Capítulo 664
Colocaron a la compañera en el asiento trasero, acostada.

Dulcinea se sentó junto al hombre en la otra fila de asientos, dándole la espalda al chofer. El hombre dio unos golpecitos al frente y dijo con calma:

—Vamos al hospital más cercano.

—Sí, señor Fernández.

El chofer asintió y arrancó el auto.

Dulcinea, todavía aturdida, se dio cuenta de lo que pasaba y, medio arrodillada en la alfombra, agarró la mano de su compañera en estado de shock, susurrándole que aguantara…

Luis se reclinó en el asiento.

Con su peinado impecable y la camisa blanca manchada de sangre, seguía siendo impresionante.

Sacó un cigarrillo de la cajetilla, pero no lo encendió, solo lo golpeaba suavemente mientras observaba a la joven confundida…

Ella era aún más inocente de lo que había imaginado, como una conejita indefensa.

Arrodillada en el suelo, su pequeño trasero levantado, y si tuviera una colita blanca sería adorable.

Su piel era muy blanca, y sus piernas, al descubierto, eran tan translúcidas que un hombre
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