Julio lanzó una mirada rápida a Diego, que seguía con los ojos cerrados, antes de centrarse en la carretera por completo.El aire acondicionado estaba demasiado frío para Marina. Con tan poca ropa, su piel empezó a erizarse de repente.Se frotó un poco los brazos y, al notar que su top se deslizaba con gran fuerza, lo ajustó discretamente.A veces, tener un buen cuerpo era más que una simple molestia.—Está muy frío aquí —murmuró con un tono de voz grave y muy ronca, como recién despertada.Julio, alzando una ceja, bajó la intensidad del aire a pesar de que tanto él como Diego sentían demasiado calor.Miró a Diego a través del retrovisor, pero no pudo leer en ese momento su expresión.Marina giró por completo la cabeza hacia el hombre que se encontraba a su lado, encontrándose con una mirada penetrante que recorría toda su cuerpo de arriba abajo sin disimulo. Involuntariamente, Marina cruzó las piernas por un instante.Diego echó un último vistazo a su atuendo provocador y de nuevo vol
Marina esperó por unos segundos antes de que Camilo respondiera: —¿A dónde cenamos?Él la observó con una expresión muy comprensiva. Marina no le dio importancia alguna y, al oír la respuesta, lanzó una leve sonrisa. Sus labios rojos resaltaban aún más con esa traviesa expresión, mientras un delicado rubor aparecía en sus mejillas.Camilo desvió la mirada por unos segundos, aunque solo él supo que había sentido un breve impacto. Durante el accidente de Marina, parecía estar afectado por completo, pero lo atribuyó a la costumbre tras cuatro años de relación.Camilo caminaba con pasos muy largos, y Marina, con sus altos tacones, se esforzaba por seguirle el ritmo, respirando con mucha dificultad. Al notarlo, que él reducía el paso por completo.—Hoy reservé en La Terraza del Sol —dijo ella acercándose poco a poco—. Como sé que tienes serios problemas estomacales, pensé que sería lo mejor.Luego murmuró: —Curioso... no sé por qué recuerdo que tienes serios problemas de estómago.Camil
Camilo se quedó por unos segundos desconcertado y dijo: —No era necesario deshacerte para nada de él.Marina sonrió: —Tienes toda la razón.Se volvió a poner el abrigo, mientras Camilo mostraba una ligera alteración en su mirada.Al salir de La Terraza del Sol, Marina comentó: —Pueden irse, tengo algo que hacer más tarde. Mañana recogeré el auto que dejé en tu empresa.Quiles respondió: —Cuídate. Llámame si necesitas algo.Marina afirmó.Camilo subió al auto y, al observar a Marina, que se veía completamente radiante y llena de vida.—Llévame a Jardín Cielorén —dijo, recuperando la atención por completo.Una vez que Camilo se fue, Marina se tomó una selfie con el abrigo de Camilo y la publicó al instante en las redes sociales con el mensaje: Hoy estoy con un poco de frío, me vestí demasiado ligera para la ocasión.Pensó para sí misma: Yadira, disfruta del regalo que te envié.En Jardín Cielorén, Yadira estaba en la cuarentena..Recogió a su hija de la niñera que lo cuidaba e intentó de
Marina sabía muy bien que se encontraba en una situación peligrosa, al borde de un abismo del que podría ser difícil salir ilesa. Camilo había estado completamente obsesionado con Yadira durante años, y ahora que tenían una hija, sería complicado que realmente la traicionara. Sin embargo, a Marina no le preocupaba eso en lo absoluto. Su único objetivo era convertirse en una espina constante en el corazón de Yadira, generando así malentendidos entre ellos.Fuera del auto, la ciudad brillaba con miles de luces, mientras que adentro, la atmósfera era fría y desolada por completo. Marina se dirigió apresurada al club nocturno, donde hombres y mujeres se entregaban a la danza y al desenfreno total. Cansada de bailar, se sirvió una copa y sacó su celular. A esa misma hora, Camilo y Yadira debían estar dormidos. Entre abrió los ojos por un instante y abrió el chat con Camilo, enviando así varios mensajes:Yolanda, ¿qué hago? Parece ser que no puedo recuperarlo. Comment by Editor: These
