Habían pasado aproximadamente más de diez años desde la muerte de Xu Yun. Aquella fatídica primavera aún vivía con fuerza en la mente de Xu AnRong, quién recordaba con todo lujos de detalles la escena donde su madre era devorada. 

Por supuesto, los primeros años fueron los más duros. Pesadillas constantes durante las noches, tristeza y lágrimas durante los días. Pero llegó un momento donde Xu AnRong ya no lloraba. No porque no tuviera fuerzas... Simplemente, el dolor era tan fuerte que le impedía soltar lágrima alguna. 

Habían pasado tantas cosas. 

Sin embargo, el vacío y la soledad jamás habían desaparecido de su corazón.

Después de golpear la puerta un par de veces, Xu AnRong se rindió y dejó que aquel joven estúpido hiciese lo que quisiera. De todas maneras, Xu Yun jamás iba a regresar para reclamar aquella habitación que le pertenecía. 

Ahora, te