No estoy muerto, no estoy muerto, no estoy muerto. Andrew se repitió la frase una y otra vez, antes de lograr abrir los ojos de una vez por todas. Era imposible que estuviera en el más allá porque era demasiado intenso el dolor que sentía como para no estar vivo.Su cuerpo se sentía como si un camión le hubiera pasado por encima, y de paso, demolido todos los huesos, sin embargo, el dolor más punzante era en el abdomen, por lo que intentó comprobar con sus manos si era un agujero lo que tenía en el centro de su cuerpo.—¡Eh, eh! Ni te atrevas —una voz familiar lo sorprendió y al levantar la mirada, vio a Valery acercarse a toda prisa hacia él, llevantándose el alfeizar de la ventana, y frenarlo justo a tiempo antes de que se tocara el abdomen.Decir que estaba demacrada era poco: tenía enormes ojeras debajo de sus ojos, el rostro pálido y se veía que había perdido un par de libras desde la última vez que la vio. Sin embargo, para los ojos de Andrew seguía luciendo hermosa y era como
Valery se colocó frente a Andrew en un gesto protector, a la vez que cubría su abdomen con un mano. En los últimos días su embarazo había empezado a notarse, pero eso no iba a impedir que luchara si era necesario, para proteger a Andrew y a su bebé.—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Nick? —preguntó ella con gesto duro.Los últimos encuentros que había tenido con él habían sido abruptos y crueles, porque su presencia allí no hacía más que despertar su desconfianza y enojo.Sin embargo, Nick se quedó clavado en el centro de la habitación al ver a su hermano postrado en la cama.Frágil fue la primera palabra que le llegó a la mente cuando lo vio. Andrew estaba blanco como un papel, y desde lejos pudo divisar los diferentes apósitos en su vientre y este se cubrió con la sábana de inmediato, intentando ocultar sus heridas.Nick estaba en shock, tanto así que le costó mucho poder articular una frase. En el fondo, la conexión que sentía por él no había desaparecido, por el contrario, se ha
Los medios de comunicación adornaron todo el exterior de la mansión de Davis, en una fila como una manada de leones hambrientos, esperando la hora en que las puertas se abrieran.La mayoría de los que habían llegado con bastante tiempo de antelación y se había ubicado en la entrada, buscando el mejor ángulo para llevar la noticia a las pantallas locales.—Ya ha llegado la hora, padre —a sus espaldas, Óscar esperaba como un perro domesticado a que él diera la orden y Albert, quien contemplaba por la ventana el revuelo, giró la cabeza para verlo.—¿Qué has sabido de Nicolas? ¿Alguna novedad? —preguntó, con la más mínima esperanza de que su pupilo se hubiera retractado de haberle traicionado.—Nada, no hemos dado con él, y lo último que supimos fue que salió de aquí en su auto, pero no hay consumos en su tarjeta de crédito ni ningún movimiento que pueda revelar su paradero.En silencio, Albert asintió, apenado por tener que dejar de lado a Nick. Para él, ese era más su hijo que el mismo
Valery apagó la pantalla en silencio y tanto ella como Andrew se quedaron perplejos viendo el televisor. De todas las cosas que podrían haber esperado de Albert, aquella no estaba en la lista y eso no hizo más que enojar a Andrew, si es que era acaso posible.—¡Ese hijo de la grandísima puta! —gruñó, dando un manotazo sobre el colchón, preso de la impotencia.Valery lo vio y aunque quiso decirle que se calmara, sabía que no valdría de nada. Ella misma estaba bullendo por dentro de la rabia que sentía contra Davis. El descaro de Albert Davis no tenía límite y estaba claro que ahora con los medios y la policía a su favor, ellos en mayor peligro.Valery se acercó hasta la enorme cama de la suite y acarició el cabello de Andrew al igual que su rostro. Tenía una barba incipiente que le hacía lucir aún más atractivo, y eso, junto a las hormonas y todo el tiempo separados, despertó en ella unas terribles ganas de besarlo. —Debes tratar de calmarte —le exhortó, dándole un beso en su frente.
