Había pasado un mes desde la última llamada entre Sophie y Michael. Una llamada tensa, llena de dolor, mentiras y palabras hirientes que se repetían en la mente de Sophie una y otra vez. Odiaba haber tenido que hacer eso, algo que marcó un antes y un después en sus vidas.Michael, resignado a la traición, se marchó del país, dejando a Sophie sola y sin nadie a quien acudir. La incertidumbre y el miedo la envolvían como una mortaja, ahogando cualquier atisbo de esperanza, ahora estaba sola, condenada a quedarse al lado de un hombre como James, y a su vez, condenando a sus hijos con ella.James, por su parte, rebosaba de felicidad. Los informes de Laura confirmaban que la boda con Sophie seguía en pie. Su plan maquiavélico parecía funcionar a la perfección. Todo sonreía a su alrededor, excepto por la propia Sophie,que no había aceptado su vil trato, quien parecía un alma en pena que poco a poco se estaba desgastando y desperdiciando encerrada en aquella habitación.A pesar de la falsa n
Los recuerdos la asaltaban como olas impetuosas, inundando su mente con imágenes vívidas de su vida con Michael. La felicidad que había sentido al principio, la desilusión que la invadió poco a poco, la amargura que se apoderó de su corazón. Recordó la concepción de sus hijos, un acontecimiento que no le trajo alegría, sino una profunda tristeza que la llevó a considerar, incluso, la posibilidad de abortar con la ayuda de James, a quien en ese entonces erróneamente llamaba Daniel.Un sollozo escapó de sus labios, rompiendo el silencio de la mañana. Shirley, que acababa de entrar en la habitación con el desayuno, se acercó con rapidez, preocupada por el estado de su amiga.—Sophie, no puedes seguir así… —afirmó con voz suave, mientras se sentaba junto a ella en la cama.Sophie la miró con ojos empañados por las lágrimas.—Los recuerdos, Shirley. Me atormentan. —Su voz era apenas un susurro—. Recuerdo todo. La felicidad, la desdicha, la tristeza... incluso lo que quise hacer con mis hij
Una joven sirvienta de mirada compasiva, corría a toda prisa por los pasillos de piedra, con el corazón palpitando en su pecho como un tambor desbocado en dirección a la habitación de los niños para buscar a Shirley, la única persona que podía ser de ayuda en lo que estaba sucediendo.— ¡Shirley, necesitamos tu ayuda! —exclamó la sirvienta, con la voz entrecortada por la falta de aliento y las lágrimas asomando en sus ojos.Shirley, al notar la angustia en el rostro de la sirvienta, se alarmó de inmediato. Mientras dejaba a la pequeña Marie en la cuna ya aseada y cambiada.— ¿Qué sucede? Tranquila, respira hondo y dime qué ocurre— Es Sophie, señorita. El señor llegó muy ebrio haciendo ruido por todos lados y luego se metió en su habitación. Debemos hacer algo, por favor, no podemos permitirlo.Un escalofrío recorrió la espalda de Shirley. La sola idea de que James, pudiera hacerle daño a Sophie la llenó de una furia que jamás había experimentado.—Tranquila. No te preocupes, vamos a
Las miradas de Shirley y James se encontraron en un tenso forcejeo de voluntades. La valentía brillaba con intensidad en los ojos de Shirley, mientras que los de James reflejaban una crueldad despiadada que helaba la sangre, tenía claro que no las dejaría escapar.Con voz temblorosa, pero con una firmeza inquebrantable, Shirley suplicó.—James, por favor, déjala ir. Ya has causado suficiente daño, es hora de que esto termine.Una risa amarga escapó de los labios de James. Se acercó a Shirley con pasos lentos y deliberados, impregnando la habitación con el peligro que significaba su cercanía.—Nunca, Shirley, Sophie y los niños me pertenecen. No irán a ninguna parte —sentenció James con una voz gélida y llena de arrogancia.En un acto de valentía desesperada, Shirley se lanzó hacia James. Sacando un cuchillo que había escondido en su cinturón para protegerse si algo salía mal, luchó con fiereza por liberarse a sí misma y a Sophie de la crueldad de James.Sin embargo, James era más ráp
