Dante Edwards.
Tomo mi llave y salgo corriendo hacia el pasillo. Con los nervios que cargo encima no tengo paciencia en esperar el ascensor y bajo las escaleras como un verdadero demente.
Una vez abajo, arranco la camioneta y salgo a toda prisa hacia la casa de la abuela de Lissy. Necesito explicarle todo, decirle por qué lo hice y que callé solo para no dañarla.
En el camino llamo a Marcos y para entender todo este meollo pregunto si vio algo extraño cuando siguió a Lissy.
—Ella se reunió con la señora Andrea en el estacionamiento del edificio —dice en la alta voz del celular y caigo en cuenta de lo que pasó realmente. —Hablaron por unos breves minutos y luego ella y su amiga subieron.
—¡¿Por qué no me informaste de eso?! —vocifero golpeando mi volante en el trascurso.
—No vi nada sospechoso, Señor Edwards,
Elizabeth Collins.Mi vista no se aparta de ese maldito ventilador; viejo y oxidado. El testigo fiel e irrefutable de todas mis desdichas desde que era una niña. En varias ocasiones incluso osa contestar a mis reproches con su infernal ruido que parece taladrarme hasta el cerebro; me provoca, me fastidia, pone a prueba mi temple.Me volteo y lo ignoro, como intento hacer con todas las cosas que me hacen daño; dejarlas atrás, arrancarlas de mi cabeza y de mi pecho; empezar de cero.Pero hay algo que no consigo hacer: dejar de pensar en Dante.«Te enamoraste de nuevo» me reprocho observando por la ventana la mansa llovizna que cae afuera. «Caíste de nuevo, Lissy» La respuesta es negativa, nunca dejé de amarlo.Por más increíble que parezca no lloro y es un logro diferente, inaudito y magnifico teniendo en cuenta lo quejicosa que soy desde siempre. Algo dentro de
Elizabeth Collins.—Por favor, detente —pido cuando me da un poco de respiro. —Ya no sigas.La verdad es que miento, no quiero que se detenga. Sus besos me saben a paraíso, tal y como la primera vez que nos besamos. El parece entender mis contradicciones internas porque me desobedece. Vuelve a besarme, ahora con mucho más desespero que antes.Habíamos estado casi un mes en esta casa juntos y nunca había cruzado esa línea, aunque muchas veces pareciese que ese era su deseo, se mantenía racional respetando mi disposición.—Te amo, Lissy —dice de nuevo entre jadeos. —Te necesito.Su boca baja de nuevo a mi mentón, luego a mi cuello y finalmente termina su recorrido entre mis pechos. Suspirar es lo único que puedo hacer. Todo mi cuerpo lo anhela de manera desesperada.—Esto no está bien —consigo decir en un segun
Elizabeth Collins.Mi celular suena y resoplo. Mi cabeza duele y lo que menos quiero es que sea otra llamada de Dante y tener que repetirle todo de nuevo.Me levanto bastante adolorida después de mi faena de la madrugada e ignoro el incesante sonido de mi celular. Es más de medio día y voy hasta el baño para darme una ducha muy larga y así poder relajarme.Luego de que salgo y me visto con un ligero jean y una camiseta sin mangas, tomo mi celular para mirar las notificaciones y sorprendentemente ninguna de ellas es de Dante.—Al menos entendiste —murmuro leyendo algunos de los mensajes, pero no sé cómo sentirme al respecto, si bien o mal.Leo algunos de Alejandra preguntando como amanecí luego de enterarme lo de esa mujer y le respondo que estaré bien y eso pienso hacer. Lissy tendrá un antes y un después de conocer a su madre bilógica.<
