Matías llevó a Leticia al salón de descanso y atento le ofreció una taza de agua caliente.—El crucero ya ha zarpado, así que no hay vuelta atrás.—Lo sé.Matías sacó de inmediato su celular para intentar llamar a Diana, pero se detuvo al notar que no tenía señal.Leticia, visiblemente nerviosa, entrelazó los dedos.—Matías, ¿crees que a Luna le gustarán los pendientes que elegí en la foto de esta noche?—Supongo que sí —respondió Matías, sin comprender muy bien los gustos de las mujeres. Pensativo al ver que el celular seguía sin señal—. Qué extraño, no hay señal.Las palabras de Matías parecieron calmar a Leticia, quien por fin se relajó. ...En la sala privada del segundo piso, Marina firmaba mientras dos guardaespaldas la mantenían sujeta. Ella no ofreció resistencia alguna.Total, firmar no tenía valor alguno, y sabía que ese contrato no sería válido.Era experta en imitar firmas.En ese preciso momento, alguien comenzó a golpear la puerta con firmeza.Rubén se encolerizó. No hab
Marina descendió del crucero y subió al auto.Diego, que la esperaba adentro, le colocó cuidadoso un abrigo sobre los hombros.Al tomar su mano, notó que estaba fría.Ajustó el aire acondicionado, sin dejar de hacer pequeños gestos, como si quisiera protegerla del frío que parecía envolverla.Marina sonrió con agrado, una sonrisa que iluminó su rostro, pero Diego no mostró ninguna expresión de alivio.Su rostro permanecía serio, y sus ojos reflejaban una profunda inquietud.—¿Qué pasa? —Marina lo miró, algo desconcertada, y le tomó la mano.Todo parecía normal, ¿por qué ese cambio repentino...?Sin previo aviso, Diego la levantó, apartó sus piernas y la acomodó sobre sus muslos.Hasta ese momento, Diego había sido un hombre atento y lleno de ternura, pero en ese instante, su actitud era distinta.Recuperarla le había costado demasiado, y aunque había logrado frenar su impulso de mantenerla siempre a su lado, su ansiedad seguía latente.Si esa noche se hubiera retrasado un poco más en ll
Como era de esperarse, Diego no objetó en lo absoluto, y Yulia, al enterarse de que irían a jugar afuera, no podía estar más emocionada. La familia se cambió emocionada, y fue entonces cuando Marina se dio cuenta de que Diego había preparado un armario entero con ropa coordinada para todos.Al ver las prendas a juego, Marina no pudo evitar sonrojarse, abrazó a Diego y le dio un ligero beso lleno de gratitud.Los tres, con el mismo diseño y estilo, se veían realmente encantadores juntos.Marina se encargó de preparar la manta y la comida para el picnic, mientras Yulia, llena de gran entusiasmo, fue a buscar sus juguetes.Diego y Marina decidieron no interferir en la elección de la pequeña.Por eso, cuando vieron que Yulia llevaba una jaulita con un patito, se produjo un breve momento de silencio.—Mamá, el patito también quiere ir a jugar —dijo Yulia, con la cabecita inclinada, buscando su aprobación—. ¿Puedo llevármelo?Marina no pudo evitar sonreír ante lo adorable de la situación, y
Leticia escuchó de repente a Eduardo preguntar por el álbum de fotos.Se quedó por un momento en blanco y, nerviosa, dejó caer sin querer el vaso que tenía en la mano.Luna llamó apresurada a la criada y le pasó unas servilletas a Leticia.—Perdón —dijo Leticia, claramente avergonzada.—No pasa nada. Leticia, ¿quieres cambiarte de ropa? Tengo vestidos nuevos, nunca los he usado. ¿Te gustaría ponerte uno? —la tranquilizó un poco Luna.—Solo me mojé un poco, no te preocupes —Leticia sonrió, algo apenada.Luna, al ver que su ropa no estaba tan mojada, no insistió y se giró hacia Eduardo.—¿Por qué de repente quieres ver el álbum de fotos?—Quiero verlo —respondió con indiferencia Eduardo. Habían pasado veinte años desde la última vez que hojeó el álbum que Luna había traído de su casa.En esa ocasión, solo se detuvo en las fotos de su esposa, ignorando por completo las demás.En casa, los álbumes rara vez se sacaban. La última vez, Luna solo ojeó unas cuantas páginas antes de que Leticia
