Capítulo 39
Las palabras de Leo eran provocativas.

Mario hizo un gesto al recogepelotas para que soltara la pelota, luego se inclinó y efectuó un swing.

A ver dónde cae la bola.

Al ver el punto de aterrizaje de la bola, se dirigió hacia allí, mientras decía lentamente:

—¿Desde cuándo me has conocido tanto? Sí, mi esposa está mejor en casa, a fin de no dejar

a otros hombres pensar en ella. ¿No?

Leo se sintió un poco avergonzado.

Después, dijo con una sonrisa rara:

—Pero a veces, el aferramiento no es útil. Se dice que cuanto más quieres aferrarte a una persona, más rápido la pierdes.

Mario vestía un traje casual blanco y estaba en buena forma, bajó la cabeza y blandió el palo. Con solo dos tiros la pelota de golf estaba ya en el agujero.

Mario no quería jugar más. Entregó el palo al recogepelotas, tomó la toalla y se limpió la mano. Sonrió y dijo:

—Leo, desde pequeño, siempre he obtenido lo que quiero. Me conoces.

No se enfadó con Leo por Ana. Aunque Ana era su esposa, para él, ella no era tan i
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