Por la mañana, la criada entró con un paquete muy importante.—Señor, ha llegado un paquete para usted — así lo anunció.Camilo vio que el remitente era Marina. Al abrirlo, encontró una muñeca y pidió que la colocaran de inmediato en la habitación de Daniela.Justo en este momento, Yadira bajó las escaleras y vio la muñeca que la criada sostenía con delicadeza. Sonriendo, preguntó:—¿Quién envió este regalo para Daniela? La muñeca es preciosa.—Es un obsequio de Marina —respondió al instante Camilo.Tomando el abrigo que le ofreció el mayordomo, Camilo se lo colgó en el brazo.—Voy a trabajar —dijo.Yadira, al escuchar el nombre de Marina, reprimió por completo su enfado, sonrió y le dio un beso en la mejilla a Camilo.—Yo también tengo un evento más tarde.Despidió a Camilo mientras él se subía apresurado al auto. Tras verlo partir, se dirigió a la sala y luego al cuarto de su hija. Allí, tomó la muñeca, la empapó bajo el grifo del baño y, con una expresión aterradora, la arrojó al s
—Ambos están mejor de lo acostumbrado —dijo Marina, evitando así la trampa de Luis y sonriendo—. Aunque, si comían en exceso, acababan aburriéndose.Luis soltó una risa sarcástica.—Deberías admitir que la comida que venden en la sede TechNova es mejor que la del Grupo Jurado.Marina, siguiendo el juego, afirmó.—Tienes toda razón, la de TechNova es superior.—Así me gusta —respondió Luis, satisfecho al escuchar esa maravillosa respuesta.La conversación fluía con mucha naturalidad, reflejando así su buena relación. Camilo, en cambio, los escuchaba con una expresión indiferente.Al llegar al restaurante, los jefes se sentaron juntos, mientras Marina se dirigía a la mesa de Quiles con su bandeja.—Marina, ven a comer con nosotros —dijo atento Luis.Marina se unió sin hacer objeción alguna. Luis miró su plato.—¿Vas a comer todo eso? Las mujeres siempre están a dieta, ¿no es así?Marina lo miró con desprecio.—Hoy me apetece justo esto.Luego empujó su plato hacia Camilo.—Señor Camilo,
Marina abrió la puerta del auto y se acomodó en el asiento del copiloto. Pedro arrancó el vehículo a gran velocidad y comentó:—La señorita Leticia y el señor Diego hacen una pareja muy bien armonizada.Marina, con los ojos ligeramente enrojecidos, observaba la mansión que se alejaba en el retrovisor y respondió en voz baja:—Sí, son una pareja muy adecuada.La compatibilidad era clave en estos casos para que una relación funcionara a largo plazo.Una vez entregado el cuadro, Marina llamó a Luis. Su voz sonaba algo áspera y cansada.—Perdona la molestia, el cuadro ya ha llegado —informó Marina.Luis, apartando tan pronto como podía a Pilar que estaba a su lado, respondió :—Sí, mañana tengo compromisos importantes no iré para nada a la oficina.—Entendido —dijo Marina antes de colgar.Trabajar como secretaria de Luis no era especialmente agotador.Esa noche, Yolanda arrastró a Marina a un karaoke cercano. Ambas, vestidas con camisetas cortas que dejaban al descubierto por completo el
Él respondió discretamente: —Muy bien.Marina envió un emoticón sonriente: Parece que mi memoria se está volviendo poco a poco. Gracias.Esa mañana, preparó atole de maíz, suave para el estómago. Desgranó los granos, los puso a hervir y, mientras cocinaba, se maquilló y cambió de ropa rápidamente. Cuando estuvo casi listo para la ocasión, guardó una porción en un recipiente térmico y dejó un poco en la olla para Yolanda.Antes de salir, llamó a Quiles.Quiles, al contestar, pensó que algo había pasado, pero solo le pidió que llevara el desayuno a Camilo.—Quiles, pregúntale al señor Camilo si sabe igual o mejor a los que solía hacer. Estoy intentando recuperar la memoria por completo.En el Jardín Esmeralda, Marina siempre le preparaba el desayuno, y el atole era uno de sus platos habituales.—Entendido —respondió Quiles, mirando a Camilo en el asiento trasero.—Gracias —dijo Marina, y colgó.Quiles transmitió el mensaje tan pronto como podía a Camilo, que guardó silencio en lo absol
