Olivia
—¿Katerina, verdad? —tomé la iniciativa para hablar.—¿Cómo...cómo sabes...? —apenas pudo balbucear, y el miedo la paralizó.Al reconocer la duda en los ojos de Katerina, vi la oportunidad perfecta de desarmarla emocionalmente.—Tu plan es bastante ingenioso, Katerina. Tu primo es un poco extremista cuando se trata de mí.Me acerqué a ella envuelta en mi enterizo negro y unas botas hasta las rodillas de tacón alto y corrido.A simple vista mi cuerpo trasmitía amenaza, vestida de negro con un abrigo de invierno por la fecha hasta mis tobillos de igual color, con mi cabello atado en una cola alta y mis ojos acribillando a mí presa.—No te preocupes, no voy a llamar a la policía. Sé perfectamente por qué estás aquí. Y no me sorprende que Daemon te haya manipulado para que hicieras esto. —dije, conocedora de todos sus planes patéticos y fallidos.—¿Qué pretendes hacer? —preguntó, con miedo en la mirada.<Enzo Sostenía el teléfono con firmeza, mi mirada fija en el paisaje que se extendía más allá del ventanal de su oficina. La luz del atardecer se filtraba a través del cristal, tiñendo la habitación con tonos anaranjados y dorados, pero no podía disfrutar del espectáculo. El mensaje de su hombre de confianza resonaba en su mente como un eco perturbador: Olivia había orquestado una trampa para enfrentar a la mujer que estaba amenazando sus empresas. Había sido claro con ella hace apenas dos noches. —No te arriesgues, Olivia, —le había implorado. —Estamos esperando un bebé.Las palabras habían salido con una mezcla de amor y desesperación, pero parecía que su preocupación no había alcanzado a su esposa. Ese brillo desafiante en sus ojos cuando se trataba de proteger a su familia le había hecho temer algo como esto. Yo conocía su espíritu indomable, pero ser madre había cambiado muchas cosas. También, la percepción de peligro.Al leer el mensaje de
Enzo Revisé mi reloj por quinta vez en el último cuarto de hora. Sabía que estaba retrasando lo inevitable, pero la idea de dejar a Olivia, especialmente ahora, me resultaba más difícil de lo que había anticipado.La rutina de mi vida había cambiado desde que me enteré del embarazo de Olivia, transformando mi mundo en un torbellino de emociones.Arabia Saudita no era un lugar para temer, pero la reunión con los altos mandos de la mafia local implicaba riesgos que no podía subestimar. Eran necesarios los acuerdos precisos sobre el nuevo componente de mi droga patentada, algo que había revolucionado mi negocio, aumentando tanto mis ganancias como la atención no deseada. Fue una jugada arriesgada, pero soy un pionero en mi campo.Al entrar a la biblioteca decorada con cálida elegancia, vi a Olivia en el sillón, absorta en un libro, pero claramente consciente de mi presencia.La noticia del embarazo todavía me arrancaba una mezcla de sonrisas y ansiedad. Olivia levantó la vista y me dedi
EnzoLa semana había sido una locura. Durante éstos días, había estado atrapado en un mar de reuniones y celebraciones que giraban en torno a un nuevo negocio que unia a la mafia árabe y a la mafia italiana. La importación del veneno que había comenzado a hacerse famoso en los Emiratos Árabes.Cada encuentro era una danza tensa de sonrisas y miradas furtivas, mientras discutíamos cifras que parecían sacadas de un mundo aparte. Me sentía ahogado entre las paredes cargadas de cigarrillos y secretos, con cada brindis resonando más como un lamento que como una celebración. Los líderes árabes, llenos de orgullo por sus nuevas alianzas, hablaban de lujos y excesos que no me interesaban. Todo lo que podía pensar era en Olivia.Las tentaciones llegaban en sacudidas. Durante una de esas noches, un ofrecimiento inesperado salió de los labios de uno de los líderes: mujeres, una horda de belleza destinada a complacer, cada una más seductora que la anterior. Sus tonos insinuantes, cargados de prom
OliviaEra una mañana tranquila en la oficina. Y me encontraba sentada en mi cómoda silla frente al escritorio, mirando por la ventana mientras el sol se filtraba a través de las persianas. A pesar de la calma exterior, mi mente estaba en constante agitación. No poder ver a mi esposo desde que se fue a Arabia Saudita me afectaba profundamente. Aunque hablábamos todos los días, la distancia física es un peso que no podía ignorar.Suspiré y me obligué a concentrarme en todo el trabajo que tenía en ambos negocios. Tenía que mantenerme alerta, especialmente con la mafia rusa merodeando, siempre buscando una oportunidad para dañar la reputación de las empresas Cavalli. Sabía que no podía permitirme el lujo de bajar la guardia. Había orquestado un escándalo contra Katerina, y aunque había logrado dañar su imagen ante la prensa y sus colegas, la batalla estaba lejos de terminar.Mientras revisaba unos documentos, mi teléfono vibró. Era un mensaje de Enzo. Una sonrisa se dibujó en mi rostro
