—Descuida. Vamos…Maya tiene que tomar un poco de aire antes de ver cómo Alejandra empieza a conducir. Se pone hacia el respaldar y deja caer la cabeza. Ya que no hay más nada que le interese sino calmar este revoltijo desde adentro hasta afuera. Mantiene fuerzas intentando apaciguarse. Y no puede dejar de recordar la mirada de su madre una vez más. No sabe cómo puede entender los pensamientos horrorosos que se les pasa por la mente. Ni buenos, ni malos…sólo insoportables de pensar. Escudriñando cada mirada que se dieron, cada abrazo…no puede imaginarlo con certeza pero la sola idea de tener a Sean de regreso como…la pareja de su madre es tan desabrida que no ve otra cosa sino como ahora será la relación con Elizabeth. Tiene que concentrarse en el camino. Le indica a Alejandra la dirección y al finalizar el recorrido deja sus cosas y sólo se lleva el teléfono, que lo guarda en su abrigo mientras no tarda en apartar la mirada de su amiga. —Ven, no te quedes ahí. Vamos a subir las
—Lo sabes —dice Maya.—Desde hace meses, sí —Mauricio responde y tiene que enderezarse y pegar su espalda hacia atrás.Maya mira hacia el suelo.—¿Y por qué seguían juntos? ¿Por qué seguiste con mi mamá si ella ya no te amaba?—Por ti, hija —suelta Mauricio con rapidez. Maya por su parte se apresura a sentirse fría por sus palabras. Su padre la mira también, pero en sus ojos se encuentran una caridad que siempre estaría ahí para ella—. Por ti.Para Maya es un balde de agua fría.—Sé que fuimos crueles en seguir con esto. La única que saldría lastimada serías tú y ahora reconozco mi error. Puedo comprender que te estés sintiendo muy mal. Pero tu madre y yo desde hace mucho dejamos de sentir lo mismo. Ella hacía sus cosas. Yo hacía la mía. Y ahora comprendo que la única manera de vivir en paz en haciendo esto. Sé que lo comprenderás, ¿verdad? Los años que tú tienes son los años que pude amar a tu madre más que a mi vida. Pero ella me dejó de querer como antes…y yo también, Maya.
Maya se voltea hacia Alejandra y le sonríe.—Si quieres puedo llevarte…—¿Tiene que ir algún lado? Yo puedo llevarla sin problema —dice Mauricio con rapidez.Alejandra le sonríe y luego a Maya.—Si necesitas irte rápido no te preocupes. Ve sin cuidado. Pero no quiero ser una molestia para el señor Seati. —¿Molestia? —Maya se apresura a darle un abrazo—. Nunca una molestia. Eres un ángel, gracias por venir. ¿Te pasó buscando más tarde? Para ir con Jenny.—Sí, ya sabes dónde estaré. No te olvides en llamarme Maya.—Y tú tampoco.Maya se acerca a darle otro despido y entonces, mirando a su padre y a Alejandra juntos, se da la vuelta para salir del lugar, mirando a los hombres ya bajando con las cosas. Se acerca para darle otro despido y entonces. Mirando a su padre y a Alejandra juntos, se da la vuelta para salir del lugar. Dentro de poco está oyendo la voz de Mauricio, que la hace voltearse a su llamado.—Antes de que te vayas —le pone una mano en su hombro y parece despué
El pensamiento de Maximiliano se esfuma de su mente y no puede pensar en otra cosa sino en este preciso instante, que parece voltear las cartas sobre la mesa y pone en tela de juicio sus pensamientos. Alguna que otra cosa no puede mantenerse en la mente de Maya mientras cierra la puerta del coche, con una expresión de desconfianza y de alerta. El hombre consigue hacerse aún más vigoroso con aquella sonrisa y no puede darle otra expresión aparte de esa. Y Para Maya, es preferible mantener la distancia hasta que sube la cera y queda a una distancia que le parece aceptable. Tiene demasiadas cosa en la mente para que una más se le una, y no es verdaderamente favorable ver a quien está frente de sus ojos. Al igual que aquella vez, se mantiene centrada en sus facciones hasta que el hombre le hace saber con una sonrisa su allegada holgura, dejando salir sus manos de sus bolsillos.—Buenas tardes, señorita Seati. Es un placer encontrármela ahora que tanto requerí de su presencia. Maya l
