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Me levanté con el olor a huevos fritos y tocino. Salí de la cama y fui directo a la cocina. Allí, como en un sueño, estaba Hayden, descalzo y cocinando. Él volteó a verme y sonrió. Esto se sentía como si nada hubiera pasado entre nosotros, era como al principio. Yo estuve tan tentada en correr a sus brazos y llenarlo de besos, pero sabía que eso era una muy mala idea, él solo estaba aquí por lástima.

— Buenos días — me saludó.

Yo aparté la mirada. No sabía cómo actuar ahora a su alrededor, aunque todo pareciera como antes, se sentía una enorme barrera.

— ¿Por qué aún estás aquí? — le pregunté.

Hayden se acercó a mí y me obligó a verlo a los ojos. Yo lo miré y casi empecé a llorar, lo necesitaba tanto en estos momentos.

— Te he preparado desayuno. Después de que vea que te has comido todo, me iré, así que tu mala cara no me hará huir — me dijo.

Yo me alejé de él.

— Pues quiero que te vayas ahora, y no tengo hambre — le dije.

Hayden volvió a sonreír.

— Entonces no me iré. Tú decides — m
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