Capítulo 796
En la habitación del hospital.

Dulcinea parpadeó suavemente, pensado.

No era tonta; pudo adivinar por qué don Marlon había perdido la compostura. ¿Era por la semejanza en sus rostros o por algún recuerdo lejano?

—¡Mamá! ¡Mamá! —Leonardo le tiró suavemente de la manga.

Dulcinea volvió en sí y lo cargó en brazos:

—Vamos a bajar a tomar un poco de sol, cariño.

Le sonrió con disculpa a Matteo. Él, con su habitual gentileza, acarició la cabeza de Leonardo:

—Nos vemos pronto, hermanito.

Leonardo, ya acostumbrado a mostrar afecto, se acurrucó en la mano de Matteo.

Matteo alcanzó a don Marlon en el patio del hospital:

—Abuelo.

Marlon, siempre protector con Matteo, había elegido un nombre parecido al suyo con la esperanza de transferirle algo de su fortaleza.

Pero ahora, con una mirada severa, lo reprendió por primera vez:

—¡Matteo! ¿Desde cuándo lo sabes?

Matteo, de pie en el pasillo, con su habitual calma, respondió:

—Me enteré cuando Luis vino a buscarme. Supe que ella se llamaba Dulcinea Ro
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