Maya observa todo su rostro como si le hubiese salido otra cabeza. Y exclama:—¡Eres un idiota! —se zarandea—. No voy hablar contigo si tienes esa actitud de un imbécil. No quiero que me toques así que no me toques. —Entonces deja de acercarte a mí —reclama Maximiliano, acercándose—. ¿Cómo me pides que no te toque si ahora muero por acariciarte otra vez? Maya detiene abruptamente sus palabras y baja y sube su pecho.—Desde que te vi quiero arrancarte la maldita ropa y besar cada parte de ti. Besarte como un desquiciado —Maximiliano lo dice solo con seriedad, en voz baja. Su voz hace estremecerla de inmediato porque ya está a sólo centímetros de su rostro—. No sé porque te alejas de mí cuando ya te explique absolutamente todo. Y sería otra historia si no fueras…—Maximiliano toma su mejilla y al estar cerca de sus labios, exclama— ¡…mencionado a ese lerdo que tienes por ex!Y la suelta, encaminándose furioso por todo las escaleras y Maya no hace más que suspirar y rodar los ojos
Con la mirada cabizbaja no hace más que sentirse exhausta de todas las maneras posibles. No entiende la gravedad de que la causa la somnolencia hasta que con un aleteo de sus ojos frena de golpe justo en el estacionamiento al aire del libre del hospital.Maya suelta el volante al instante. Su respiración la hace volver a la realidad y después, con el desconsuelo ahogando sus entrañas, se cubre el rostro con sus manos. Puede sentir el fluir innecesario de su entera vida pasar, como si la mente estuviese haciéndole daño, como si borrara esa mañana de la que tanto fue hermosa y celestial para ella, para los dos, ya no lo sabe. Se cubre aún más, con abatimiento porque el sufrir es peor de lo que quiere. No es posible que con solo un pasar de un aleteo esté sucediendo esto. ¿Cómo lograr convencerse que este sufrimiento es porque ama a Maximiliano con todas sus fuerzas? ¿Qué sucede? ¿De un momento a otro se siente insegura? ¡No eres así! Se dice una y otra vez, ocultando sus lágrimas.
Da la espalda hacia la oficina y sus ojos ahora están involucrados en mirar la calma que brinda el mar mientras está ligeramente con las dos manos cruzadas frente suyo. Un poco más, observa la hora, para visitar a Sean. Está esperando a alguien mientras aguarda en el lugar. Ha pasado ya una semana desde la última vez lo vio. Y aunque las cosas están bien a los momentos con el hotel, no parece ahora estar bien dentro. Ni en su mente, ni en su corazón. No sabe si puede controlar a los dos pero no es que sea una obligación, es una necesidad. Tiene cabeza para lo que tiene con su deber, pero con las penas que ahora carga en su corazón se doblega a ser una tonta. Falta menos para que la hora se acabe. Volviéndose entonces, toma su abrigo para salir de su oficina, que es una de las primeras obras en estar completamente finalizadas, y se dispone a ir hacia donde estén Chris y Roy Sidney para despedirse por los momentos. Mientras sale del pasillo para subir otro par de escalones, se deti
No ha tenido mejor semblante aquel día sino el mismo que tiene en su rostro una vez que Jenny entra por completo a la oficina.De igual manera tiene un semblante esperanzador y único: brillante y con dotes de felicidad. Está radiante. Al mirarla ya de cerca puede notar que no lleva sus lentes y tiene el cabello recogido. Tiene un vestido usual preferido por motivos de su embarazo y trae una pequeña cartera en su hombro. También lleva entre sus manos una caja blanca y mediana que se observa liviana. Rodea el escritorio con rapidez para darle una grata bienvenida, extendiendo los brazos.—¡Jenny!Su sonrisa se deja ver y al igual que la blanquecina de Jenny, obtiene el mismo gesto. Entretanto se acerca para atesorarla en un abrazo y luego le toma de los hombros.—¡Pero mírate! Estás esplendida —confiesa Maximiliano, admirando un poco el vientre abultado que sobresale de su vestido—. No sabe cómo me alegra que estés aquí. Todo el hotel te extraña.—Y a mí me alegra estar aquí. E
