Capítulo 819
Dulcinea apenas entendía sus palabras, y en realidad, no quería entenderlas.

¿Qué quedaba por decir entre ellos?

Antes del divorcio, él la había humillado profundamente, y después del divorcio, lo había visto pagando por compañía... y ahora venía a intimidarla.

Dulcinea giró el rostro hacia un lado:

—Suéltame. No quiero despreciarte más.

Pensó que no sería fácil.

Pero Luis, lentamente, la soltó.

En la tenue luz, miró su rostro blanco y delicado. Pensó, ¿qué derecho tenía ahora a tenerla? Estaba al borde de la quiebra, sin un centavo... cualquier hombre que la familia Astorga eligiera sería mil veces mejor que él.

Lentamente, volvió a abrocharle la ropa.

No se fue.

Se sentó en el borde de la cama, sacó un cigarrillo arrugado del bolsillo de su chaqueta y, con manos temblorosas, lo encendió. Apenas lo fumó, mirando la brasa encenderse y apagarse entre sus largos dedos.

Cuando el cigarrillo se consumió,

Miró de reojo a Dulcinea.

La luz de la luna, suave como el agua, iluminaba su perfil,
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