Diego guardó su celular en el bolsillo mientras permanecía en el hospital.Marina, tras dos días lidiando con la fuerte diarrea, finalmente fue al estacionamiento del Grupo Jurado a recoger su deportivo. Aprovecharía esta ocasión para devolverle a Camilo el saco de traje que le había dejado.Al llegar, Marina llamó a Quiles:—Quiles, el señor Camilo dejó un saco en mi poder. ¿Podría subir a entregárselo?Quiles le pidió que esperara por un momento, colgó la llamada y se dirigió apresurado a la oficina.—Señor, Marina vino a devolverle una prenda —informó de inmediato Quiles.Camilo dudó por un momento y respondió:—Ve tú a recogerlo personalmente.Marina esperaba en la sala de espera del primer piso y pronto vio a Quiles salir del ascensor.—Marina, el señor está muy ocupado ahora —le dijo Quiles.Marina levantó una ceja y, con un tono juguetón, comentó:—¿Acaso teme que le haga algo?Quiles tosió ligeramente. Marina, que solía ser tan reservada, rara vez hacía bromas.Marina entregó
Después de colgar con Camilo, Yadira, con el bebé en brazos, se dirigió directo al club ecuestre.Al verla con la niña, a Marina se le dibujó una sonrisa hermosa.Parecía que Yadira se había puesto algo nerviosa.—Camilo, ¿es tu hija? —preguntó Marina en un tono suave, observando al bebé—. Es adorable.Intentó tocarla, pero Yadira al instante se apartó ligeramente.—Está dormida. Marina, cuánto tiempo ha pasado —respondió Yadira con un ligero suspiro—. Qué pena lo de César.Marina, extrañada por lo sucedido, preguntó:—¿Qué fue lo que pasó con César?Camilo intervino de inmediato:—Yadira, pásame a la niña.Era una señal clara para que Yadira cambiara de tema de inmediato.Ella afirmó y entregó al bebé con una enorme sonrisa.Notó la falta de pesar en Marina al mencionar a César. La escena familiar que proyectaban los tres, como una familia feliz, era casi conmovedora para ellos.Por dentro, Marina se rio con desprecio, aunque su expresión mostraba una tristeza bien infinita.Camilo c
—Gracias por el esfuerzo, Marina —dijo Yolanda al salir de la cocina y acomodarse de forma perezosa en el sofá para ver la televisión.Una vez sola, Marina lanzó una sonrisa resignada. Su actuación era tan convincente que todos creían que aún sentía algo por Camilo.La cena, como siempre, estuvo deliciosa como antes y ambas quedaron totalmente satisfechas.—Pasado mañana hay una subasta, ¿me acompañas? —preguntó Yolanda.—Claro, ¿qué te interesa?—El Diamante Corazón Azul....Dos días después, llegaron a la subasta. Marina optó por un atuendo algo sobrio y elegante, perfecto para la ocasión.Un auto plateado se detuvo frente a ellas. El conductor abrió la puerta y Diego bajó con elegancia como pudo, vestido con una camisa negra ligeramente desabotonada, proyectando una actitud relajada.Del otro lado, una mujer con un vestido un poco ceñido se le acercó y lo tomó con delicadeza del brazo.Yolanda, sorprendida, estuvo a punto de saludar, pero al ver la cercanía entre ellos dos, decidi
Diego miró a Yolanda y, en un tono de voz baja, dijo:—Si lo quieres, mejor pregúntale a Leticia.Luego de una rápida mirada hacia Marina, se dirigió directo hacia la salida.Frustrada, Yolanda se le acercó a Leticia y le propuso algo muy importante:—Señorita Leticia, le ofrezco el doble del precio por el Diamante Corazón Azul. ¿Podría vendérmelo?Leticia, al notar la generosidad de Yolanda y su familiaridad con Diego aceptó con agrado la oferta, comprendió que no era una persona común.Dudó por un momento y miró a Diego.—Diego, ¿quién es ella?—Es mi prima —respondió Diego.Entendiendo de inmediato la situación, Leticia sonrió con interés.—Este diamante es un regalo de cumpleaños de Diego para mí. Sin embargo, tengo un diamante rosa en mi colección que podría ofrecerte. ¿Te parece bien?Yolanda no insistió más acerca del tema. Si era un regalo de cumpleaños, no quería ser tan insistente.—No necesito el diamante rosa, gracias.Leticia, con un ligero toque de timidez, añadió:—Esta