Perece al instante toda cavilación antes recreada. Es como si todo lo que le había prometido Elizabeth se hubiese esfumado, como si el mismo pasar de los recuerdos también hecho por Sean hubiesen tenido el mayor de los propósitos para este instante: descubrir ésta realidad. Como si el mismo instante también hubiese desaparecido y nada más existiese los ojos de su madre, siente el desgarre de esta verdad minuciosa. Y tanto parece sentirse traicionada, de los peores sentimientos nunca antes sentidos para manejar esta certidumbre. Y ahí se encuentran los ojos de su madre, que no pueden sentirse iguales a los de antes, a los mismo que por toda su vida han vuelto indispensables, con quien miró todos sus altibajos, con quien compartió sus ovaciones, y nadie más sabe sino ella lo tanto que había sufrido cuando su relación había terminado. Y ahora tiene esto. Frente a ella la verdad que no puede ser capaz de mantenerla en un estado normal. Maya finalmente ha dado un paso hacia su mad
Elizabeth inclina el rostro. —No me creas capaz de saber cuándo alguien es abusivo y que miente —Elizabeth toma una bocanada fuerte de aire y se mantiene serena ante los ojos furiosos de su hija—. Ni cuando sé cuándo una persona no es la correcta. Y si así fuera hace mucho tiempo hubiese desistido a sentir esto. Que no pude controlar, que sólo nació y ahora brota. Lo odié a él cuando te hizo lo que te hizo. Los años pasaron y hasta el sol de hoy me demostró ser alguien distinto. Tienes el derecho de estar resentida con él, pero ahora conoces la verdad y puede ser que no nos hables más. Hija, pero esta es la verdad —Elizabeth quiere acercarse pero Maya se aparta. Sus palmas se cierran y su entrecejo se curva por la tristeza—. No me hagas esto, Maya…Su hija tiene que rodearla, como si no comprendiera.—Así no eres tú, mamá. No eres así. Tú no eres así. Y lo acabas de decir, ¡Sabes lo que me hizo él a mí! ¿¡Crees que las personas pueden justificar una maldita infidelidad?! —Maya no
Pero no puede responder y tiene que navegar en los innecesarios pensamientos que se vuelven fríos y huraños. Sabe que tiene Alejandra caminando a su lado mientras trata de no ver algo más sino como los ojos de Elizabeth la están viendo marcharse. Y no pone lugar ni sentido cuerdo ante esto. Y no puede lograrlo en realidad. Una vez puede sentir el aire de este día, cuando ya se ha soltado de los brazos de Alejandra, finalmente lo suelta. Deja en abandono todo lo que se había estado escondiendo frente a ellos dos. Y eso es el llanto. Que brota desde muy al fondo y se deja guiar conforme su silueta se agacha y se mantiene mirando hacia ningún punto y su lagrimas se acrecientan. Alejandra tiene que agacharse con ella para acariciarle los hombros. —Nena…—¿Por qué, Ale? ¿Por qué? —quiere oír algo sensato que provenga de Alejandra—. ¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué eligió a mi madre? Ale…Siente que puede obtener alguna respuesta de ella. Pero no la tiene. Y se pone a saborear sus labi
—Descuida. Vamos…Maya tiene que tomar un poco de aire antes de ver cómo Alejandra empieza a conducir. Se pone hacia el respaldar y deja caer la cabeza. Ya que no hay más nada que le interese sino calmar este revoltijo desde adentro hasta afuera. Mantiene fuerzas intentando apaciguarse. Y no puede dejar de recordar la mirada de su madre una vez más. No sabe cómo puede entender los pensamientos horrorosos que se les pasa por la mente. Ni buenos, ni malos…sólo insoportables de pensar. Escudriñando cada mirada que se dieron, cada abrazo…no puede imaginarlo con certeza pero la sola idea de tener a Sean de regreso como…la pareja de su madre es tan desabrida que no ve otra cosa sino como ahora será la relación con Elizabeth. Tiene que concentrarse en el camino. Le indica a Alejandra la dirección y al finalizar el recorrido deja sus cosas y sólo se lleva el teléfono, que lo guarda en su abrigo mientras no tarda en apartar la mirada de su amiga. —Ven, no te quedes ahí. Vamos a subir las