Kelvin llegó al hospital con el corazón en la garganta, sintiendo como su mundo se derrumbaba. Había recibido la llamada de emergencia mientras estaba en la habitación y le leía un cuento a Gael, ya que no podía dormir, salió a toda prisa de su casa, dejando al niño con sus padres y después conduciendo a toda velocidad, su mente llena de imágenes aterradoras. Al llegar, fue recibido por un médico con una expresión grave.—Familiares de Rebeca López.—Soy su esposo, Kelvin López —dijo con voz angustiada.—Señor Kelvin, su esposa, ha sufrido un accidente grave. Está en cirugía ahora mismo. Haremos todo lo posible por salvarla.Kelvin asintió, incapaz de hablar. Se dejó caer en una silla en la sala de espera, sus manos temblando. Las horas pasaron lentamente, cada minuto era una eternidad. Su mente no dejaba de imaginar los peores escenarios, y cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de Rebeca, sonriente y lleno de vida.«¿Y si no sobrevive?» Pensó Kelvin, sintiendo un nudo en el e
El sol de la tarde se filtraba suavemente a través de las cortinas blancas en la habitación del hospital. El ambiente era tranquilo, solo interrumpido por el suave pitido de los monitores y el murmullo lejano del personal médico. Rebeca yacía en la cama, su rostro pálido pero sereno. Después de días en cuidados intensivos, su cuerpo finalmente comenzaba a responder. Sentía dolor por todo su cuerpo y no podía moverse bien. Sus dedos se movieron ligeramente, y sus párpados temblaron antes de abrirse lentamente. La luz la cegó por un momento, pero pronto sus ojos se acostumbraron y pudo ver el rostro familiar de Kelvin, su esposo, sentado a su lado.—¿Kelvin? —susurró Rebeca, su voz ronca y débil.Kelvin, con lágrimas en los ojos, tomó la mano de Rebeca con ternura.—Aquí estoy mi amor, tranquila, todo va a estar bien. ¡Rebeca! Gracias a Dios, estás despierta mi corazón. Rebeca intentó sonreír, pero el esfuerzo fue demasiado. En su lugar, apretó la mano de Kelvin, sintiendo el calor y
Días después del accidente, Rebeca fue dada de alta, luego de que los médicos se aseguraran de que ambos estaban fuera de peligro. Ella estaba feliz de poder regresar a su casa, un lugar que ahora valoraba más que nunca.Se encontraba en la comodidad de su hogar, rodeada de la calidez de su familia. El sol de la tarde se filtraba por las ventanas, llenando la sala de una luz dorada y reconfortante. Estaba sentada en el sofá, con una manta sobre sus piernas, cuando escuchó el timbre de la puerta.—¡Voy yo! —gritó su hermano menor, corriendo hacia la entrada.—Otniel, no estoy inválida, puedo hacerlo —protestó Rebeca, aunque una sonrisa se asomaba en sus labios.—Tú te quedas ahí, dije que te cuidaré mientras no haya nadie en la casa —respondió Otniel con firmeza, pero con un brillo protector en sus ojos.—No exageres —dijo Rebeca, riendo suavemente.Rebeca sonrió, agradecida por la energía juvenil que llenaba la casa. Momentos después, Alessia apareció en la sala, con una sonrisa radia
Manuel estaba sentado en su estudio, rodeado de planos y bocetos. La luz de la tarde entra por la ventana, creando un ambiente tranquilo. Sin embargo, su mente está lejos de su trabajo. No puede dejar de pensar en Alessia.Han tenido días en los que se les ha dificultado un poco pasar tiempo juntos, no saber de ella le genera cierta ansiedad. Sabe que debe controlar sus pensamientos y no dejar que se conviertan en una obsesión.Decide tomar un respiro y salir a caminar. Mientras recorre las calles del vecindario, se repite a sí mismo que debe mantener el equilibrio. No todo el tiempo podrán estar juntos o en comunicación constante.Recuerda aquella conversación meses atrás con Ezra y la promesa que le hizo. No quiere repetir los errores del pasado.De repente, su teléfono vibra. Es un mensaje de Alessia, preguntándole cómo va su día. Manuel siente una oleada de felicidad, pero también una punzada de ansiedad. Respira hondo y responde con calma, asegurándose de no parecer demasiado ans