—No llores, te doy un dulce —dijo una voz infantil, suave y tierna.Yolanda dejó de llorar al instante. Miró con ternura a la pequeña, cuyos ojitos brillaban mientras la miraba fijamente. El corazón de Yolanda se derritió por completo. Se inclinó y la abrazó con dulzura.Pensó: La niña de Marina es simplemente adorable. Qué ganas de llevármela. —Yulia, eres un verdadero amor. Mejor guarda este dulce para ti —dijo Yolanda, acariciándole suavemente la cabeza.—Tengo más, no te preocupes —respondió la niña con insistencia.Encantada, Yolanda aceptó el delicioso dulce.Cuando Marina terminó de bañarse, bajó con Diego y vio a Yolanda y Yulia jugando en el sofá como dos niñas. Al ver a Diego, Yolanda se incorporó nerviosa, sin atreverse a mirarlo. Desde la desaparición de Marina, hacía ya cinco años, la presencia distante de Diego, con su rostro siempre serio, la ponía algo incómoda.Yulia, que estaba jugando entretenida, se sentó erguida, imitando a Yolanda.Marina, divertida, le dio un
Yolanda intentó forcejear, pero la fuerza de él la superaba. Solo pudo mirarlo con furia, resignada a que la llevara.El recorrido fue en silencio total. Yolanda no quería hablar y Víctor tampoco parecía tener algo que decir.La dejó en el hotel y, aprovechando el momento, reservó una habitación para él también.Después dela bañarse, Yolanda se acostó en la cama, pero no podía dormir. Se revolvía incómoda, perdida en sus pensamientos.Víctor le había contado que, en el pasado, sus padres lo habían amenazado con la vida de su madre, obligándolo a irse. Eso lo comprendía, pero lo que no lograba perdonarle era otra cosa.Con un cojín sobre el rostro, trató de no revivir esos dolorosos recuerdos....Frente a Marina, Fernando le pasó los compromisos del día y agregó:—El asistente del señor Matías llamó esta mañana. Quiere agendar una reunión para hablar de una posible colaboración.Marina, sin dejar de revisar los documentos de la reunión anterior, respondió de forma contundente:—Ya deci
Luna acababa de entrar al baño cuando vio a una mujer regañando a Lidia.—¿Qué estás haciendo? —exclamó, indignada, mientras se le acercaba dando pasos seguros. Una corriente de enojo la invadió al ver cómo una adulta se atrevía a intimidar a una niña.De inmediato, colocó a Lidia detrás de ella para protegerla.Luna no conocía muy bien a Yolanda, pero esta la reconoció al instante, ya que había escuchado algunos rumores sobre la relación de pareja de los Cabello. Decían que su amor era inquebrantable, y, por curiosidad, había investigado algo más sobre ellos.—Ella empujó a mi pequeña. ¿Es mucho pedirle que se disculpe? —dijo Yolanda con tono grave, mientras acariciaba con dulzura el cabello de Yulia para calmarla.Luna la miró con cierta desconfianza, claramente incrédula.—Eso es imposible. Lidia siempre se comporta muy bien. No haría algo así sin una razón evidente.Su mirada reflejaba total desconfianza.El baño no tenía cámaras de seguridad, lo que complicaba aún más esclarecer l
Cuando Martina notó que todas las miradas se fijaban en ella, mordió su labio inferior, algo preocupada.No sabía si debía hablar o mejor quedarse callada.Marina y los demás esperaban pacientemente, sin interrumpir, esperando que continuara.Finalmente, después de lanzar una mirada rápida a Luna y recordar a Matías, Martina decidió hablar:—En realidad, yo lo vi. La hija de la señora Leticia iba caminando tranquila, y la hija de la señora Marina, que iba saltando, la empujó. Fue ella quien se cayó sola.Al escuchar esto, la expresión de Marina se ensombreció. Una corriente de ira contenida la invadió. Su mirada, tensa y llena de reproche, se fijó en Martina.Martina, al sentir la intensidad de esa mirada, se sorprendió y respondió con seguridad:—Estoy diciendo la verdad. ¿Qué pasa? ¿No puedo ser honesta?—¿Estás segura de lo que viste? —preguntó Marina, con un tono de voz molesta y seria.—Claro que sí. Solo estoy diciendo lo que vi, aunque no me crean —respondió Martina, soltando un