Michael no levantaba el pie del acelerador ni apartaba la vista de la carretera, conducía a toda velocidad en busca de Sophie, no podía dejarla ir, no podía perderla, no pensaba permitirlo y, sobre todo, no podía llevarse a sus hijos, también eran de él.—¿Por qué, Sophie, por qué no hablaste conmigo antes de tomar una decisión tan drástica? —se decía conduciendo en dirección al lugar al que había conducido tantas veces aquel fatídico día.Sus recuerdos lo transportaron veinte años atrás, donde despertó con un terrible dolor de cabeza, completamente desnudo sintiendo el abrazo de un cálido cuerpo femenino dormido a su lado.Michael sonrió, a pesar de estar enamorado de Marie, ella lo veía solo como un amigo, así que era normal que Michael se acostara con otras chicas aunque jamás conseguía conectar emocionalmente con ninguna.Llevó una mano al cabello de la chica con la que aparentaba haber pasado la noche y se quedó completamente impactado al descubrir que era Marie.Ella tenía unos
Michael cerró los ojos por un instante, asimilando la declaración de Sophie. Con un profundo suspiro, inició su camino hacia ella, moviéndose con una determinación marcada por la negación de su gesto. En su mente, se agolpaban las palabras, las explicaciones que necesitaba ofrecerle. La situación exigía claridad, una sinceridad que hasta el momento había evitado por temor a las consecuencias. Sin embargo, era hora de enfrentar la realidad, de desentrañar los malentendidos y revelar las verdades que había estado callando.No podía permitir que el silencio y los secretos siguieran construyendo un muro entre ellos. — No, Sophie, te prometo que eso no es así. Yo no soy tu padre. Cuando te adopté, lo primero que hice fue asegurarme de que no teníamos lazos de sangre; nos hicimos una prueba de paternidad y luego me alejé de ti, porque eras tan igual a ella que solo me recordabas ese momento.Un destello de esperanza que se encendió en el corazón de Sophie al escuchar a Michael hablar. Por u
En la penumbra de un amanecer no visto, Michael luchaba por emerger de un abismo sin luz. La voz de Daniel, cargada de urgencia, se filtraba a través de las capas de su inconsciencia como un faro en la noche. Desorientado y desafiando la neblina que nublaba sus pensamientos, comenzó a distinguir sensaciones más allá de la voz que lo llamaba: el frío suelo bajo él, el olor penetrante de antiséptico y la presencia inconfundible de peligro latente. Cada palabra de Daniel, aunque distante, era un ancla al mundo que Michael temía haber dejado atrás. Con esfuerzo, su mente comenzó a tejer los hilos de la realidad, preparándose para enfrentar lo que le esperaba al despertar completamente.—Michael, aguanta, no te nos vayas —rogaba Daniel con una mezcla de desesperación y concentración mientras sus dedos expertos buscaban el pulso de Michael. Un suspiro de alivio escapó de sus labios al sentir el latido firme bajo su tacto. Con movimientos rápidos y precisos, Daniel utilizó su cinturón para a
— ¿Cómo pudiste hacerlo Michael, ¿Cómo fuiste capaz de hacer algo así?— gritaba Marie entre lágrimas mientras se levantaba de la cama y enrollaba su cuerpo dolorido en una sábana para no mostrar su desnudez.Las lágrimas resbalaban por su rostro mientras lo observaba con la mirada más teñida de dolor que había podido ver en ella jamás.Michael no entendía nada, solo recordaba haber bebido mucho y empezar a encontrarse mal, luego James lo había llevado hasta esa habitación.— Descansa un rato, aún eres un niño Michael, no sabes beber — le dijo.Luego él se dejó caer en la cama y ya no recordaba nada más, nada a excepción de algunos gemidos, algunos gritos de Marie que no podía conectar, que no era capaz de recordar cómo se produjeron, ni qué había sucedido realmente.— Marie, yo no quería yo…— Aseguró Michael levantándose e intentando acercarse a ella.— ¿Qué tú no querías?— preguntó observándolo con ira, aun así, no dejaba de llorar mientras lo fulminaba con la mirada — Yo no quería,