Los días fueron pasando y llegó el mes de diciembre, el sol de la mañana se filtraba a través de las ventanas del registro civil, iluminando el salón con una luz cálida y dorada. Alessia Dorante y Manuel Mujica estaban de pie frente al oficial del registro, sus manos entrelazadas y sus corazones latiendo al unísono.Alessia llevaba un vestido rosa gold sencillo pero elegante, y Manuel, un traje gris, su camisa blanca, sin corbata, aunque lo que resaltaba eran sus ojos llenos de amor y emoción.El aire estaba cargado de una mezcla de nerviosismo y alegría. Los murmullos de los pocos invitados presentes se mezclaban con el sonido lejano del tráfico de la ciudad. El oficial del registro, con una sonrisa amable, primero verificó las identidades tanto de los novios como de los testigos, luego comenzó a leer los derechos y deberes que tienen ante la ley como matrimonio y luego los votos.—¿Manuel Mujica, aceptas a Alessia Dorante como tu esposa, para amarla y respetarla en la salud y en la
—¿Cómo vas, hijo? —preguntó Evelin, su voz suave y llena de cariño mientras entraba en la habitación iluminada por la luz dorada del atardecer.—Todo bien, mamá —respondió Otniel, levantando la vista de su escritorio abarrotado de papeles y libros.—Qué bueno, estoy muy feliz por ti —dijo Evelin, acercándose y colocando una mano cálida sobre el hombro de su hijo.—¿Quieres leerlo, verdad? —preguntó Otniel, con una sonrisa traviesa en los labios.Evelin asintió con entusiasmo, sus ojos brillando de emoción.—Por supuesto, mi hijo es escritor y quiero ser la primera en leer su libro —respondió, su voz llena de orgullo.—Ja, ja, ja, no seas ansiosa, te has leído los demás —río Otniel, sacudiendo la cabeza.—Pero este no —se quejó Evelin, frunciendo el ceño—. Quiero ser tu lectora beta.—Ya eres una de ellas —dijo Otniel, mirándola con ternura.—Pareciera que no —Evelin se cruzó de brazos, una acción que hizo reír a Otniel aún más.—Esta vez quiero que sea ella quien lo lea primero —dijo
El sol daba su resplandor en la ciudad de Valencia, y Jaqueline Petit, una joven de 25 años, de cabello castaño largo y ondulado, ojos verdes penetrantes y una figura esbelta, caminaba con seguridad por la recepción de Beauty and Care GGAT.Su perfume floral llenaba el aire mientras sus tacones resonaban en el suelo de mármol, atrayendo miradas de admiración.—Buenos días, ¿podría indicarme dónde está la oficina del CEO? —preguntó con una voz firme y melodiosa.La recepcionista, impresionada por la presencia de Jaqueline, le indicó que la oficina de Gerald Garnier estaba en el décimo piso. Jaqueline agradeció con una sonrisa y se dirigió al ascensor, sintiendo la suave vibración del aparato mientras ascendía.Al llegar al décimo piso, las puertas del ascensor se abrieron revelando una elegante oficina con una vista panorámica de la ciudad. El aroma a café recién hecho y el suave murmullo de las conversaciones de oficina llenaban el ambiente. Frente a ella, una mujer de aspecto sofisti
Días después, Jaqueline se encontró nuevamente en la oficina de Gerald, pero esta vez la atmósfera era diferente.Gerald la recibió con una expresión seria y más distante que la vez anterior, ver esto le indicaba a ella que algo no saldría del todo bien como lo había planificado.—Señor Garnier, gracias por recibirme de nuevo —dijo Jaqueline, tratando de mantener la compostura.Gerald asintió, sin ofrecerle la mano esta vez. Jaqueline miró como su mano quedo extendida y su ira florecer dentro de ella.—Señorita Petit, he revisado su propuesta y he hecho algunas investigaciones adicionales —comenzó Gerald, su tono frío y profesional—. Lamentablemente, no puedo aceptar su colaboración.Jaqueline sintió un nudo en el estómago, pero intentó mantener la calma. Sabía que no podía rendirse tan fácilmente, tenía que buscar la manera de lograr su objetivo.—Señor Garnier, entiendo sus reservas, pero le aseguro que esta colaboración es una oportunidad única. Nuestros productos tienen el potenci