Dante Edwards
—¿Señor? —Lorena me habla desde la puerta. —Hay una mujer en la puerta y dice que es su esposa.
Cierro la carpeta de los informes que me trajo Ariel y me concentro en lo que me dice. ¿Qué vino a hacer aquí Andrea cuando le prohibí que lo haga? No puedo evitar sentirme molesto.
—¿Te dijo que quiere? —cuestiono masajeando mi entrecejo.
—Dice que no se irá hasta hablar con usted. Está muy nerviosa, por poco le sale fuego por los ojos. Será mejor que la atienda antes de que eche todo el edificio. Esa mujer no me gusta para nada.
La forma en que habla me produce gracia, pero viniendo de Andrea la creo capaz de absolutamente todo.
—Está bien, Lorena. Hazla pasar, voy a recibirla aquí en el despacho.
Miro la hora y aún tengo tiempo suficiente para saber qué diablos quiere y
Elizabeth Collins.—Esto me huele mal, Lissy —mi amiga repite por enésima vez. —Es que esa mujer no es de fiar. Puede inventar lo que sea para salirse con la suya, sin mencionar que te odia porque Dante está enamorado de ti y no de ella. Tengo un mal presentimiento con respecto a su cita repentina.—Solo iremos allá y veremos qué es lo que quiere. Además, no voy sola, tú estarás conmigo.—Sabes que voy a protegerte con mi vida, pero presiento que no este encuentro te traerá mucho sufrimiento.«Yo también lo creo» pienso mirando la ventanilla del auto. No lo digo en voz alta porque sé que me obligará a volver.Llegamos al lugar indicado y aparentemente está sola. Su auto está estacionado en el lugar más oscuro del parqueadero del edificio. Ambas ventanillas estás abiertas, por lo que no s
Dante Edwards.Esperar a esa mujer se me hace eterno. «Dos horas sentado en este restaurante para nada» resoplo mentalmente sorbiendo un poco más de mi vino.Es que no es solo la espera, son los nervios de estar cerca de ella nuevamente, todo el mal que hizo en el pasado y lo que está haciendo ahora con Edwards Desingn no me pasan desapercibido, aun siento malestar solo de recordar todo.—Muy ensimismado, Dante —me sobresalto con su voz en mi espalda. Es raro ver otro rostro y saber que adentro de ese nuevo caparazón está ésta mala mujer.—Fedora, ¿o debo decir Alissa? —contesto levantándome de la silla para ofrecerle la que está en frente.Sonríe con la misma malicia de hace 5 años; es increíble como alguien como Lissy puede ser hija de una maldad con patas como Alissa.—¡Habla! No tengo tiempo para p
Dante Edwards.Tomo mi llave y salgo corriendo hacia el pasillo. Con los nervios que cargo encima no tengo paciencia en esperar el ascensor y bajo las escaleras como un verdadero demente.Una vez abajo, arranco la camioneta y salgo a toda prisa hacia la casa de la abuela de Lissy. Necesito explicarle todo, decirle por qué lo hice y que callé solo para no dañarla.En el camino llamo a Marcos y para entender todo este meollo pregunto si vio algo extraño cuando siguió a Lissy.—Ella se reunió con la señora Andrea en el estacionamiento del edificio —dice en la alta voz del celular y caigo en cuenta de lo que pasó realmente. —Hablaron por unos breves minutos y luego ella y su amiga subieron.—¡¿Por qué no me informaste de eso?! —vocifero golpeando mi volante en el trascurso.—No vi nada sospechoso, Señor Edwards,
Elizabeth Collins.Mi vista no se aparta de ese maldito ventilador; viejo y oxidado. El testigo fiel e irrefutable de todas mis desdichas desde que era una niña. En varias ocasiones incluso osa contestar a mis reproches con su infernal ruido que parece taladrarme hasta el cerebro; me provoca, me fastidia, pone a prueba mi temple.Me volteo y lo ignoro, como intento hacer con todas las cosas que me hacen daño; dejarlas atrás, arrancarlas de mi cabeza y de mi pecho; empezar de cero.Pero hay algo que no consigo hacer: dejar de pensar en Dante.«Te enamoraste de nuevo» me reprocho observando por la ventana la mansa llovizna que cae afuera. «Caíste de nuevo, Lissy» La respuesta es negativa, nunca dejé de amarlo.Por más increíble que parezca no lloro y es un logro diferente, inaudito y magnifico teniendo en cuenta lo quejicosa que soy desde siempre. Algo dentro de
