Capítulo 825
Alegría estaba medio dormida, con los ojos cerrados por el malestar.

Su carita pálida.

Sus largas pestañas temblaban ligeramente, y en su inconsciencia llamaba a su mamá. Dulcinea sostenía su pequeña mano, susurrando su nombre con suavidad...

Dulcinea sufría enormemente.

Para ella, Alegría no solo era una niña adoptada, sino también la continuación de la vida de Leandro y su esposa. Si algo le pasara, jamás se lo perdonaría.

Con angustia, Dulcinea inclinó la cabeza y besó la frente de Alegría.

Luis estaba en la puerta, observando en silencio.

Clara lo vio y, secándose las lágrimas, dijo:

—Señora, el señor Fernández ha llegado.

Inmediatamente se dio cuenta de su indiscreción.

Pero en ese momento, nadie le prestó atención a su error. Dulcinea miró a Luis; quizás en los momentos de mayor vulnerabilidad uno se vuelve más suave y necesitado de apoyo. Con una voz débil, dijo:

—Si le pasa algo a Alegría, no sé cómo voy a enfrentarlo.

Luis sintió un nudo en la garganta:

—Aún no hay resultados,
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