Eduardo llegó hasta las instalaciones del consorcio colombiano de café: Alma mía. Justo cuando colocó su dedo para pulsar el botón del elevador, los frágiles dedos de una mujer hicieron lo mismo. —Huele a azufre —musitó ella, y lo observó irguiendo la barbilla. —¿Será tu perfume? —indagó él, y la miró de pies a cabeza—, dicen que el diablo se disfraza de mujer, y de las más bellas, como tú. Mafer apretó los labios, y resopló. —¿Qué haces en mi empresa? ¿Cómo te atreves a venir? —rugió furiosa. —Tengo una cita con tu papá. —Encogió los hombros y ladeó los labios. Mafer lo observó ceñuda. —¡No es cierto! —exclamó—, hoy tenemos junta directiva, y tú no eres parte de mi familia. —Ah, por qué no se me ha presentado la oportunidad, pero si tú quieres, puedo convertir a tu papá en mi suegro. —Sonrió. Mafer rodó los ojos, negó con la cabeza. —Ni lo sueñes, descarado —espetó y lo empujó para entrar en el elevador, a continuación, él hizo lo mismo. Ella se cruzó de brazos y se paró e
—¿Quién es esa mujer? —cuestionó Malú pensativa, ese nombre le era familiar. «Luz Aída Garzón» repitió en su memoria, intentando saber en dónde había escuchado nombrarla. —Esa mujer se acercó a mi madre y a mí, en un momento que pasábamos por serios problemas, en el pueblo donde yo nací y me críe parte de mi infancia, la guerrilla se apoderó de todo, nos despojaron de nuestras tierras —comentó sintiendo un nudo en la garganta—, forzaban a las mujeres para cumplir sus caprichos, mi madre fue víctima de esos miserables. —Apretó los puños—, entonces apareció Luz Aída, nos sacó de ese pueblo, y empezó a mandarnos dinero para ayudarnos con nuestros gastos —confesó con la respiración agitada. Malú se estremeció al escuchar su relato. —Lo que me cuentas es terrible, ¿sufriste mucho? —indagó, observando a Abel, con la mirada cristalina.Abel notó en los ojos de su esposa: tristeza, dolor, miedo, hasta ansiedad, entonces no supo si debía continuar con el relato, o callarse.«No quiero perd
—¿Cómo está la situación? —indagó Abel luego de saludar con Eduardo, quién había ido por él al aeropuerto. —Complicada, la familia Duque, desconfía de nosotros, ten cuidado como planteas las cosas —recomendó. —¿Qué ha pasado con Malú?Abel tomó una gran bocanada de aire. —Espero me crean —inhaló profundo—, Malú ha decidido tomarse unos días, pero no me ha dicho ni, si, ni no, está muy confundida —explicó—, hoy pasé a la alcoba a despedirme, fue algo distante conmigo. —Tampoco se va a lanzar a tus brazos, luego de que confesaste en parte lo que hiciste —advirtió Eduardo, conduciendo por las calles de Manizales en dirección al apartamento de Abel. —Lo sé, pero no me daré por vencido —aseguró. ****Joaquín Duque charlaba con el capataz de la hacienda, le daba órdenes precisas de contratar más recolectores para la época de cosecha, cuando una de las empleadas de la casa, llegó corriendo. —Don Joaquín, le dejaron este sobre, me pidieron que se lo entregara en sus propias manos, me di
Malú luego de haber charlado con sus padres por la videollamada, no se quedó tranquila, sentía un vacío en el pecho que no la dejaba en paz. «¿Y si regreso con mi familia? Quizás eso sea lo mejor. Pero, ¿qué va a pasar con Abel, tengo tantas dudas y secretos por descubrir?» Su semblante se llenó de contrariedad, en ese instante se encontraba en el hospital del pueblo, entonces fue al baño, y se mojó el rostro, intentando disiparse, de inmediato volvió a sus labores. Cuando se disponía a finalizar su jornada, se sobresaltó al sentir que alguien la tomó del brazo. —Ven conmigo —rogó—, no regreses con tus padres, si lo haces, no podré demostrarte lo mucho que te amo, y lo arrepentido que estoy, por favor. —La miró suplicante, y con la voz agitada. —¿Abel? —cuestionó Malú, parpadeando sorprendida al ver que había regresado a la brevedad, el corazón se le aceleró al tenerlo tan cerca—, no soy una niña, nadie me puede obligar a irme o quedarme, esa es mi decisión —informó y empezó
