Una joven sirvienta de mirada compasiva, corría a toda prisa por los pasillos de piedra, con el corazón palpitando en su pecho como un tambor desbocado en dirección a la habitación de los niños para buscar a Shirley, la única persona que podía ser de ayuda en lo que estaba sucediendo.— ¡Shirley, necesitamos tu ayuda! —exclamó la sirvienta, con la voz entrecortada por la falta de aliento y las lágrimas asomando en sus ojos.Shirley, al notar la angustia en el rostro de la sirvienta, se alarmó de inmediato. Mientras dejaba a la pequeña Marie en la cuna ya aseada y cambiada.— ¿Qué sucede? Tranquila, respira hondo y dime qué ocurre— Es Sophie, señorita. El señor llegó muy ebrio haciendo ruido por todos lados y luego se metió en su habitación. Debemos hacer algo, por favor, no podemos permitirlo.Un escalofrío recorrió la espalda de Shirley. La sola idea de que James, pudiera hacerle daño a Sophie la llenó de una furia que jamás había experimentado.—Tranquila. No te preocupes, vamos a
Las miradas de Shirley y James se encontraron en un tenso forcejeo de voluntades. La valentía brillaba con intensidad en los ojos de Shirley, mientras que los de James reflejaban una crueldad despiadada que helaba la sangre, tenía claro que no las dejaría escapar.Con voz temblorosa, pero con una firmeza inquebrantable, Shirley suplicó.—James, por favor, déjala ir. Ya has causado suficiente daño, es hora de que esto termine.Una risa amarga escapó de los labios de James. Se acercó a Shirley con pasos lentos y deliberados, impregnando la habitación con el peligro que significaba su cercanía.—Nunca, Shirley, Sophie y los niños me pertenecen. No irán a ninguna parte —sentenció James con una voz gélida y llena de arrogancia.En un acto de valentía desesperada, Shirley se lanzó hacia James. Sacando un cuchillo que había escondido en su cinturón para protegerse si algo salía mal, luchó con fiereza por liberarse a sí misma y a Sophie de la crueldad de James.Sin embargo, James era más ráp
El avión privado de la compañía de Michael rasgaba las nubes, transportando a Sophie, Hanna y los pequeños Marie y Michael hacia un lugar seguro lejos de Escocia y de ese hombre que los había tenido secuestrados.Los niños, exhaustos por la agitación de la huida, finalmente se habían rendido al sueño, concediendo a las dos mujeres un breve respiro para conversar.Sophie los revisó una última vez y suspiró aliviada sabiendo que estaban a salvo mientras se sentaba en el asiento de al lado de la mujer que durante tanto tiempo le daba miedo, pero ahora le había salvado la vida y aprovechó la calma y el largo viaje que les quedaba para hablar con ella.—Hanna es el momento de que me cuentes la verdad ¿Como es posible que estuvieras dentro del castillo? —preguntó Sophie intrigada.Hanna suspiró sabiendo que no podía librarse de ese interrogatorio, Sophie necesitaba respuestas, aun así, le daría las respuestas que ella creyera pertinentes.—El jefe me ordenó que me quedara contigo y con los
El avión privado aterrizó suavemente en la pista. Sophie, con el corazón martilleándole en el pecho como un pájaro enjaulado, descendió del lujoso transporte junto a Hanna. Un chófer de la compañía las esperaba para recogerlas, cada una llevaba a uno de los bebés en brazos mientras bajaban por las escaleras.Hacía sol, muy diferente del frío y húmedo verano que habían pasado tres años atrás en Escocia. Sophie agradeció sentir el calor y los rayos del sol en su rostro, pero no podía evitar pensar en que Michael se casaba. La noticia la había golpeado con la fuerza de un huracán, dejándola aturdida y apenas registraba el paisaje que la rodeaba.Al subir al coche, Hanna captó la tensión que irradiaba Sophie, aunque no dijo nada. Una vez acomodados los bebés, Sophie se giró y la miró con ojos llenos de tristeza.—No puedo dejar de pensar en esa boda —confesó con voz temblorosa.Hanna asintió con comprensión.—Yo tampoco. En realidad, no sé cómo alguien podría comprometer toda su vida a un
