Esperó una hora antes de despertar a Diego.Abrió los ojos, algo desorientado al principio, pero en cuanto vio a Marina sentada a su lado, una suave sonrisa se dibujó en su rostro.—Diego, te preparé sopa, come un poco.—Está bien.Diego asintió y se levantó para sentarse.Marina rápidamente lo ayudó a recostarse en el cabecero de la cama.Tomó la sopa y, con la cuchara, empezó a dársela.Diego miró hacia abajo, probó un poco y, en tono juguetón, dijo:—Marina, ¿desde cuándo te volviste tan cariñosa?Marina lo miró fijo y, de repente, le preguntó:—¿De verdad solo tienes un resfriado con fiebre?La manera en que Diego se veía no parecía solo un resfriado común.Aunque su voz sonaba ronca, su tono era tranquilizador:—Marina, de verdad estoy bien, no tienes que preocuparte. No te estoy mintiendo.Y, con una mirada seria, añadió:—Te juro que si te miento, se me va a encoger.Marina lo miró en silencio.Aún con la energía para hacer bromas, parecía que ya se sentía mejor.Marina continuó
Estos días, Verónica no se apartaba de la entrada del hospital. Siempre que tenía un ratito libre, se sentaba en una de las sillas afuera.Sus ojos seguían, con esperanza, los autos que pasaban.En su interior, aún mantenía la esperanza de ver a Diego nuevamente.La operación de Aitor había salido bien, pero ella seguía con trabajo y no podía tomarse mucho tiempo libre. En un par de días tendría que regresar a Valderon.Un auto negro se detuvo frente al hospital.El corazón de Verónica dio un vuelco y sus ojos se clavaron en el auto, llena de esperanza. Sin embargo, cuando la puerta se abrió y un hombre de mediana edad bajó, todo su entusiasmo se vino abajo al instante.Decepcionada, apartó la mirada.—No va a venir —se dijo a sí misma, con la voz llena de tristeza.Margarita salió a buscarla. Al verla tan distraída, se preocupó y se acercó rápidamente a sentarse junto a ella.—Verónica, estás rara estos días —dijo Margarita, preocupada.Como la situación de su abuelo estaba un poco má
Mateo se miraba en el espejo, observando las marcas que las uñas le dejaron en la cara.Aunque ya casi se habían desvanecido, esas cicatrices seguían dándole mucha rabia.El comportamiento de Nuria había destrozado su reputación, sobre todo porque todo pasó en una reunión familiar. Todos vieron cómo la abuela de su esposa lo atacó, y él terminó completamente humillado.Cada vez que pensaba en eso, la ira le subía al pecho.Aunque mandó a que la anciana se regresara a su pueblo, eso no calmó su enojo. No podía soportar esa humillación.¿Por qué diablos Nuria insistió en que Félix fue detenido por hacer algo por él? ¡Seguro que Marina estaba detrás de todo esto, moviendo los hilos!Mateo ya no aguantaba más a Marina.Las acciones del Grupo Yulia seguían subiendo, pero ellos, que ya habían vendido sus participaciones, se sentían incómodos. En la reunión, todos no paraban de burlarse de ellos. Ahora, todos se reían a sus espaldas.Sandra entró en la habitación en silencio, cerrando la puer
Verónica estaba nerviosa, esperando la respuesta de Daniel. Se armó de valor y continuó:—De verdad, solo quiero decir unas cuantas palabras.Daniel sonrió y le dijo:—Voy a llamar al jefe, pero no puedo prometerte que quiera verte.Al escuchar eso, Verónica se iluminó un poco.—Muchas gracias, señor Daniel, de verdad se lo agradezco.Ambos salieron del hospital, y afuera Daniel hizo la llamada a Diego.Esperó a que Diego contestara y le dijo:—Jefe, la señorita Verónica quiere verlo. Dice que tiene algo que le gustaría decirle.Verónica, por dentro, sentía un nudo en el estómago, entre nervios y esperanza.Se animó mentalmente: Solo quiero confesar, no soy una tercera persona. ¿Qué tiene de malo?En ese momento, Diego estaba en la oficina del Grupo Yulia, dándole un masaje a Marina. Contestó la llamada de Daniel en altavoz.Marina, recostada en el sofá, levantó una ceja.Diego, con voz indiferente, preguntó:—¿Qué quiere esta vez?—Le dije que se lo dijera directamente a usted —respon
