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Sophia se levantó de la cama de Nick, desnuda y con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Se sentía poderosa ahora que Nick había vuelto a estar con ella y la prefería antes que a Valery.Con gracia, se dirigió hacia el baño y regresó tras un momento, para encontrar a su acompañante en la cama, con la mirada perdida en el tiempo.—¿No te ha gustado? —preguntó con cierta duda, aunque claramente las cosas entre ellos eran fuego puro.De hecho, la química que tenían en la cama era lo único que los unía y ella sabía que no podía perder eso si quería asegurar su posición.—Sabes que sí, no tienes que hacerte la modesta.Ante su respuesta, ella soltó una carcajada y regresó a su cama, para acariciarle el pecho, mientras estudiaba su rostro. Poco sabía Sophia del plan de su padre, pero para ella, quedarse era más que suficiente y no quería perder eso.—Entonces dime qué te sucede. No has dicho casi nada en toda la noche. ¿Qué te pasa? —preguntó, curiosa.Nick se puso de pie, y se dirigió
Los vigilantes dieron una ronda a las nueve y cinco minutos, justo como estaba estipulado y Andrew sintió que su corazón se le iba a salir del pecho, mientras esperaba oculto detrás de la pared, antes de hacer su movida.Siguiendo el plan de Jacob (que en un principio había parecido una locura, pero ahora le resultaba ser su única esperanza), había logrado descubrir el paradero de Valery.Estaba en la mansión en las habitaciones de servicio que desde que su madre murió estaban en desuso y que quedaban a unos cien metros de la casa.Originalmente era parte del plan que Ámbar tenía de construir unos establos y usar ese lugar para los empleados de la finca, pero su esposo, como siempre, se opuso porque con el pasado que tenía con Jacob Park, no dejó siquiera que volviera a montar caballo.—¿Estás listo? —le preguntó Jacob por el micrófono que tenía en el oído y este asintió.La palabra listo no podía describir cómo se sentía, pero decidido sí estaba. Tras escuchar a su padre hablar con E
—Pero qué malagradecido me has salido, hijo mío —la voz de Albert resonó cuando, acto seguido, él apareció detrás de uno de sus hombres. —¿Vienes a casa y no pasas a saludar?Su imagen era suficiente para que Andrew sintiera el ardor del desprecio hacia él subirle por la garganta.No sólo era un sujeto malvado, sino que era un mal padre, un mal esposo y en el último de los casos, un criminal que estaba dispuesto a todo por asegurar la riqueza que representaba Valery.—Tú no eres mi padre, Davis —escupió él con asco, para sorpresa de todos los presentes, especialmente de Valery, que se aferraba a su brazo, presa de miedo.Ella desconocía todo lo que había sucedido tras días encarcelada, pero no dejaba que la sorpresa la venciera, y buscaba con los ojos la manera de salir de allí, con pocas esperanzas.Contraria a la reacción que esperaba, Albert soltó una risotada que le sacudió todo el cuerpo, y sus ojos, de por sí siempre extraños, con un iris amarillento, se volvieron más escalofria
No estoy muerto, no estoy muerto, no estoy muerto. Andrew se repitió la frase una y otra vez, antes de lograr abrir los ojos de una vez por todas. Era imposible que estuviera en el más allá porque era demasiado intenso el dolor que sentía como para no estar vivo.Su cuerpo se sentía como si un camión le hubiera pasado por encima, y de paso, demolido todos los huesos, sin embargo, el dolor más punzante era en el abdomen, por lo que intentó comprobar con sus manos si era un agujero lo que tenía en el centro de su cuerpo.—¡Eh, eh! Ni te atrevas —una voz familiar lo sorprendió y al levantar la mirada, vio a Valery acercarse a toda prisa hacia él, llevantándose el alfeizar de la ventana, y frenarlo justo a tiempo antes de que se tocara el abdomen.Decir que estaba demacrada era poco: tenía enormes ojeras debajo de sus ojos, el rostro pálido y se veía que había perdido un par de libras desde la última vez que la vio. Sin embargo, para los ojos de Andrew seguía luciendo hermosa y era como
