EnzoLa semana había sido una locura. Durante éstos días, había estado atrapado en un mar de reuniones y celebraciones que giraban en torno a un nuevo negocio que unia a la mafia árabe y a la mafia italiana. La importación del veneno que había comenzado a hacerse famoso en los Emiratos Árabes.Cada encuentro era una danza tensa de sonrisas y miradas furtivas, mientras discutíamos cifras que parecían sacadas de un mundo aparte. Me sentía ahogado entre las paredes cargadas de cigarrillos y secretos, con cada brindis resonando más como un lamento que como una celebración. Los líderes árabes, llenos de orgullo por sus nuevas alianzas, hablaban de lujos y excesos que no me interesaban. Todo lo que podía pensar era en Olivia.Las tentaciones llegaban en sacudidas. Durante una de esas noches, un ofrecimiento inesperado salió de los labios de uno de los líderes: mujeres, una horda de belleza destinada a complacer, cada una más seductora que la anterior. Sus tonos insinuantes, cargados de prom
OliviaEra una mañana tranquila en la oficina. Y me encontraba sentada en mi cómoda silla frente al escritorio, mirando por la ventana mientras el sol se filtraba a través de las persianas. A pesar de la calma exterior, mi mente estaba en constante agitación. No poder ver a mi esposo desde que se fue a Arabia Saudita me afectaba profundamente. Aunque hablábamos todos los días, la distancia física es un peso que no podía ignorar.Suspiré y me obligué a concentrarme en todo el trabajo que tenía en ambos negocios. Tenía que mantenerme alerta, especialmente con la mafia rusa merodeando, siempre buscando una oportunidad para dañar la reputación de las empresas Cavalli. Sabía que no podía permitirme el lujo de bajar la guardia. Había orquestado un escándalo contra Katerina, y aunque había logrado dañar su imagen ante la prensa y sus colegas, la batalla estaba lejos de terminar.Mientras revisaba unos documentos, mi teléfono vibró. Era un mensaje de Enzo. Una sonrisa se dibujó en mi rostro
Llegué a la fortaleza aún con la cabeza llena de pensamientos referentes a la llamada de mi padre. Su voz resonaba en mi mente como un eco persistente, recordándome que está metido en problemas con la mafia americana y que mis hermanos y Amanda podían salir perjudicados en ésto. La presión de su tono austero y su insistencia en ser ayudado por mi me hicieron sentir pequeña e impotente. Tenía que convencer a mi cerebro que él ya no tiene ningún poder sobre mí y que aunque me casé por un contrato billonario, yo aquí era más libre de lo que nunca fui en mi corta vida. Mientras mis pasos resonaban en el frío mármol del vestíbulo, estaba tan distraída que no vi a Enzo, mi esposo, recostado en uno de los sofás de la sala de recibimiento.El ambiente estaba impregnado de una calma engañosa, y las sombras danzaban a la luz tenue que provenía de las lámparas en forma de antorchas que teníamos en casi toda la casa. Fue solo cuando giré la cabeza, buscando un poco de consuelo en este
EnzoLa brisa cálida del desierto se sentía pesada en mis pulmones mientras contemplaba el horizonte. Estaba harto de Arabia Saudita. Ya había pasado demasiado tiempo allí, dedicado a establecer enlaces comerciales que, si bien eran cruciales para nuestro futuro, me dejaban una sensación agridulce. Había cumplido con cada plazo, cada reunión. La cultura, al principio intrigante, se había convertido en una presión constante que roía mi paciencia.También sufrí una emboscada aquí, pero confiaba en que ellos no sabían a qué realmente había venido a este lugar.Olivia... Con solo pensar en ella, mi corazón se aceleraba un poco. Ella debía estar bien, sonriendo y manteniendo el calor de nuestro pequeño mafioso en su vientre.Cómo parte del pago por mi nueva droga, los altos mandos de la mafia árabe y yo habíamos acordado que, una vez que mi mujer cumpliera cinco meses de embarazo, regresaríamos Lara acá. La idea de que fuese a parir en un lugar como es