Laura, con el corazón en un puño, buscó frenéticamente entre el caos del vestíbulo del hospital hasta que sus ojos se posaron en Daniel.—¿Qué ha pasado? —preguntó con voz temblorosa, temiendo la respuesta.Daniel, la observó algo molesto porque en ese instante estaba preparado para desaparecer, solo esperando a que le dijeran que Michael estaba fuera de peligro y que viviría, el quería que viviera, al inicio que hizo matarlo pero ahora sabía que sería mucho mejor el dolor de la pérdida.—Michael está malherido. Fue un accidente grave, y su estado es crítico.—¿Pero va a estar bien? ¿Puedo verlo? —insistió, aferrándose a la esperanza de que siguiera vivo.—Los cirujanos están haciendo todo lo posible. Vamos, te llevaré a él —dijo Daniel, ofreciendo su apoyo con un gesto comprensivo hacia el brazo de Laura.Juntos, avanzaron por los pasillos del hospital, cada paso cargado de incertidumbre pero también de la determinación de Laura por estar al lado de Michael, sin importar lo que vinie
—Está bien —dijo Daniel al encontrarse con Laura—. Ya sabes lo que debes hacer si quieres a Michael y recuerda, me debes lealtad.Después de su breve encuentro, Daniel se apresuró a dejar el hospital. Caminaba rápidamente por los pasillos, consciente de que el tiempo se agotaba y de que debía ponerse a salvo antes de que las consecuencias de sus acciones lo alcanzaran. Tenía claro que Michael, no tardaría en buscarlo y poner todo su poder y recursos en aquella búsqueda.Al acercarse a la puerta principal, su paso se detuvo al encontrarse de frente con Robert y Emma. Se tensó pero intentó controlar sus gestos para que no se le notara, especialmente cuando notó la presencia de Hanna, cuya reputación de peligrosidad precedía cualquier saludo.—Daniel —lo saludó Robert, ofreciéndole un asentimiento de cabeza.Daniel respondió con una sonrisa forzada, consciente de que cada segundo contaba para escapar con éxito —Robert, supongo que venís a ver a Michael. Está fuera de peligro, pero si me
La luz roja parpadeaba en el cuadro de mandos de la avioneta mientras el piloto intentaba estabilizar el avión.—Tenemos problemas —dijo el piloto de la avioneta, al percatarse de que el motor había empezado a arder—. Debemos buscar los paracaídas antes de estrellarnos en el mar.El piloto era consciente de los riesgos; sabía que si se estrellaban, las posibilidades de sobrevivir eran mínimas. Mientras tanto, Alex buscaba desesperadamente tres paracaídas.—¡Rápido, chico! —gritaba el piloto.Pero el falso guardaespaldas se acercó a Sophie, quien lloraba asustada.—Escúchame, cariño, tú saltarás primero —dijo mientras le ayudaba a ajustar el paracaídas y se aseguraba de que estuviera bien atado. Luego, la llevó hasta la puerta de salida.—¿Pero y tú? —preguntó ella.—Yo saltaré después —le aseguró.Después de aquella decisiva intervención, Alex empujó suavemente a Sophie hacia el vacío. Con determinación, ella extendió su mano hacia la anilla del paracaídas, tirando de ella firmemente.
La voz de Laura interrumpió el momento de compasión, su tono cargado de frustración y resentimiento.― Michael, esto tiene que parar ―dijo con firmeza, apartando su mano de la mejilla de Michael―. No puedes seguir compadeciéndote de Sophie. Ella te abandonó a propósito.Michael levantó la mirada, sorprendido por la vehemencia en la voz de Laura. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas, su rostro estaba marcado por la lucha interna entre el dolor y la ira.― Pero eran mis hijos, Laura… ―susurró, su voz quebrándose bajo el peso de la pérdida―. Mi esposa…Laura apretó los labios, su mandíbula estaba tensa por la frustración acumulada.― Lo sé, Michael. Pero aferrarte a ese dolor no te llevará a ninguna parte ―dijo con suavidad, tratando de mantener la calma a pesar de lo mucho que odiaba a esa mujer, se alegraba de que estuviera muerta y esos bebés no llegarán a nacer ― Necesitas dejar ir el pasado y enfocarte en sanar.Las lágrimas rodaban por las mejillas de Michael, su corazón esta