Los demás integrantes de la familia se acercaron para mirar de qué se trataba. Mafer se aproximó a su mamá, y la llevó junto a su padre. —El regalo es para ambos. María Paz suspiró, se acercó a Joaquín, él tomó la caja en sus manos, y ella lo ayudó a abrirla. —Los mejores padres del mundo, ahora se convertirán en los mejores abuelos —susurró María Paz, leyó la tarjeta y su mirada se iluminó. —¡El tratamiento funcionó! —Observó a su esposo, que observaba la caja sin pronunciar una sola palabra. Mafer y Malú se acercaron a sus padres, y de la caja grande sacaron dos pequeñas, una para su mamá y otra para su papá. María Paz abrió la de ella, y notó cuatro pares de zapatitos. —Abuelita cuida de mis zapatos, los necesitaré cuando me conozcas muy pronto. Paz parpadeó conmovida. —¿Cómo saben que serán gemelos o mellizos? ¿No es muy pronto?—No tuvimos necesidad de realizar el procedimiento —explicó Mafer—, estoy embarazada. María Paz abrazó a su hija, completamente conmovida, sus o
Varias semanas después. Malú miraba en el espejo como su vientre empezaba a crecer, aunque apenas contaba con nueve semanas de embarazo, al ser múltiple, su estómago empezaba a formar un pequeño bulto. Aunque todavía no podía estar tranquila, su anterior bebé lo perdió cuando tenía ocho semanas, y el temor era grande. —¿Qué vas a hacer hoy? —indagó Abel, mientras la abrazaba por la cintura, y colocaba sus fuertes manos en el vientre de su esposa. —Debo verificar que todo esté en orden para la nueva cosecha, y enseguida le pediré a alguien que me lleve al consorcio. —Lo miró a través del espejo—, no te preocupes estaremos bien. —Sonrió. —Yo estaré en la obra, intentaré estar conectado, pero sabes que hay momentos que no puedo estar con el móvil, pero cualquier cosa, te comunicas con Eduardo. —Ve tranquilo amor —le dijo Malú, giró y lo abrazó del cuello, besó sus labios—, estaremos bien. *****Varios jadeos y gemidos retumbaban en las paredes de la alcoba de Mafer y Eduardo. Las
Pasaron como cuarenta y cinco minutos y no había noticias de Malú. Joaquín y María Paz llegaron apenas les avisó. —¿Tienes noticias? —indagó Joaquín a su yerno. —Ninguna —contestó Abel resoplando. —Tranquilo —le dijo María Paz, y colocó su mano en el hombro de él—, no pierdas la fe. —Eso hago —contestó abatido. —Mi hija es una mujer fuerte —aseguró Joaquín, reprimiendo su preocupación, para darle ánimos a su yerno, entonces tomó la mano de su esposa y se sentaron. Unos minutos después, el especialista encargado de Malú apareció. Abel se paró como un resorte y corrió. —¿Cómo está mi mujer? —cuestionó agitado. —¿Qué pasó con los bebés? —indagó sintiendo un pinchazo en el pecho. —Abel —expuso con voz pausada—, no te voy a mentir, Malú tiene una amenaza de aborto, la hemos logrado controlar, pero no se puede ir a casa, la vamos a tener internada hasta que pase el peligro —indicó—, no puede moverse, debe estar en absoluto reposo. Abel liberó un suspiro. —Haremos todo lo que nos
Malú no volvió a rayito de luna. Abel consideró que la finca estaba alejada de la ciudad, y que quizás con otra eventualidad, no llegarían a tiempo al hospital. Por lo tanto, habló con sus suegros, y ellos de inmediato accedieron que se quedaran en el apartamento en la ciudad, consideraron que Abel tenía mucha razón. El apartamento era amplio, acogedor, tenía una gran iluminación debido a los enormes ventanales, estaba ubicado en un sitio exclusivo y a diez minutos de la clínica. La decoración era en tonos blancos, muy relajante. Abel procuró que su esposa tuviera todas las comodidades, adquirió un sillón reclinable reposet, para que pudiera trabajar con más calma que en la cama. Cuando llegaron al edificio, Malú lo hizo en una silla de ruedas, y cuando entraron al apartamento, se sorprendió al mirar a toda su familia reunida, ella no era de las mujeres que lloraban por cualquier motivo, pero el embarazo y todo lo ocurrido la tenían muy sensible, sus ojos se cristalizaron al mirar
