Días después. Ambas parejas programaron una cita con Elsa, la amiga ginecóloga de Myriam, viajaron a Chicago, y se dirigieron a la clínica de fertilización. —Buenos días, bienvenidos —saludó Elsa con ambas parejas—, tengo entendido que están aquí por un tratamiento de maternidad subrogada. —Así es —respondió Mafer—, yo alquilaré mi vientre. —Bien —contestó Elsa—, necesito que ambas parejas se realicen varios exámenes —indicó—, María Fernanda a ti debo hacerte varios estudios para constatar que estás apta para recibir los óvulos fecundados, una vez que determine que estás apta para eso, deberás seguir el tratamiento para que tu útero reciba los embriones —explicó—, a ti María Luisa te prepararemos para un tratamiento para el ciclo de FIV. Abel y Eduardo como era de esperarse, averiguaron sobre los riesgos, expusieron sus dudas, todo fue resuelto por Elsa, entonces se quedaron tranquilos. Enseguida se realizaron los análisis, y decidieron salir a pasear por Chicago para bajar el e
—¡No digas eso! —exclamó Mafer—, esta vez puede ser diferente. —Ya sabes lo qué pasó la otra vez —balbuceó María Luisa y abrazó a su hermana. Elsa guardó silencio, y observó los exámenes realizados a Malú, entonces se aclaró la garganta. —Por favor, tomen asiento —solicitó. Mafer y Malú se observaron entre ellas, se miraron en silencio, ambas sintieron nerviosismo, y luego se sentaron y se agarraron de la mano. —¿Qué sucede? —cuestionó Malú. —Quiero aclararles que cualquier embarazo, puede tener riesgos —empezó diciendo. —Mafer, en tus estudios todo está bien, eres joven, fuerte, pero, un embarazo gemelar requiere más cuidado que un individual, vas a sentir más cansancio, más malestares, y otras molestias más —explicó. —Eso quiere decir que las náuseas que he venido sintiendo estos días, no eran por la ansiedad, sino por el embarazo —cuestionó Mafer a Elsa. —Es posible, yo te voy a recetar un medicamento para que en caso de que sigas con ese malestar, te lo tomes, pero como us
Y mientras ambas chicas desaparecían por un pasillo, Abel y Eduardo se observaron a los ojos, los dos estaban confundidos. —Ambas evaden el tema de la inseminación —advirtió Edu. —Algo le pasa a Malú, está extraña, lo noto en su mirada —expuso Abel—, estoy empezando a preocuparme. —Si no supiéramos que cuando tienen mucha ansiedad les da esas reacciones adversas, pensaría que me cambiaron de esposa. —Negó con la cabeza. **** —¿Te sientes mejor? —cuestionó Malú a su hermana, al momento que la ayudó a ponerse de pie. —Odio estas náuseas —se quejó haciendo un puchero. —¿Por qué tú no las tienes? —cuestionó a Malú. —No lo sé, quizás porque apenas tengo cuatro semanas —advirtió—, debes tomar el medicamento que nos recetó Elsa. —Tienes razón, volvamos con nuestros esposos, aunque no sé cuánto más resista no decirle a Eduardo que será papá. —Suspiró profundo. —Se lo podrás decir después de cenar —recomendó Malú, entonces ambas volvieron a la mesa. Eduardo notó que su esposa s
Días después. Ambas parejas retornaron a Manizales, las gemelas sabían que sus padres estarían pendientes de su llegada, para indagar sobre el procedimiento, pero ellas querían preparar el terreno para darle la noticia a su padre. —Mafer y Malú llegaron ayer de Chicago, y no han aparecido por esta casa —reclamó Joaquín en la mesa, mientras desayunaba—, aunque si me traen la noticia de que hicieron el procedimiento, tendré que tomar mucha valeriana. María Paz carcajeó al escucharlo, y colocó su mano sobre la de él. —Duquecito, no puedes prohibir que nuestros hijos tengan su familia —reprochó—, yo me muero por ver correr por esta hacienda a varios bebés, igualitos a ti. —Suspiró profundo. Joaquín observó con ternura a su esposa. —Siempre y cuando salgan idénticos a mí, pero ya los escucho hablar como su padre: Ostia abuela, este chaval no quiere la sopa —resopló. María Paz volvió a soltar una risotada al escucharlo. —Cómo sea que hablen, le darán alegría a la hacienda —recalcó.