El avión privado de la compañía de Michael rasgaba las nubes, transportando a Sophie, Hanna y los pequeños Marie y Michael hacia un lugar seguro lejos de Escocia y de ese hombre que los había tenido secuestrados.Los niños, exhaustos por la agitación de la huida, finalmente se habían rendido al sueño, concediendo a las dos mujeres un breve respiro para conversar.Sophie los revisó una última vez y suspiró aliviada sabiendo que estaban a salvo mientras se sentaba en el asiento de al lado de la mujer que durante tanto tiempo le daba miedo, pero ahora le había salvado la vida y aprovechó la calma y el largo viaje que les quedaba para hablar con ella.—Hanna es el momento de que me cuentes la verdad ¿Como es posible que estuvieras dentro del castillo? —preguntó Sophie intrigada.Hanna suspiró sabiendo que no podía librarse de ese interrogatorio, Sophie necesitaba respuestas, aun así, le daría las respuestas que ella creyera pertinentes.—El jefe me ordenó que me quedara contigo y con los
El avión privado aterrizó suavemente en la pista. Sophie, con el corazón martilleándole en el pecho como un pájaro enjaulado, descendió del lujoso transporte junto a Hanna. Un chófer de la compañía las esperaba para recogerlas, cada una llevaba a uno de los bebés en brazos mientras bajaban por las escaleras.Hacía sol, muy diferente del frío y húmedo verano que habían pasado tres años atrás en Escocia. Sophie agradeció sentir el calor y los rayos del sol en su rostro, pero no podía evitar pensar en que Michael se casaba. La noticia la había golpeado con la fuerza de un huracán, dejándola aturdida y apenas registraba el paisaje que la rodeaba.Al subir al coche, Hanna captó la tensión que irradiaba Sophie, aunque no dijo nada. Una vez acomodados los bebés, Sophie se giró y la miró con ojos llenos de tristeza.—No puedo dejar de pensar en esa boda —confesó con voz temblorosa.Hanna asintió con comprensión.—Yo tampoco. En realidad, no sé cómo alguien podría comprometer toda su vida a un
Los nervios atenazaban a Sophie mientras observaba a Hanna, quien sonreía ampliamente con una diversión inusual en sus ojos. Jamás la había visto sonreír de esa manera, solo esbozos siniestros o muecas burlonas.— ¿Insinúas que vaya e interrumpa la boda? —preguntó Sophie con incredulidad, sin poder creer lo que la otra mujer acababa de decir.—Exactamente, Sophie —respondió Hanna, clavando su mirada en la de ella—. Estás aquí lamentándote por un hombre que se casa, a pesar de todo lo que le has hecho. Dices que ahora lo amas y no quieres que se case, entonces deja de lamentarte y corre a impedirlo.La propuesta de Hanna era descabellada, impensable. Sophie no podía evitar la felicidad de alguien que amaba, precisamente por las razones que esa mujer había mencionado: le había hecho daño a Michael muchas veces. Lo sabía. Y aunque las maneras de Michael no habían sido las mejores durante su relación, él siempre había cuidado de ella, mientras que ella solo le había pagado con deslealtad
—¡Michael! ¡Michael! —gritaba Sophie desesperada, golpeando la puerta con todas sus fuerzas, como si sus palabras pudieran traspasarla y llegar a él, deteniendo lo que estaba por suceder.En el fondo, Sophie sabía que aquello era una esperanza vana. Los jardines estaban demasiado lejos de la entrada como para que sus simples gritos pudieran llegar hasta allí, pero la desesperación la impulsaba a intentarlo.—Señorita, cálmese —le dijo uno de los guardias, tratando de mantener la compostura, aunque en realidad no estaba seguro de cómo abordar la situación. Si hubiera sido un hombre, tal vez habría optado por abrir la reja para expulsarla a golpes y que se marchara con su drama a otro lugar.—No me calmaré hasta que me dejen pasar, ¡necesito impedir esa boda! —gritó Sophie con la voz llena de angustia, empujando la puerta nuevamente y provocando ese sonido estridente y metálico— ¡Abra la maldita reja y déjeme entrar!Los ojos del guardia reflejaban la angustia que sentía al no saber qué