Observa la calidez del cielo mientras pasa unos momentos en la búsqueda de mantener la intensidad de la vista del océano entre su mirada ambarina. No ha llamado a su padre aún, no ha sabido de Sean ni de su madre por los momentos, y tampoco ha sonado el teléfono para oír a Maximiliano decirle alguna cosas. A duras penas puede sentir que ha caído con desprecio y se siente incapaz de ver cada cosa a lo que ha pedido una vez. Y a pesar de tener que lidiar con esto para que las cosas salgan bien, tiene que hacerlo. Tiene que hacerlo para poder entender que si no hace esto, mucha otra gente sufrirá las consecuencias. Y ella misma sufrirá esas consecuencias. Si debe sacrificar algunas cosas para saber que esto no es más que un propósito destinado a cumplirse. Todo debe salir como se había planeado. No puede hacer más nada que esto. Baja el escalón para apresurarse a tomar el teléfono de la oficina. Ahora un poco más calmada, entendiendo de lo que todo esto significa, marca el númer
Capítulo 206 No se hace esperar mucho las palabras que salen de los labios de cada uno. Uno de ellos está más interesado en saber cómo es que se mueve el otro, se remueve como si fuese lo mejor para hacer saber que está interesado en hacer sentir interés. Maya es quien hace las preguntas y Mason se acerca más para contemplarla con una sonrisa. Ni siquiera pueden saber en qué momento estarán plenamente confiados el uno con el otro cuando ya han pedido algunos cafés al principio. Mason dice que sería bueno comer aquí de una vez, puesto que no creía que su compañía sería satisfactoria. Y Maya, respondiendo a esto, no puede hacer más que ojos insinuantes y fieles a lo que dice Mason. En medio de aquella poca luz, y su acercamiento poco a poco, han conseguido mucho más de lo que necesitan. Y Mason exclama:—Me agrada tu manera de ser, como eres. Eres especial y confió en que posees una intuición excepcional. Eso…me agrada de ti —le hace saber, confiado. Su finura es impresionante.
Mason finalmente ha fruncido el ceño, alejándose.Y dentro de poco tiene sus ojos ambarinos dirigidos hacia él. Sólo hay ira. Sólo queda furor, arrebato, coraje. Y la observa inclinar su rostro.—Me sorprendes —murmura—. Que digas que necesito a alguien. Yo no necesito a nadie —tira la carpeta hacia la mesa—. Pero qué lástima —Maya mira a otra parte, con la mirada casi perdida—. Que haya creído en ti y haya decidido ciegamente tenerte a mi lado.Mason mira la carpeta mientras los documentos de las cuentas están ahí. Un sulfure por la decadencia aparece mientras observa cada una de las facciones que su acompañante da sin tener alguna otro mohín sino la seriedad. Puede observar que no queda rastros de lo que quedó en el principio y se da la vuelta para tomar su barbilla y hacerla verlo.—¿Ahora ya no me crees? —le dice. Y se mantiene totalmente calmado a pesar de que el sentido de todo esta falsa compañía se haya perdido por completo—. Maya, Maya, Maya…¿Qué has hecho? —repite c
Maya abre los ojos con fuerza y empieza a dar golpes en su pecho para alejarlo. Sabe que Mason está buscando sus labios y que desea que le corresponda pero Maya aprieta sus labios y entonces toma una de ellos y lo muerde, haciendo que quite sus manos de ella. En un segundo lo empuja hacia un lado.Tiene que correr hacia el otro lugar, con rapidez. No quiere ver nada más que la salida de aquella calle y comenzar a desaparecer cuanto antes. Mira sobre su hombro y dentro de poco, parece volver a la vida. Regresa a la vida en cuanto su cuerpo está chocando con aquel que ahora la sostiene. Su vida se vuelve de todos los colores, se vuelve negro y blanco, de ojeada gris. Y no puede sentir más miedo mientras esté ahora en sus brazos, en los brazos que la toman con fuerza y se apresura a sentirla gratamente y por ausencia de su vida. La vida que suya. Y la vida que él le entregó desde el primer día.Y lo siente, jadeando, las manos sobre su rostro.—Maya, cariño—lo escucha decir—.