Andrew se levantó de la cama con dificultad, mientras que Valery se apresuraba en ponerle los zapatos. Tenía todavía todo el abdomen vendado por las curas que le había hecho su nuevo aliado Jason, sin embargo, el simple hecho de estar de pie era doloroso para él.Por su parte, Nick se acercó a la puerta blanca de madera maciza y colocó un enorme mueble frente a ella. No era mucho, pero eso era mejor que nada y cualquier cosa que le diera unos segundos de ventaja serviría de mucho.—¿Qué haremos ahora? —Valery sentía el corazón salírsele por la boca.Estaba ya terminando el primer trimestre de su embarazo, y se acariciaba nerviosa su diminuto vientre abultado, a la vez que veía por el monitor que había instalado su suegro a los cuatro matones que subían por el pasillo hacia ellos.Nick miró a la pantalla y miró a su hermano, tratando de mantener la calma. Estaban en el décimo segundo piso de un hotel, y la única salida era la escalera de incendios, aunque claramente, salir por allí era
Valery acarició su cabello intentando que las lágrimas no empañaran su mirada y su corazón se afligió. Lo vio tan débil, tan frágil sobre ese camastro viejo que pensó que se iba a romper y su angustia creció aún más, pero intentó ser fuerte. Tenía que serlo por él y por su bebé.Si antes estaba débil, con todos los cortes que recibió, más la enorme pérdida de sangre que tuvo, ahora estaba peor y las expectativas eran pocas. Tenía vidrios incrustados en los brazos, y rostro. Aunque los cortes no eran profundos, eran demasiados y eso solamente era un problema.En la habitación de afuera, Nick y Jacob esperaban impaciente a que Jason hiciera su magia intentando remendarlo otra vez, mientras que Valery fungía de asistente.Había un despliegue de utensilios esterilizados sobre la mesa. Ambos vestían gorro y mascarillas, sin embargo, Jacob no era cirujano y su agilidad no era la misma que si fuera un especialista. Además de no tener el equipo necesario y el apremiante apuro de estar contra
Nick dejó sobre las piernas de Valery un plato junto a un vaso de leche y como siempre, su sueño ligero de paloma la hizo abrir los ojos de inmediato. En algún punto se había quedado dormida en el sillón junto a Andrew, vencida por el cansancio.Era ya tarde y afuera estaba oscuro ya que no se veían luces de ningún tipo, salvo las de la cabaña. Estaban a los pies de la montaña y el sonido de los grillos era el único ruido que podía percibirse.—Te he traído algo de comer —dijo él, señalando el sándwich de atún que tenía en frente y ella lo vio confundida.Estaba desorientada y agotada, por lo que le tomó un momento entender lo que le decía, pero cuando su cerebro entró en funcionamiento, parpadeó un par de veces antes de agradecerle. —Gracias.Él asintió y ocupó el asiento frente a ello, ambos contemplando a Andrew. Estaba sudando como loco, pero aún no había despertado. A su lado, en el suelo, Jacob también había caído abatido por el sueño y Nick lo vio, con algo de recelo.—Deberí
Los chirridos de los neumáticos alertaron a los médicos de turno en la entrada de emergencias del hospital general. Una fina llovizna había empezado a caer anunciando la llegada del otoño y con la misma dureza del clima, Nick atravesó las puertas con el arma en la cintura. —¡Necesito un médico ya mismo! ¡Es una emergencia! —gritó con voz dura. De inmediato dos doctores corrieron a ver de que se trataba, mientras Jacob traía en brazos ayudado por Valery a un Andrew que estaba más muerto que vivo. No quedaba un ápice de color en su piel y parecía como que toda su sangre había sido drenada de la cabeza a los pies, sin dejar ni una gota en su cuerpo. Estaba inconsciente, y la mancha amoratada había triplicado su tamaño. —¿Qué diablos le ha pasado a este hombre? —preguntó el doctor Díaz, según pudo leer Nick, mientras corría a socorrerle. Dejando a los tres acompañantes pasmados, los doctores parecieron hacer magia, porque antes de que pudieran contar hasta cinco, lo tenían sobre una c