Elizabeth Collins.—Por favor, detente —pido cuando me da un poco de respiro. —Ya no sigas.La verdad es que miento, no quiero que se detenga. Sus besos me saben a paraíso, tal y como la primera vez que nos besamos. El parece entender mis contradicciones internas porque me desobedece. Vuelve a besarme, ahora con mucho más desespero que antes.Habíamos estado casi un mes en esta casa juntos y nunca había cruzado esa línea, aunque muchas veces pareciese que ese era su deseo, se mantenía racional respetando mi disposición.—Te amo, Lissy —dice de nuevo entre jadeos. —Te necesito.Su boca baja de nuevo a mi mentón, luego a mi cuello y finalmente termina su recorrido entre mis pechos. Suspirar es lo único que puedo hacer. Todo mi cuerpo lo anhela de manera desesperada.—Esto no está bien —consigo decir en un segun
Elizabeth Collins.Mi celular suena y resoplo. Mi cabeza duele y lo que menos quiero es que sea otra llamada de Dante y tener que repetirle todo de nuevo.Me levanto bastante adolorida después de mi faena de la madrugada e ignoro el incesante sonido de mi celular. Es más de medio día y voy hasta el baño para darme una ducha muy larga y así poder relajarme.Luego de que salgo y me visto con un ligero jean y una camiseta sin mangas, tomo mi celular para mirar las notificaciones y sorprendentemente ninguna de ellas es de Dante.—Al menos entendiste —murmuro leyendo algunos de los mensajes, pero no sé cómo sentirme al respecto, si bien o mal.Leo algunos de Alejandra preguntando como amanecí luego de enterarme lo de esa mujer y le respondo que estaré bien y eso pienso hacer. Lissy tendrá un antes y un después de conocer a su madre bilógica.<
Elisabeth Collins.—Señora Fedora —me inclino un poco para saludarla. —¡Qué gusto encontrarla!—Estabas en el lanzamiento, ¿cierto? —me mira con ojos achinados. —¿Es de allí que nos conocemos?—Sí, soy admiradora de sus creaciones —replico de inmediato. —También soy diseñadora y vine a hablar con Damián.Hace un asentimiento con la cabeza restándole importancia a lo que acabo de decir. Se la nota una mujer fría y calculadora tal como ha de esperarse de una mujer que abandonó a su hija pequeña y a su marido enfermo y nunca más quiso saber de ellos.Llegamos al piso correspondiente y apenas se abre el ascensor camina hacia su oficina mientras yo me acerco hasta una de las secretarias.—Hola, señorita. Vine a ver al señor Damián Lewis ¿Pue
Elizabeth Collins. Nos miramos entre los tres sin que nadie diga nada. Me llevo mi taza de café a la boca y tomo el último sorbo antes de levantarme. —Bueno, tengo que irme —coloco mi cartera por el hombro. —Creo que ya está todo listo y necesito descansar. Ambos se levantan y me miran con el ceño fruncido como esperando a que diga algo más. —Noelia, sé que esto no compensa lo que has hecho por nosotros esta noche, pero me gustaría que lo aceptes —Damián me pasa un cheque. —Sin tu ayuda no hubiésemos podido salvar nada. Miro la pequeña hoja y tiene un monto de $10.000. Me quedo boqueando sin saber que responder. Es mucho dinero, mucho más de lo que hubiese pensado. —No puedo aceptarlo —respondo devolviendo el cheque en sus manos. —¡¿Por qué?! —Fedora exclama. —Es mucho dinero. Esto puede ayudarte bastante. —Efectivamente, es mucho dinero y es por eso que no puedo aceptarlo. Si los ayudé fue por