Marina estaba medio cuerpo afuera de la barandilla, en una posición muy peligrosa. Un sedán plateado se detuvo tan cerca del lugar y luego retrocedió unos metros adelante.Diego observó fijamente a Marina desde el auto. Apagó el cigarro, abrió asombrado la puerta y se le acercó.—¿Piensas saltar? —preguntó.Marina se giró de repente sorprendida al oír su voz y vio a Diego. Tras un breve silencio, respondió:—Señor Diego.Diego la miró con su habitual frialdad y dijo:—Señorita Marina.—A esta hora de la noche, colgada de una barandilla, es peligroso siquiera pensarlo —comentó Diego con un tono relajado.Marina, sorprendida, sonrió divertida y respondió:—¿De verdad pensaste que iba a saltar? Para nada.Se apoyó en la barandilla y se rio de manera despreocupada.Diego contestó.—Entonces, fue un malentendido. Lo siento mucho.La ventana del auto se bajó y Leticia llamó desde adentro:—Diego, se está haciendo tarde.Ella observó a Marina con curiosidad.Marina se volteó hacia Leticia,
—Marina, ¿crees que el señor Camilo se sorprendería si te viera hoy? —preguntó Luis con asombro.Marina dejó el café y respondió: —No lo sé.Luis Santamaría, presidente de TechNova y el hijo mayor de la familia Santamaría, observaba a Marina con detenimiento. Ella llevaba un vestido rojo ajustado y una blusa blanca con dos botones desabrochados, muy distinta a la imagen tan reservada y elegante que él conocía. Ahora parecía más una secretaria que solo tenía apariencia.A pesar de su amnesia, Marina había demostrado una gran capacidad de aprendizaje a lo largo del tiempo. En tan solo una semana en TechNova, su desempeño ya había impresionado por completo a Luis.De repente, Luis se acercó a Marina y le susurró al oído:—¿Qué perfume usas? Huele muy bien.Marina colgó la llamada al instante, giró ligeramente la cabeza sin moverse y sonrió:—Es el perfume suave de Mr. D.Luis con agrado le comentó:—Compra una botella para Pilar y otra para mi prima Leticia.Pilar era la amante en secr
Luis lanzó una mirada audaz a Camilo. Entre ellos siempre había habido una tensión evidente. Sin la colaboración en curso, no se molestaría en sentarse a hablar con él.Camilo le devolvió la mirada con indiferencia. Luis tiró de una silla y se acercó.—¿Te molestaría, señor Camilo, si intentara cortejarla?Luis no seguía la norma de evitar relaciones con personas cercanas. Para él, entre hombres y mujeres, todo se resolvía con mutuo consentimiento entre ambos.Camilo respondió con un tono voz grave:—No lo lograrás.Luis se rio con desprecio.—¿Cómo sabes que no lo conseguiré? Soy mucho más accesible que tú, ¿no es así?Los otros empresarios rieron sin intervenir en la animada conversación.Camilo sonrió fríamente.—Ella sabe que tienes varias amantes.Luis se quedó en silencio por completo....Marina regresó con los cigarrillos y le pasó uno a Luis, encendiéndolo para él mientras se inclinaba suavemente. Su vestido rojo muy ajustado destacaba por completo con sus curvas de manera
Luis y Camilo tenían estilos de trabajo muy distintos. Camilo se dedicaba por completo y de lleno a su labor, mientras que Luis sabía equilibrar el trabajo con un leve descanso.Marina estaba en el sofá, jugando con su celular y cortando una sandía, con la puerta del dormitorio abierta. Luis, que disfrutaba de su tiempo libre en lo absoluto, estaba en el dormitorio con Pilar, su amante en secreto. Marina, como su secretaria, esperaba paciente en el sofá para acompañarlo a la fiesta, mostrando una dedicación muy ejemplar.Cuando el ruido en la cama cesó por completo, Marina miró detenidamente su reloj. Aún tenía tiempo suficiente. Luis, con una expresión muy decidida, colocó un cigarro entre los labios y se inclinó para recoger su pantalón que se encontraba en el suelo. Pilar, abrazándolo con sus delicados brazos, le preguntó con un tono de voz suave:—¿Te quedas esta noche?Ella observaba su enorme pecho musculoso y extendió un poco la mano para poder acariciarlo. Luis ajustó com