Valery se colocó frente a Andrew en un gesto protector, a la vez que cubría su abdomen con un mano. En los últimos días su embarazo había empezado a notarse, pero eso no iba a impedir que luchara si era necesario, para proteger a Andrew y a su bebé.—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Nick? —preguntó ella con gesto duro.Los últimos encuentros que había tenido con él habían sido abruptos y crueles, porque su presencia allí no hacía más que despertar su desconfianza y enojo.Sin embargo, Nick se quedó clavado en el centro de la habitación al ver a su hermano postrado en la cama.Frágil fue la primera palabra que le llegó a la mente cuando lo vio. Andrew estaba blanco como un papel, y desde lejos pudo divisar los diferentes apósitos en su vientre y este se cubrió con la sábana de inmediato, intentando ocultar sus heridas.Nick estaba en shock, tanto así que le costó mucho poder articular una frase. En el fondo, la conexión que sentía por él no había desaparecido, por el contrario, se ha
Los medios de comunicación adornaron todo el exterior de la mansión de Davis, en una fila como una manada de leones hambrientos, esperando la hora en que las puertas se abrieran.La mayoría de los que habían llegado con bastante tiempo de antelación y se había ubicado en la entrada, buscando el mejor ángulo para llevar la noticia a las pantallas locales.—Ya ha llegado la hora, padre —a sus espaldas, Óscar esperaba como un perro domesticado a que él diera la orden y Albert, quien contemplaba por la ventana el revuelo, giró la cabeza para verlo.—¿Qué has sabido de Nicolas? ¿Alguna novedad? —preguntó, con la más mínima esperanza de que su pupilo se hubiera retractado de haberle traicionado.—Nada, no hemos dado con él, y lo último que supimos fue que salió de aquí en su auto, pero no hay consumos en su tarjeta de crédito ni ningún movimiento que pueda revelar su paradero.En silencio, Albert asintió, apenado por tener que dejar de lado a Nick. Para él, ese era más su hijo que el mismo
Valery apagó la pantalla en silencio y tanto ella como Andrew se quedaron perplejos viendo el televisor. De todas las cosas que podrían haber esperado de Albert, aquella no estaba en la lista y eso no hizo más que enojar a Andrew, si es que era acaso posible.—¡Ese hijo de la grandísima puta! —gruñó, dando un manotazo sobre el colchón, preso de la impotencia.Valery lo vio y aunque quiso decirle que se calmara, sabía que no valdría de nada. Ella misma estaba bullendo por dentro de la rabia que sentía contra Davis. El descaro de Albert Davis no tenía límite y estaba claro que ahora con los medios y la policía a su favor, ellos en mayor peligro.Valery se acercó hasta la enorme cama de la suite y acarició el cabello de Andrew al igual que su rostro. Tenía una barba incipiente que le hacía lucir aún más atractivo, y eso, junto a las hormonas y todo el tiempo separados, despertó en ella unas terribles ganas de besarlo. —Debes tratar de calmarte —le exhortó, dándole un beso en su frente.
Andrew se levantó de la cama con dificultad, mientras que Valery se apresuraba en ponerle los zapatos. Tenía todavía todo el abdomen vendado por las curas que le había hecho su nuevo aliado Jason, sin embargo, el simple hecho de estar de pie era doloroso para él.Por su parte, Nick se acercó a la puerta blanca de madera maciza y colocó un enorme mueble frente a ella. No era mucho, pero eso era mejor que nada y cualquier cosa que le diera unos segundos de ventaja serviría de mucho.—¿Qué haremos ahora? —Valery sentía el corazón salírsele por la boca.Estaba ya terminando el primer trimestre de su embarazo, y se acariciaba nerviosa su diminuto vientre abultado, a la vez que veía por el monitor que había instalado su suegro a los cuatro matones que subían por el pasillo hacia ellos.Nick miró a la pantalla y miró a su hermano, tratando de mantener la calma. Estaban en el décimo segundo piso de un hotel, y la única salida era la escalera de incendios, aunque claramente, salir por allí era