Tres días después, Mario regresó a Ciudad Bahía.Al atardecer, cuando el crepúsculo envolvía todo, un reluciente coche negro lentamente entró en la villa y se detuvo.El chofer le abrió la puerta del coche.Mario bajó, cerró la puerta trasera con la mano y, al ver que el chofer iba a llevar su equipaje, dijo con indiferencia: —Yo mismo lo llevaré arriba.Apenas entró en el vestíbulo, una sirvienta lo recibió: —Hace unos días su suegro tuvo un accidente, la señora está mal, ahora está arriba.Mario ya sabía lo que había sucedido en la familia Fernández.Con algo de molestia en su corazón, subió con su equipaje, abrió la puerta del dormitorio y vio a Ana sentada frente al tocador, ordenando cosas.Mario dejó su equipaje, se aflojó la corbata y se sentó en la cama, observando a su esposa.Desde que se casaron, a Ana siempre le gustó hacer tareas domésticas, organizar, hacer bocadillos... Si no fuera por su hermoso rostro y figura, en el corazón de Mario no sería diferente de una niñera.A
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