuando aquel día, su jornada fue interrumpida, por balazos de ametralladoras. «—¡Al suelo, niños! —» fue el grito lleno de horror de la maestra. El corazón de Abel palpitaba con mucha fuerza, se agachó y metió bajo su pupitre, se aferraba a las patas de madera, mientras escuchaba aquellas detonaciones y el llanto
Eduardo revisaba su móvil, entonces notó que la llamada de Mafer, duró más de lo que ella habló, se llevó la mano a la frente. —¡No puede ser! —Ladeó los labios, divertido—, parece que eres una pervertida, y que te encanta escuchar lo que hacen otras personas. —Sonrió—, eres peor de lo que imaginaba Mafer Duque, toda una cajita de sorpresas. —Asintió. —¿Por qué me habrás llamado? —se cuestionó, miró la hora era tarde, y no podía molestarla, no era correcto—. Me comunicaré contigo en la mañana, ansío saber cuál es la insistencia en verme. —Como si fuera una adolescente miró la fecha y hora de la última vez que ella se había conectado a Wh@tsaap, notó que un minuto antes. “¿Estás despierta?” fue el mensaje que digitó. **** Mafer no había podido conciliar el sueño, sostenía su móvil en las manos, cuando de pronto le llegó un mensaje, abrió sus ojos con sorpresa. —¡Eduardo! ¡Ay virgencita este es el diablo, lo invoqué y apareció! Entonces leyó el texto, ladeó los labios, no iba a
Cartagena de indias, Colombia. Ocho meses antes. Dos meses habían pasado desde que Malú y Abel se conocieron; luego de que ella, no asistió a la cita, no se habían vuelto a ver, ni saber uno del otro; sin embargo, ninguno de los dos había podido olvidar lo sucedido en Bolivia, y menos cuando Aurora había filmado todo. «¡Quizás debí darte la oportunidad de tener una cita contigo!» se cuestionó Malú, suspirando pensando en él, se hallaba recargada en el balcón de su suite. Había asistido a un congreso de exportadores de café en Cartagena; disfrutaba del ruido que hacía el mar golpeando con la playa, y aquella suave brisa que le acariciaba la piel. De pronto escuchó quejidos, murmullos, palabras soeces. Abrió sus ojos y miró a lo lejos a tres hombres golpeando a un hombre, notó que el caballero se defendía como podía, pero era uno contra tres. «¡Montoneros!» expresó en su mente apretando los puños. No pensó un segundo en ayudar a aquella persona, corrió a la alcoba, sacó su arma y vo