Los demás integrantes de la familia se acercaron para mirar de qué se trataba. Mafer se aproximó a su mamá, y la llevó junto a su padre. —El regalo es para ambos. María Paz suspiró, se acercó a Joaquín, él tomó la caja en sus manos, y ella lo ayudó a abrirla. —Los mejores padres del mundo, ahora se convertirán en los mejores abuelos —susurró María Paz, leyó la tarjeta y su mirada se iluminó. —¡El tratamiento funcionó! —Observó a su esposo, que observaba la caja sin pronunciar una sola palabra. Mafer y Malú se acercaron a sus padres, y de la caja grande sacaron dos pequeñas, una para su mamá y otra para su papá. María Paz abrió la de ella, y notó cuatro pares de zapatitos. —Abuelita cuida de mis zapatos, los necesitaré cuando me conozcas muy pronto. Paz parpadeó conmovida. —¿Cómo saben que serán gemelos o mellizos? ¿No es muy pronto?—No tuvimos necesidad de realizar el procedimiento —explicó Mafer—, estoy embarazada. María Paz abrazó a su hija, completamente conmovida, sus o
Varias semanas después. Malú miraba en el espejo como su vientre empezaba a crecer, aunque apenas contaba con nueve semanas de embarazo, al ser múltiple, su estómago empezaba a formar un pequeño bulto. Aunque todavía no podía estar tranquila, su anterior bebé lo perdió cuando tenía ocho semanas, y el temor era grande. —¿Qué vas a hacer hoy? —indagó Abel, mientras la abrazaba por la cintura, y colocaba sus fuertes manos en el vientre de su esposa. —Debo verificar que todo esté en orden para la nueva cosecha, y enseguida le pediré a alguien que me lleve al consorcio. —Lo miró a través del espejo—, no te preocupes estaremos bien. —Sonrió. —Yo estaré en la obra, intentaré estar conectado, pero sabes que hay momentos que no puedo estar con el móvil, pero cualquier cosa, te comunicas con Eduardo. —Ve tranquilo amor —le dijo Malú, giró y lo abrazó del cuello, besó sus labios—, estaremos bien. *****Varios jadeos y gemidos retumbaban en las paredes de la alcoba de Mafer y Eduardo. Las
Pasaron como cuarenta y cinco minutos y no había noticias de Malú. Joaquín y María Paz llegaron apenas les avisó. —¿Tienes noticias? —indagó Joaquín a su yerno. —Ninguna —contestó Abel resoplando. —Tranquilo —le dijo María Paz, y colocó su mano en el hombro de él—, no pierdas la fe. —Eso hago —contestó abatido. —Mi hija es una mujer fuerte —aseguró Joaquín, reprimiendo su preocupación, para darle ánimos a su yerno, entonces tomó la mano de su esposa y se sentaron. Unos minutos después, el especialista encargado de Malú apareció. Abel se paró como un resorte y corrió. —¿Cómo está mi mujer? —cuestionó agitado. —¿Qué pasó con los bebés? —indagó sintiendo un pinchazo en el pecho. —Abel —expuso con voz pausada—, no te voy a mentir, Malú tiene una amenaza de aborto, la hemos logrado controlar, pero no se puede ir a casa, la vamos a tener internada hasta que pase el peligro —indicó—, no puede moverse, debe estar en absoluto reposo. Abel liberó un suspiro. —Haremos todo lo que nos
Malú no volvió a rayito de luna. Abel consideró que la finca estaba alejada de la ciudad, y que quizás con otra eventualidad, no llegarían a tiempo al hospital. Por lo tanto, habló con sus suegros, y ellos de inmediato accedieron que se quedaran en el apartamento en la ciudad, consideraron que Abel tenía mucha razón. El apartamento era amplio, acogedor, tenía una gran iluminación debido a los enormes ventanales, estaba ubicado en un sitio exclusivo y a diez minutos de la clínica. La decoración era en tonos blancos, muy relajante. Abel procuró que su esposa tuviera todas las comodidades, adquirió un sillón reclinable reposet, para que pudiera trabajar con más calma que en la cama. Cuando llegaron al edificio, Malú lo hizo en una silla de ruedas, y cuando entraron al apartamento, se sorprendió al mirar a toda su familia reunida, ella no era de las mujeres que lloraban por cualquier motivo, pero el embarazo y todo lo ocurrido la tenían muy sensible, sus ojos se cristalizaron al mirar