Elisabeth Collins.—Señora Fedora —me inclino un poco para saludarla. —¡Qué gusto encontrarla!—Estabas en el lanzamiento, ¿cierto? —me mira con ojos achinados. —¿Es de allí que nos conocemos?—Sí, soy admiradora de sus creaciones —replico de inmediato. —También soy diseñadora y vine a hablar con Damián.Hace un asentimiento con la cabeza restándole importancia a lo que acabo de decir. Se la nota una mujer fría y calculadora tal como ha de esperarse de una mujer que abandonó a su hija pequeña y a su marido enfermo y nunca más quiso saber de ellos.Llegamos al piso correspondiente y apenas se abre el ascensor camina hacia su oficina mientras yo me acerco hasta una de las secretarias.—Hola, señorita. Vine a ver al señor Damián Lewis ¿Pue
Elizabeth Collins. Nos miramos entre los tres sin que nadie diga nada. Me llevo mi taza de café a la boca y tomo el último sorbo antes de levantarme. —Bueno, tengo que irme —coloco mi cartera por el hombro. —Creo que ya está todo listo y necesito descansar. Ambos se levantan y me miran con el ceño fruncido como esperando a que diga algo más. —Noelia, sé que esto no compensa lo que has hecho por nosotros esta noche, pero me gustaría que lo aceptes —Damián me pasa un cheque. —Sin tu ayuda no hubiésemos podido salvar nada. Miro la pequeña hoja y tiene un monto de $10.000. Me quedo boqueando sin saber que responder. Es mucho dinero, mucho más de lo que hubiese pensado. —No puedo aceptarlo —respondo devolviendo el cheque en sus manos. —¡¿Por qué?! —Fedora exclama. —Es mucho dinero. Esto puede ayudarte bastante. —Efectivamente, es mucho dinero y es por eso que no puedo aceptarlo. Si los ayudé fue por
Dante Edwards. —¿Vas a hablar en la conferencia acerca del caso del atentado? ¿Eso no pondrá en sobre alerta a Alissa? —Sí, lo haré —miro mi reflejo en el espejo mientras acomodo mi corbata. —Lo que haga esa mujer ya no me sorprende, Ariel. Si intenta algo será peor para ella porque se estará evidenciando sola. —Son peligrosos —añade. —¿No tienes miedo que tomen represalia contra Lissy? Me detengo por unos segundos aturdido pensando en esa posibilidad para enseguida despejar mi cabeza y continuar con el nudo. —Ella está allí por su propia voluntad. Sabía dónde se estaba metiendo y lo que son capaces de hacer. Termino de arreglarme y empiezo a acomodar algunos de los documentos que debo enviar al agente que está investigando el caso y algunos otros que son para el juicio de divorcio que está previsto para mañana. —Sé que me pediste que no volviera a mencionarte esto, pero, ¿Has pensado en la posibilidad de habla
Elizabeth Collins.—Noemí, ¿puedes llevar estos documentos en el despacho de la señora Fedora? Por favor —Fidel, el encargado general me pasa una carpeta. —Debía ir personalmente, pero aún no almorcé y muero de hambre ¿Puedo confiártelas?—Claro, sin problema —tomo el folder de su mano. —¿Debe firmarlas o algo así?—Debe firmar la primera hoja como recibo, luego las demás se quedan con ella para que las analice y vea si le apetece cambiar alguna u otra cosa.—Lo hago ahora mismo. Ve a almorzar, yo me encargo —le dedico una sonrisa sincera antes de encaminarme hasta el piso superior.Fidel es un diseñador de vasta trayectoria en el mundo de la moda y es mi jefe desde que trabajo aquí. Aprendí mucho en este tiempo de sus técnicas y estoy bastante agradecida de que esto tambi&ea
Elizabeth Collins.—¡Hola familia! —Alejandra entra gritando en la puerta. Levanto la cabeza por encima del sofá donde estoy acurrucada mirando las noticias y niego con una sonrisa. Me encanta que haga eso al llegar.—Hola, amiga. ¿Qué tal tu día? —respondo al ver su cara de agotamiento crónico.—Movido, estoy que me muero del cansancio —se tira a mi lado y empieza a masajearse los pies. —¿A ti como te fue con ese par?—Bastante bien, conseguí otros papeles y ya se los entregué al agente —deja de masajearse y me mira con los ojos muy abiertos.—¿De qué hablas? ¿Pudiste entrar a la oficina de tu mam…digo la bruja? Porque en el de Damián no había nada.—Sí, lo hice —me jacto de mi hazaña. —Conseguí algunos papeles que van a ana