En el Hospital Lewis.Tras el ingreso de Emma al hospital, era urgente una transfusión de sangre tipo AB. Sin embargo, esa mañana un severo accidente de tráfico había agotado las reservas de este tipo sanguíneo…Ni Mario ni Ana compartían el tipo AB de Emma. Un coche de urgencia tardaría hasta una hora; Emma, visiblemente pálida, parecía a punto de desvanecerse.Mario no dudó:—¡Soliciten un helicóptero!—¡Yo soy tipo AB!En ese instante, David cruzó la puerta. Era el Dr. Castillo, el conocido adversario del señor Lewis. El aire se tensó; el conflicto entre ellos era un secreto a voces y nadie osaba intervenir…Tras un pesado silencio, Mario indicó con calma:—Preparen todo para la donación.David, en perfecto estado de salud por sus chequeos regulares, donó 500 mililitros de plasma; inmediatamente después, una enfermera lo trasladó para iniciar la transfusión a Emma.Ese medio litro de sangre valía oro.Una vez retirada la aguja, David ajustó su manga y se levantó, quedándose frente a
En la habitación VIP del hospital, las paredes estaban pintadas de un suave tono rosa que daba una sensación acogedora. Emma se sentía aún débil. Apoyada en una almohada blanca, le preguntó a Ana por primera vez, preocupada:—Mamá, ¿me voy a morir?Ana sentía un dolor profundo, pero frente a su hija, se esforzaba por contenerse. Incluso logró sonreír mientras decía:—¡Claro que no!Emma se sentía aún mareada y, con una voz baja, apoyada en su madre, preguntó:—¿Por qué no puedo ir a la escuela como los otros niños? Mamá, si tú y papá tienen otro hijo, asegúrense de que sea completamente saludable. Si lo haces bonito, aunque Emma ya no esté, ustedes tendrán un bebé hermoso.Ana se quebró por completo al escuchar estas palabras. Con la voz entrecortada, pidió a Carmen que cuidara de todo mientras salía de la habitación… Necesitaba tranquilizarse, de lo contrario, perdería la cordura.Mario la interceptó en la puerta y la llevó a su oficina… A pesar del cálido sol y el agua caliente, nada
—¡No puedo!—Emma es muy importante para mí, pero Ana también, y además le debo tanto…Mario hizo una pausa.Cerró la mano en un puño, su voz se suavizó:—Sé que aún la amas, y que ella también tenía sentimientos por ti…David lo interrumpió:—¿Ahora te das el gran corazón?Mario bajó la mirada y sonrió con amargura.Tras un breve silencio, se volvió lentamente hacia David y murmuró:—Antes, solo me importaba el poder; mi esposa y mis hijos eran meros accesorios. Nunca imaginé que llegaría el día en que estaría dispuesto a sacrificar mi vida por ellos… Perder a uno para salvar a otro, ¿no es eso?—Pero Emma es la hija que Ana me dio.—La quiero mucho.Mario dejó sin aclarar si se refería a Ana o a Emma.David ya no preguntó más.Tampoco objetó de nuevo; vio la firmeza en Mario, su coraje solitario… Al final, cuando realmente amas a alguien, estás dispuesto a darlo todo, incluso la vida. Mario también sentía esa pasión.El sol se colaba por la ventana.David susurró:—Yo me encargaré de
Tres días después, Emma recibió el alta médica del hospital y regresaron a la Villa Bosque Dorado. Ese mes transcurrió en calma y belleza, compartiendo su vida y cuidando de Emma. Cuando Mario asistía a eventos sociales, Ana siempre lo acompañaba; a ojos de todos, eran la pareja perfecta.Evitaban hablar de las heridas y el pasado, optando por olvidar, quizás porque intuían que esos momentos podrían ser los últimos juntos…Mario había mencionado que necesitaba trabajar horas extra, pero sorprendentemente volvía a casa cada noche antes de que Emma se acostara. La bañaba, la envolvía en su albornoz favorito y la acomodaba en su regazo bajo la suave luz, donde le narraba cuentos de hadas con voz tierna hasta que ella se quedaba dormida.Una vez que Emma se dormía, Mario se retiraba a su estudio para terminar de trabajar hasta altas horas de la madrugada, mientras Ana y Emma ya descansaban. Para él, no había mayor felicidad que estar junto a ellas.Pero toda felicidad tiene su fin…La vísp
