Amelia Whington

Con el trabajo de Dante y toda la gente en la casona, el lugar se había dividido en dos.

En el sector a la derecha, Dante tenía instalado su oficina, su cuarto y un salón para su uso personal, en el que debatía con Carlos casi lo mismo que en su oficina, pero con un aire más relajado, o agotado.

En el sector de la izquierda, Lara lidiaba con la falta de privacidad y la incomodidad de sus hijos, que se inhibían con tanto hombre uniformado, mucamas y más y más gente.

Por la noche, las cosas no mejoraban.

Siempre había a quien se le daba por subir y bajar las escaleras de madera a eso de las cuatro de la madrugada y el chirrido alteraba los nervios de los mellizos, cuyas ojeras comenzaban a notarse.

- Lara, en un hogar sin estabilidad, Pedro y Pablo no van a progresar - le dijo la terapeuta de los niños - Sé que es pronto para un diagnóstico y que la condición de los niños es anterior a la mudanza, pero con solo verlo dos veces me atrevo a decirte esto porque, como mamá, debes saberlo -
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