Diego estaba sobre Marina, sus dedos entrelazados con los de ella, y en voz baja le dijo:—Lo sé, no te preocupes, voy a tener cuidado.Esa tarde, durante el descanso, Marina decidió levantarse una hora más tarde para empezar a atender los temas del trabajo.Cuando Diego salió de la oficina, además de llevar el termo con su comida, cargaba una bolsa con sábanas que pensaba llevarse a casa para lavarlas.Poco después, Daniel entró al salón con cara de arrepentido, decidido a disculparse con Diego por lo ocurrido con Verónica.Diego, con un tono calmado pero firme, le dijo:—Que no vuelva a pasar.Daniel asintió rápido.—Entendido, le aseguro que no ocurrirá de nuevo.Con el tema cerrado, comenzaron a hablar de la expansión de su trabajo de búsqueda de personas.—Vamos a seguir reclutando. La nueva agencia de búsqueda, mientras busca a Yulia, también podrá ayudar a otros que necesiten encontrar a personas desaparecidas.Diego quería que, con la expansión, no solo pudieran encontrar a su
Marina estaba en el asiento trasero del auto, fingiendo estar inconsciente. No tenía idea de a dónde la llevaban, pero escuchaba atentamente la conversación de los dos en el auto y no podía evitar reírse por dentro.—Esta noche fue fácil —dijo una voz masculina, con tono lascivo—. Escuché que esta mujer tiene mucha plata. Qué lástima que la tengan que matar.—Lo principal ahora es hacer el trabajo, después, cuando tengamos el dinero, puedes buscar todas las mujeres que quieras —respondió la voz femenina.—Sí, hermana, entiendo —dijo el hombre, claramente obedeciendo.El auto siguió manejando un buen rato hasta que finalmente se detuvo.—Ya llegamos —dijo la mujer—. Sácala.Marina escuchó el sonido de la puerta del auto abriéndose. El hombre la ayudó a bajar y la empujó hacia un agujero que habían cavado con anticipación. Por suerte, el agujero no era tan profundo. Si no, hubiera sido una caída fea.—Date prisa y pon la tierra —apremió la mujer.Marina se dio cuenta de que la iban a ent
Diego, con una sonrisa macabra, habló con tono aún más sombrío:—¿Alguien quería hacerte daño? ¿Acaso ya lo sabías y decidiste ser el cebo?Marina sonrió de forma tonta, mirando al techo. La luz le molestaba y decidió mirar al suelo. Diego, al ver cómo evitaba mirarlo y su actitud nerviosa, ya entendía todo perfectamente.—Muy bien.Marina explicó en voz baja:—Esto es para que se relajaran y atraparla de una vez.Diego respiró profundo y sonrió, aunque su tono seguía siendo serio.—¿Sabes lo peligroso que es esto? Si no hubieras tenido suerte, estarías muerta. Y además, ¿por qué no me lo dijiste desde el principio?Diego apretó la oreja de Marina con fuerza, sin soltarla.Marina, fingiendo dolor, tapó su oreja y gritó.Diego sabía que lo hacía a propósito, pero igual le soltó la oreja.Marina, con una mano, le tocó la ropa y dijo:—Perdón, no te lo dije antes porque sabía que no ibas a estar de acuerdo en que me usara de cebo. Diego, por favor, no te enojes.Marina, con tono juguetón,
Por la mañana, Diego ya había calmado un poco su ira.Cuando Marina se preparaba para ir al trabajo, sonrió y se acercó a Diego, pidiéndole un beso. Diego se agachó y le dio el beso con gusto.—Te llevo el almuerzo a mediodía —le dijo.Marina asintió y, sonriendo, se subió al auto.A las 9:30 de la mañana, Marina estaba en la sala de reuniones de la empresa, lista para empezar una junta importante.Antes de comenzar, marcó a Mateo.—Buenos días, señor Mateo —dijo Marina con voz tranquila, pero con un toque de sarcasmo—. Solo quería agradecerte por estar tan pendiente de mí todo este tiempo.Mateo, que estaba esperando noticias de los sicarios, se puso tenso al recibir la llamada de Marina.—Señora Marina, qué atenta —dijo con una sonrisa sombría.—Aproveché la última oportunidad para darles un reporte de mi bienestar —respondió Marina con un suspiro y una sonrisa burlona—. Está claro que su salud es excelente, si no, no estaría organizando tantos problemas. Como joven, de verdad me ale