Llegué a la fortaleza aún con la cabeza llena de pensamientos referentes a la llamada de mi padre. Su voz resonaba en mi mente como un eco persistente, recordándome que está metido en problemas con la mafia americana y que mis hermanos y Amanda podían salir perjudicados en ésto. La presión de su tono austero y su insistencia en ser ayudado por mi me hicieron sentir pequeña e impotente. Tenía que convencer a mi cerebro que él ya no tiene ningún poder sobre mí y que aunque me casé por un contrato billonario, yo aquí era más libre de lo que nunca fui en mi corta vida. Mientras mis pasos resonaban en el frío mármol del vestíbulo, estaba tan distraída que no vi a Enzo, mi esposo, recostado en uno de los sofás de la sala de recibimiento.El ambiente estaba impregnado de una calma engañosa, y las sombras danzaban a la luz tenue que provenía de las lámparas en forma de antorchas que teníamos en casi toda la casa. Fue solo cuando giré la cabeza, buscando un poco de consuelo en este
EnzoLa brisa cálida del desierto se sentía pesada en mis pulmones mientras contemplaba el horizonte. Estaba harto de Arabia Saudita. Ya había pasado demasiado tiempo allí, dedicado a establecer enlaces comerciales que, si bien eran cruciales para nuestro futuro, me dejaban una sensación agridulce. Había cumplido con cada plazo, cada reunión. La cultura, al principio intrigante, se había convertido en una presión constante que roía mi paciencia.También sufrí una emboscada aquí, pero confiaba en que ellos no sabían a qué realmente había venido a este lugar.Olivia... Con solo pensar en ella, mi corazón se aceleraba un poco. Ella debía estar bien, sonriendo y manteniendo el calor de nuestro pequeño mafioso en su vientre.Cómo parte del pago por mi nueva droga, los altos mandos de la mafia árabe y yo habíamos acordado que, una vez que mi mujer cumpliera cinco meses de embarazo, regresaríamos Lara acá. La idea de que fuese a parir en un lugar como es
OliviaEl sonido de la puerta de nuestra ala resonó al abrirse en todo el piso, como un eco de mis propios latidos. Enzo, con su sonrisa linda y cálida y la mirada que siempre me traía un alivio, había regresado justo a tiempo.Después de esos días en los que su ausencia hacía un peso en mi pecho, el abrazo que compartimos me hizo olvidar, aunque solo por unos momentos, las sombras que se cernían sobre nosotros.Me hicieron olvidar la molestia que pasé cuando no tomaban en cuenta mi liderazgo dentro de la mafia, pero a pesar de todo me hice respetar y cumplí con todo lo que se me dejó a cargo.Nos acurrucamos en el sofá de la terraza como siempre hacíamos, con las risas y los susurros reemplazando la soledad que había dominado mis días.Pero en el fondo, algo me carcomía: la sombra de mi padre. Había pasado horas ensayando cómo comunicarle la verdad a Enzo, temía su reacción, pero no podía seguir guardando un secreto que amenazaba con devorarme. Había prometido que nunca más le ocult
Enzo, había tomado la información sobre la situación de la deuda de mi padre de la mejor manera posible. A pesar de la gravedad del asunto, su reacción fue calmada y comprensiva. Sabía que no era fácil para él, pero su apoyo incondicional me daba fuerzas para enfrentar la tormenta que se avecinaba.La deuda de mi padre era un peso que había cargado desde que me llamó para darme esa desagradable noticia e intento obligarme a ayudarlo. Mis hermanos y mi madrastra estaban al borde del colapso, y aunque Enzo no podía resolver todo el problema, había decidido ayudarlos a salir de los apuros más inmediatos. Su generosidad era un alivio, pero también sabía que no podíamos permitirnos más sacrificios financieros.Esa noche, mientras cenábamos, Enzo me tomó de la mano y me miró a los ojos. —Olivia, haremos lo que podamos, pero también debemos ser realistas. No podemos resolver todos los problemas de tu familia, pero podemos darles un respiro.Sus palabras eran un bálsamo para mi alma, pero tam