El nombre de aquella mujer retumbó en las paredes de la alcoba. La mirada del señor Duque cambió de tono, oscureció. —Una bruja que nos hizo mucho daño —recalcó Joaquín apretando los dientes. Malú frunció el ceño, miró a su madre, y luego a su papá. —Abel dice que nosotros la dejamos sin nada, que ella era parte de la familia, que era tu tía. —Le dijo a su padre. —Esa mujer estaba loca —reiteró María Paz, inhalando profundo, para disimular la molestia que le causaba rememorar a esa mujer—, nunca quiso a nadie, todo lo que hizo por Abel, fue con un propósito: la venganza —declaró con seriedad. «¿Entonces a eso se refería Martín, al daño que nos causó Abel, por venganza?» se dijo en la mente y por unos momentos dudó de haberle dado una oportunidad, el corazón le tembló, entonces inhaló profundo.¿Esta vez las cosas serían diferentes, sin el fantasma de aquella nefasta mujer en medio?, pero ¿Cómo borraban las huellas de lo ocurrido?—Decidí darle una oportunidad a Abel —confesó y lo
La calidez de su aliento, provocó que Malú perdiera la poca cordura que le quedaba, cerró sus ojos y sintió como un remolino de exquisitas sensaciones le recorrían la piel, jadeó bajito cuando la lengua de Abel se posó en su garganta, y la acarició. —¡Diablo… no sigas! —balbuceó, sostenía una lucha mental entre lo que decía su conciencia y lo que su cuerpo demandaba. Abel no hizo caso, pues el cuerpo de Malú respondía a cada una de sus caricias, y besos, sus manos fueron subiendo con lentitud desde su cintura hasta posarse en uno de sus firmes senos. «¡Dios bendito!» exclamó ella en su mente, al sentir los dedos de él en sus endurecidos pezones, vibró cuando él la apretó más a su cuerpo y ella pudo percibir la intensidad de su deseo. «¡Voy a arder en el infierno!» Al no tener oposición de ella, Abel la tomó de la cintura y la subió al mesón de la cocina, su mirada llena de fuego se cruzó con la de Malú, ladeó los labios con esa expresión de cinismo que solía poner, y que dispara
—Ingeniero —expuso la voz de un hombre, haciendo que Abel detuviera el paso. —¿Qué sucede? —indagó contrariado. —Tenemos problemas, no han gestionado los permisos en la alcaldía, y no nos permiten evaluar la zona. Abel sacudió su cabeza, se le había olvidado por completo su trabajo. Apretó los puños. —Estoy bien —respondió, y tosió un par de veces intentando recuperar el aliento—, no lo recordaba, ya mismo soluciono eso —masculló muy a su pesar, sacó su móvil y llamó a Leticia. —Hola cariño —respondió ella con entusiasmo. —Necesito que en este momento gestiones los permisos para la construcción y repavimentación de las vías que te voy a enviar en un correo —ordenó contrariado. —Veo que estás de mal humor —refutó Leticia—, envíame eso, y de inmediato haré mi trabajo, ¿en qué parte lo harás?Abel frunció los labios resopló. —En Mompox —indicó—, te envío la información, buenas tardes. —Colgó la llamada. Leticia en Manizales gruñó, sabía que estaba con Malú; sin embargo, el mal h
En horas de la noche Abel regresaba a Mompox, no tenía noticias de Malú y eso lo tenía con el ánimo por el piso, anudado a que percibía todos sus músculos adoloridos, los parpados pesados y los ojos le ardían, además que la fiebre no cedía. —Ingeniero, debe revisarle un médico —propuso el chofer. —No es nada, solo un malestar pasajero —indicó carraspeando—, llévame con el padre Teo —solicitó. «¡Él es el único que puede saber en dónde está Malú!» Percibía una opresión en el pecho, desconocía que ella le había dejado una nota, pero el chico de recepción era muy despistado y se le olvidó entregarle la misiva. **** Malú colocó un cuenco con agua para fifí, le dejó comida en otro plato, le acarició la cabeza. —Te portas bien, bonita —habló con la gatita—, espero no tardar mucho. —Suspiró profundo, tomó su bolso y abandonó su apartamento. Percibía un cúmulo de sensaciones anidadas en su estómago, parecía tener un montón de mariposas revoloteando. Libraba una batalla interna cons