Los nervios atenazaban a Sophie mientras observaba a Hanna, quien sonreía ampliamente con una diversión inusual en sus ojos. Jamás la había visto sonreír de esa manera, solo esbozos siniestros o muecas burlonas.— ¿Insinúas que vaya e interrumpa la boda? —preguntó Sophie con incredulidad, sin poder creer lo que la otra mujer acababa de decir.—Exactamente, Sophie —respondió Hanna, clavando su mirada en la de ella—. Estás aquí lamentándote por un hombre que se casa, a pesar de todo lo que le has hecho. Dices que ahora lo amas y no quieres que se case, entonces deja de lamentarte y corre a impedirlo.La propuesta de Hanna era descabellada, impensable. Sophie no podía evitar la felicidad de alguien que amaba, precisamente por las razones que esa mujer había mencionado: le había hecho daño a Michael muchas veces. Lo sabía. Y aunque las maneras de Michael no habían sido las mejores durante su relación, él siempre había cuidado de ella, mientras que ella solo le había pagado con deslealtad
—¡Michael! ¡Michael! —gritaba Sophie desesperada, golpeando la puerta con todas sus fuerzas, como si sus palabras pudieran traspasarla y llegar a él, deteniendo lo que estaba por suceder.En el fondo, Sophie sabía que aquello era una esperanza vana. Los jardines estaban demasiado lejos de la entrada como para que sus simples gritos pudieran llegar hasta allí, pero la desesperación la impulsaba a intentarlo.—Señorita, cálmese —le dijo uno de los guardias, tratando de mantener la compostura, aunque en realidad no estaba seguro de cómo abordar la situación. Si hubiera sido un hombre, tal vez habría optado por abrir la reja para expulsarla a golpes y que se marchara con su drama a otro lugar.—No me calmaré hasta que me dejen pasar, ¡necesito impedir esa boda! —gritó Sophie con la voz llena de angustia, empujando la puerta nuevamente y provocando ese sonido estridente y metálico— ¡Abra la maldita reja y déjeme entrar!Los ojos del guardia reflejaban la angustia que sentía al no saber qué
Sophie llegó exhausta al extremo inicial del pasillo y observó a los novios desde allí, con el corazón aún latiendo desbocado por la carrera, intentando recuperar su aliento sin lograrlo del todo.Todos los invitados estaban girados, con expresiones de sorpresa, observando a esa mujer desarreglada con los tacones en la mano, preguntándose qué era lo que estaba ocurriendo y qué motivo tenía para interrumpir la boda de esa manera.— No puedes hacerlo, no puedes casarte —dijo ella con cierta dificultad para pronunciar esas palabras, llevándose una mano al pecho en un intento por contener su corazón y los leves pinchazos qué sentía en el pulmón a causa del esfuerzo.— ¡Sophie! —gritó la novia, corriendo en su dirección con barriga de embarazada y todo.De todos los escenarios posibles que se había imaginado Sophie durante su carrera, ese era el menos probable y el que jamás se le habría pasado por la cabeza.La novia se abrazó a ella con fuerza, escondiendo el rostro en su cuello y lloran
El corazón de Michael se heló al ver el carrito gemelar que empujaba Hanna. Al posar la vista sobre los dos bebés que descansaban en él, su corazón comenzó a latir con fuerza, inundándolo de una emoción indescriptible. Sus ojos se llenaron de lágrimas al contemplar a aquellos pequeños seres que eran una parte de él, que compartían su sangre y fueron concebidos gracias a su amor por su madre Con pasos temblorosos, se acercó al carrito, incapaz de contener la emoción que lo embargaba. Extendió una mano y acarició la mejilla de uno de los bebés con cuidado, sintiendo una oleada de amor que lo llenó de ternura.—Son… son nuestros hijos —susurró, sin poder creer las palabras que salían de su boca. Se giró hacia Sophie, buscando en sus ojos la confirmación y complicidad que marcarían el inicio de este nuevo capítulo en sus vidas.Sophie, con lágrimas en los ojos y una sonrisa radiante, asintió con la cabeza, confirmando la verdad que compartían. En ese instante, sintieron que el mundo ente