Un mes después. —¿Listos para conocer el género de sus niños? —cuestionó el ginecólogo a Mafer y Eduardo. Ambos se tomaron de la mano, sus miradas brillaron, sonrieron. —Estamos listos —contestaron. —Son un niño y una niña, felicidades. Eduardo presionó los labios, conmovido, Mafer sintió su corazón agitado. —Ya tendremos la pareja, así que te sacaré cita con mi papá, para la vasectomía —bromeó divertida. Eduardo abrió los ojos con sorpresa. —La que más saldrá perdiendo serás tú. —Inclinó su rostro, para acercarse a ella, pues estaba recostada en la camilla—, no tendrás quien te sacrifique —susurró a su oído. Mafer se mordió los labios, cerró los ojos y su cuerpo entero se encendió. —¿Todo bien? —cuestionó al médico Mafer, le urgía llegar a casa, y encerrarse a solas con su esposo. —Los bebés están en perfectas condiciones —mencionó. Enseguida Eduardo la ayudó a levantarse, y aunque tenía cinco meses de embarazo, su vientre aún no se veía tan abultado, se despid
Semanas después. Las habitaciones de los bebés de ambas parejas estaban listas. La de los mellizos: Thiago y Mariluz fue decorada en tonos blancos; las cunas eran de ese color; sin embargo, el tul que las adornaba era azul para el niño y rosado para la niña. En las paredes colgaban varios cuadros y adornos infantiles, Mafer pidió un sillón reposet para estar con sus bebés, y una mecedora que hacía juego con la habitación. En una esquina estaba una repisa con las cosas necesarias para el aseo de los niños, también había varias repisas en las paredes con juguetes y peluches. Por otro lado, la habitación de Joaquín Jr y Juliana, tenían dos cunas una rosa, y otra celeste con su respectivo tul, las paredes fueron tapizadas con diseños para bebés, en uno de los muros Malú y Abel pidieron que les pintaran un paisaje con un arcoíris. También pidió una mecedora, se iba a llevar el sillón reposet del apartamento a rayito de luna, había un estante con las cosas de los bebés, una alfombra co
Majo había reaccionado, pero no era de gran ayuda, estaba sentada pálida sin saber qué hacer. Respiraba en una bolsa de papel. —Inhala y exhala —le decía Malú a Mafer, mientras tomaba el tiempo de las contracciones de su hermana y las de ella—, las tuyas son cada veinte minutos —expresó—, tenemos tiempo, tranquila, llegaremos al hospital. —Tengo miedo —dijo Mafer y observó a su hermana con el rostro lleno de lágrimas. —Yo también siento lo mismo, pero recuerda quién nos cuida, todo va a salir bien. —Apretó su mano—, en unas horas conoceremos a nuestros bebés. —Sonrió. Mafer limpió sus lágrimas, también sonrió. Majo apenas reaccionó y llamó a avisarles a sus padres. —Necesito una ambulancia, creo que me voy a desmayar otra vez —expresó, y al ver como sus hermanas se quejaban, negó con la cabeza—, en definitiva, le diré a mi papá que le haga la vasectomía a Sebas. ¡Caso cerrado!Mafer y Malú a pesar del dolor, no pudieron evitar reír al escucharla. Unos minutos después la puerta
Malú fue llevada al quirófano. El médico se acercó a Mafer: —También vamos a preparar el quirófano, ninguno de los bebés, está en posición de nacer, además rompiste membranas y no podemos esperar que alguno sé de la vuelta, sería peligroso. —Pero ¿los bebés se encuentran bien? —indagó Eduardo sintiendo su pecho agitado. —Están perfectos, por eso haremos la cesárea para evitar complicaciones, tranquilos. Eduardo besó la frente de Mafer. —Todo estará bien, cariño, en pocas horas los conoceremos. **** En la una sala de quirófano, Eduardo sostenía la mano de su esposa, mientras el médico empezaba la cirugía. —Todo estará bien, cariño —le decía, le acariciaba la mejilla, mientras intentaba mostrarse tranquilo, pero lo cierto era que por dentro era un manojo de nervios. Entonces rememoró el camino recorrido para llegar a ese instante. Recordó como había refunfuñado cuando Abel le propuso realizar nuevos proyectos en Sudamérica. Se había negado rotundamente, sin imaginar que