Diego guardó su celular en el bolsillo mientras permanecía en el hospital.Marina, tras dos días lidiando con la fuerte diarrea, finalmente fue al estacionamiento del Grupo Jurado a recoger su deportivo. Aprovecharía esta ocasión para devolverle a Camilo el saco de traje que le había dejado.Al llegar, Marina llamó a Quiles:—Quiles, el señor Camilo dejó un saco en mi poder. ¿Podría subir a entregárselo?Quiles le pidió que esperara por un momento, colgó la llamada y se dirigió apresurado a la oficina.—Señor, Marina vino a devolverle una prenda —informó de inmediato Quiles.Camilo dudó por un momento y respondió:—Ve tú a recogerlo personalmente.Marina esperaba en la sala de espera del primer piso y pronto vio a Quiles salir del ascensor.—Marina, el señor está muy ocupado ahora —le dijo Quiles.Marina levantó una ceja y, con un tono juguetón, comentó:—¿Acaso teme que le haga algo?Quiles tosió ligeramente. Marina, que solía ser tan reservada, rara vez hacía bromas.Marina entregó
Después de colgar con Camilo, Yadira, con el bebé en brazos, se dirigió directo al club ecuestre.Al verla con la niña, a Marina se le dibujó una sonrisa hermosa.Parecía que Yadira se había puesto algo nerviosa.—Camilo, ¿es tu hija? —preguntó Marina en un tono suave, observando al bebé—. Es adorable.Intentó tocarla, pero Yadira al instante se apartó ligeramente.—Está dormida. Marina, cuánto tiempo ha pasado —respondió Yadira con un ligero suspiro—. Qué pena lo de César.Marina, extrañada por lo sucedido, preguntó:—¿Qué fue lo que pasó con César?Camilo intervino de inmediato:—Yadira, pásame a la niña.Era una señal clara para que Yadira cambiara de tema de inmediato.Ella afirmó y entregó al bebé con una enorme sonrisa.Notó la falta de pesar en Marina al mencionar a César. La escena familiar que proyectaban los tres, como una familia feliz, era casi conmovedora para ellos.Por dentro, Marina se rio con desprecio, aunque su expresión mostraba una tristeza bien infinita.Camilo c
—Gracias por el esfuerzo, Marina —dijo Yolanda al salir de la cocina y acomodarse de forma perezosa en el sofá para ver la televisión.Una vez sola, Marina lanzó una sonrisa resignada. Su actuación era tan convincente que todos creían que aún sentía algo por Camilo.La cena, como siempre, estuvo deliciosa como antes y ambas quedaron totalmente satisfechas.—Pasado mañana hay una subasta, ¿me acompañas? —preguntó Yolanda.—Claro, ¿qué te interesa?—El Diamante Corazón Azul....Dos días después, llegaron a la subasta. Marina optó por un atuendo algo sobrio y elegante, perfecto para la ocasión.Un auto plateado se detuvo frente a ellas. El conductor abrió la puerta y Diego bajó con elegancia como pudo, vestido con una camisa negra ligeramente desabotonada, proyectando una actitud relajada.Del otro lado, una mujer con un vestido un poco ceñido se le acercó y lo tomó con delicadeza del brazo.Yolanda, sorprendida, estuvo a punto de saludar, pero al ver la cercanía entre ellos dos, decidi
Diego miró a Yolanda y, en un tono de voz baja, dijo:—Si lo quieres, mejor pregúntale a Leticia.Luego de una rápida mirada hacia Marina, se dirigió directo hacia la salida.Frustrada, Yolanda se le acercó a Leticia y le propuso algo muy importante:—Señorita Leticia, le ofrezco el doble del precio por el Diamante Corazón Azul. ¿Podría vendérmelo?Leticia, al notar la generosidad de Yolanda y su familiaridad con Diego aceptó con agrado la oferta, comprendió que no era una persona común.Dudó por un momento y miró a Diego.—Diego, ¿quién es ella?—Es mi prima —respondió Diego.Entendiendo de inmediato la situación, Leticia sonrió con interés.—Este diamante es un regalo de cumpleaños de Diego para mí. Sin embargo, tengo un diamante rosa en mi colección que podría ofrecerte. ¿Te parece bien?Yolanda no insistió más acerca del tema. Si era un regalo de cumpleaños, no quería ser tan insistente.—No necesito el diamante rosa, gracias.Leticia, con un ligero toque de timidez, añadió:—Esta