OliviaEl sonido de la puerta de nuestra ala resonó al abrirse en todo el piso, como un eco de mis propios latidos. Enzo, con su sonrisa linda y cálida y la mirada que siempre me traía un alivio, había regresado justo a tiempo.Después de esos días en los que su ausencia hacía un peso en mi pecho, el abrazo que compartimos me hizo olvidar, aunque solo por unos momentos, las sombras que se cernían sobre nosotros.Me hicieron olvidar la molestia que pasé cuando no tomaban en cuenta mi liderazgo dentro de la mafia, pero a pesar de todo me hice respetar y cumplí con todo lo que se me dejó a cargo.Nos acurrucamos en el sofá de la terraza como siempre hacíamos, con las risas y los susurros reemplazando la soledad que había dominado mis días.Pero en el fondo, algo me carcomía: la sombra de mi padre. Había pasado horas ensayando cómo comunicarle la verdad a Enzo, temía su reacción, pero no podía seguir guardando un secreto que amenazaba con devorarme. Había prometido que nunca más le ocult
Enzo, había tomado la información sobre la situación de la deuda de mi padre de la mejor manera posible. A pesar de la gravedad del asunto, su reacción fue calmada y comprensiva. Sabía que no era fácil para él, pero su apoyo incondicional me daba fuerzas para enfrentar la tormenta que se avecinaba.La deuda de mi padre era un peso que había cargado desde que me llamó para darme esa desagradable noticia e intento obligarme a ayudarlo. Mis hermanos y mi madrastra estaban al borde del colapso, y aunque Enzo no podía resolver todo el problema, había decidido ayudarlos a salir de los apuros más inmediatos. Su generosidad era un alivio, pero también sabía que no podíamos permitirnos más sacrificios financieros.Esa noche, mientras cenábamos, Enzo me tomó de la mano y me miró a los ojos. —Olivia, haremos lo que podamos, pero también debemos ser realistas. No podemos resolver todos los problemas de tu familia, pero podemos darles un respiro.Sus palabras eran un bálsamo para mi alma, pero tam
OliviaLa mañana amaneció con un resplandor cálido entrando por las ventanas de nuestra habitación. Los rayos del sol jugaban sobre las sábanas blancas, envolviéndome en una sensación de paz y felicidad. Volteé a mirar a Enzo, mi esposo, cuyos ojos reflejaban el mismo brillo dorado que se colaba a través de las cortinas. Aquel momento se sentía como sacado de una película: el silencio de la casa, interrumpido solo por nuestras risas y susurros, nos ofrecía un refugio del caos que solía rodearnos.Pasamos horas enredados, compartiendo sueños y planes mientras el tiempo se deslizaba sin que apenas lo notáramos.Era el segundo día que llevábamos aquí encerrados entre mimos, sexo del bueno y comida que nos preparaba nuestro personal de cocina.Estábamos alejados de todos en este momento, sin empresas y evadiendo las responsabilidades de la mafia. Solo por hoy.Tuvimos un desayuno improvisado en la cama con una deliciosa combinación de risas revueltas entre tostadas, frutas y café. Me par
Olivia El silencio en la habitación era ensordecedor. Se podía escuchar el tictac del reloj de pared, cada segundo un martillazo en mi pecho que me recordaba la realidad que nos aprisionaba. En el rostro de Enzo, normalmente un lienzo de calma y seguridad, solo se dibujaba la tormenta que lo azotaba por dentro. Desesperación. Una palabra que nunca pensé asociarle a él, pero que ahora lo definía por completo. Es entendible, no solo yo estoy en peligro, sino nuestro bebé, pero teníamos el punto a favor de que no mi familia ni nadie sabían de mi embarazo. Solo mis hombres más cercanos a mi seguridad, pero confiábamos en mis asesinos. Red y Marcello, nuestro bastión tecnológico, el mago de la informática que Enzo llamaba mejor amigo y yo consideraba un ángel guardián, habían logrado infiltrarse en la red de la mafia rusa. Lo que encontraron fue peor que nuestras peores pesadillas: la confirmación de la llamada de mi padre, la v