¡Su amor y su odio se disolverían por completo!Tras reencontrarse, Ana tomó la iniciativa por primera vez.Se acercó a él y, como cualquier pareja, empezaron a charlar sobre asuntos diarios. Le susurró a Mario:—La boda de María y Pedro está fijada para finales de año. Para entonces, Emma ya debería estar recuperada… Pienso llevarla conmigo a Ciudad BA para asistir al enlace. Estoy decidiendo qué regalo sería ideal para María.Mario no dijo nada.Él jugaba con su cabello, aún húmedo de sudor, disfrutando de aquel momento de tranquilidad.Ana no quería quebrar ese hechizo,pero cuando volvió a hablar, su voz se tensó un poco. Le preguntó a Mario:—¿Piensas ir? María me comentó hace unos días que has estado tratando asuntos con Pedro.Mario bajó la mirada, pensativo:—¿Te gustaría que fuera?Ana no contestó directamente. Mientras acariciaba su rostro firme, mencionó a la familia de Sara:—Sara también estará allí. Ella siempre ha mantenido contacto con Pedro, incluso he oído que Henry e
—Te voy a dar un vaso de agua —ofreció Eulogio.Mario no se opuso y observó cómo Eulogio, con cierta torpeza, manejaba la tetera en la reducida cocina. El viento nocturno se colaba por las rendijas, provocando que Eulogio tosiera de vez en cuando.De repente, Mario preguntó:—Si estás enfermo, ¿por qué no te tratas?Eulogio se tensó y, bajando la voz, murmuró:—Son los achaques de siempre, nada grave… Con un poco de medicina para el resfriado será suficiente.Mario sabía que mentía; era evidente que Eulogio estaba realmente mal, pero decidió no presionarlo más y optó por el silencio mientras hojeaba un libro.Cuando Eulogio finalmente hirvió el agua y preparó un té con hojas de baja calidad, su rostro mostraba un nerviosismo palpable al ofrecérselo a Mario, quien apenas probó un sorbo.Eulogio, consciente de que a Mario probablemente no le gustaría el té, comenzó a hablar sobre la situación en casa, especialmente sobre la enfermedad de Emma…Distraído, Mario eventualmente comentó:—Mañ
Mario se sentó al borde de la cama y la sonrió con dulzura:—Salí a resolver unas cosas, ¿soñaste algo?Ana lo miró intensamente, pero guardó silencio sobre su sueño; siempre lo consideró un mal augurio. Más tarde, ya acostado a su lado, Mario tomó su mano espontáneamente… Ese cálido contacto parecía calmarla gradualmente.Ella pensaba que los sueños eran lo contrario a la realidad, no eran ciertos.—¡Solo fue un sueño! —se dijo.Después, justo cuando estaba a punto de dormirse, creyó escuchar a Mario susurrándole. Él sugería que si esa noche concebían un hijo, deberían llamarlo Enrique Lewis…Al amanecer, Ana no dejaba de pensar en ello, convenciéndose de que había sido solo un sueño.Mario notó su nerviosismo:—Estás muy tensa.Pero Ana no lo veía así; tenía el presentimiento de que algo estaba por ocurrir… Ese sentimiento se intensificaba más y más, y no podía dejar de preocuparse por la operación de Emma.Antes de la cirugía, el corazón de Ana estaba colmado de inquietud. Incluso s
La cirugía fue extensa y duró casi 16 horas. A pesar de los contratiempos, terminó siendo un éxito. Sin embargo, Mario no despertó; permanecía inerte en la mesa de operaciones, ignorante de que Emma había salido con bien de su propia intervención y que ya la habían trasladado fuera del quirófano… mucho menos podía imaginar lo que el destino le reservaba para el día siguiente.Simplemente estaba allí, resignado a su suerte.David se quitó la mascarilla con lentitud…Miraba los números en los monitores, alarmantes; los signos vitales de Mario eran extremadamente débiles… tan frágiles que su vida podía escaparse en cualquier instante.Aunque David, en su rol de médico, se había acostumbrado a enfrentar la vida y la muerte con cierta indiferencia, en aquel momento, la emoción lo embargaba.Se inclinó hacia Mario y le susurró con voz suave:—¡Ana todavía te espera! ¿Vas a rendirte así tan fácilmente?Mario no dio señal alguna.Continuaba yaciendo en silencio, su rostro pálido como el papel,