Hoy, Marina preparó omelets y los colocó en un termo. Los entregó en la entrada del edificio del Grupo Jurado tan pronto como pudo y luego llamó a Quiles.—Marina, el presidente ha indicado que debes llevarlo directamente a su oficina.Marina, algo sorprendida, respondió:—Está bien, muchas gracias.Estacionó el auto de inmediato, bajó con el termo y se sorprendió al saber que debía entregarlo en la oficina. Subió en el ascensor y, al abrirse las puertas, saludó a los asistentes y secretarios allí presentes con los que había trabajado antes.—¿Marina? Qué sorpresa. El presidente te ha pedido que esperes en su oficina por un momento —dijo Cristina, la asistente, abriéndole la puerta.—Gracias —respondió Marina con una enorme sonrisa.Entró en la oficina y notó que no había muchos cambios. Cristina le trajo una taza de café y luego se retiró tan pronto como pudo.Marina no esperó mucho. La puerta se abrió y un hombre alto, de mirada muy fría, entró, seguido por Quiles. Camilo colgó por
Luis revisó los documentos rápidamente, los firmó mientras los sostenía sobre sus piernas, que ahora estaban algo ajustados por los músculos algo desarrollados recientemente.Con desprecio, dijo:—Compra un par de pantalones de traje para mí cuando salgas.Marina sabía que su trabajo también incluía encargarse de la ropa de Luis. Recordó cómo antes lo había tratado, cuando trabajaba con Camilo, se ocupaba de toda su vestimenta por completo. Aún resonaba en su mente la incómoda conversación que habían tenido en esa mañana.—Te tomaré las medidas ahora mismo —respondió Marina.Le devolvió el cigarro a Luis tan pronto como pudo, tomó los documentos firmados y salió de la oficina para contactar al departamento correspondiente. Al regresar con una cinta métrica, Luis se mostró algo cooperativo. Estiró un poco los brazos para que asi pudiera tomar las medidas exactas y, como también necesitaba ropa nueva, Marina midió su pecho, cintura y el largo de sus brazos. Luego, se inclinó por un mo
Al escuchar a Luis llamándola, Marina pagó con su tarjeta y se acercó.—Marina, mi prima quiere comprar ropa para Diego. ¿Podrías ayudarla a elegir? —dijo Luis, dándose cuenta de su gran error enseguida—. Espera, tal vez Marina no pueda ayudarte mucho, ya que no se conocen del todo muy bien.Leticia, sonriendo, le respondió:—Luis, no te preocupes. La señorita Marina conoce a Diego. Gracias, Marina. No estoy segura de qué talla elegir.Marina afirmo y, en lugar de elegir el color o el tipo de ropa, solo sugirió una talla adecuada.—Puedes considerar esta talla, señorita Leticia.—Gracias.—De nada. Me voy ahora mismo.Luis se quedó para seguir acompañando a su prima, mientras Marina regresaba a casa en su auto. La ropa comprada sería enviada a la casa de Luis.Mientras conducía, Marina pensaba del todo en Diego. Había tomado sus medidas con exactitud y, tras el contacto cercano, conocía bien algunas de sus dimensiones.Con los labios apretados, encendió la música electrónica. Mientras
No había rastro alguno del hombre; seguramente ya se había ido. Marina devolvió el casco y la moto al joven, sonriendo.—Gracias.—¿Podemos hacernos muy buenos amigos? —preguntó el joven, algo tímido.Marina sonrió, y se subió al auto y, tras un gesto de despedida, se dirigió a casa.Diego entregó el casco a Daniel, encendió un cigarro y se acomodó en el asiento del auto con actitud algo relajada. Daniel, frustrado por completo al ver el brazo aún recuperándose de su jefe, aun se preguntaba por qué se había subido a una moto.Se encontraron con el auto de Marina en el camino y la siguieron hasta el Monte Altivo, sin percibir si quiera que ella también se subiría a una moto.Desde el auto, Diego observó detenidamente a Marina montar su moto, sujetando el cigarro entre sus dedos.—Jefe, la señorita Leticia lo busca —anunció Daniel, recordando la llamada reciente.Leticia había comprado ropa y estaba ansiosa por entregársela a Diego....Marina llegó a casa. Yolanda aún no había regresado