Por la mañana, Diego ya había calmado un poco su ira.Cuando Marina se preparaba para ir al trabajo, sonrió y se acercó a Diego, pidiéndole un beso. Diego se agachó y le dio el beso con gusto.—Te llevo el almuerzo a mediodía —le dijo.Marina asintió y, sonriendo, se subió al auto.A las 9:30 de la mañana, Marina estaba en la sala de reuniones de la empresa, lista para empezar una junta importante.Antes de comenzar, marcó a Mateo.—Buenos días, señor Mateo —dijo Marina con voz tranquila, pero con un toque de sarcasmo—. Solo quería agradecerte por estar tan pendiente de mí todo este tiempo.Mateo, que estaba esperando noticias de los sicarios, se puso tenso al recibir la llamada de Marina.—Señora Marina, qué atenta —dijo con una sonrisa sombría.—Aproveché la última oportunidad para darles un reporte de mi bienestar —respondió Marina con un suspiro y una sonrisa burlona—. Está claro que su salud es excelente, si no, no estaría organizando tantos problemas. Como joven, de verdad me ale
—¿Estás segura? —preguntó Enrique, con incertidumbre.¿De verdad Guillermo perdió tanto dinero?Sandra asintió, con rostro serio.—Su esposa me dijo que esta vez Guillermo apostó todo.Enrique ya no pudo quedarse tranquilo. Se levantó y empezó a caminar de un lado a otro, con el rostro tenso.—¡Eso no puede ser! ¡¿Qué carajo está haciendo ese idiota?! ¡Voy a hablar con él!Enrique salió a toda prisa del estudio.Mateo se quedó en silencio, pensativo. De repente, una idea cruzó rápidamente por su cabeza. Con cara seria, tomó su celular y marcó un número.—Ve a investigar cuánto ha perdido Guillermo en el casino últimamente. Necesito saberlo cuanto antes. La sospecha de Enrique podría ser cierta.Este plan, que originalmente debería haber sido perfecto, había sido frustrado por Marina. Tal vez ella ya sabía lo que iban a hacer... ¡y lo evitó!Sandra, al ver que Mateo estaba pensativo, decidió salir discretamente.Poco después, el empleado de Mateo le devolvió la llamada.—Señor, investig
Pero no podía ser tan directo. Lo único que le quedaba era minimizar las pérdidas.—Eso, te lo buscaste, ahora quieres que te ayudemos a solucionarlo. Puedes ir a ver a Pablo y a los demás cuando quieras, pedirles algo de dinero a cada uno —le sugirió Mateo.A Guillermo le pareció una buena idea. Si cada uno aportaba un poco, el dinero se reuniría rápido.Mateo se quedó pensativo por un momento, y con un dejo de duda, preguntó:—¿Te tendieron una trampa? ¿Verdad?Porque si no, ¿cómo diablos se había metido en semejante lío, al borde de perderlo todo?Guillermo se quedó en silencio..—No creo... ¿O sí?¿En realidad, había alguien detrás de todo esto, traicionándolo?Mateo posó su vista en él, se levantó y, con una mirada decidida, dijo:—Yo me voy, pero voy a investigar esto por ti.Guillermo, agradecido, se despidió.—Te lo agradezco mucho, primo.En cuanto Mateo se fue, Enrique, que había estado en silencio todo el tiempo, también se levantó y salió, claramente de mal humor....Mateo
Al día siguiente, Mateo envió a alguien al Grupo Yulia con la misión de lanzarle algo a Marina. Lo que le iban a tirar no era ácido, como todos pensaban, sino simplemente agua.Lo que Mateo realmente quería era ver si Guillermo ya le había pasado la información a Marina. Si eso era cierto, lo más probable era que ella mandara a vigilar a cualquiera que se acercara. Por eso mejor, optó por tirar agua, para ver cómo reaccionaba.Cuando Mateo recibió la llamada de su gente, y se enteró de que la persona que debía lanzarle el líquido a Marina había sido atrapada antes de tiempo, soltó una risa amarga.—Ah, así que Guillermo se atrevió a traicionarme...Pensó por unos segundos y decidió darle la vuelta a la situación. Si Marina quería jugar sucio, él se iba a asegurar de que pagara las consecuencias....Guillermo recibió temprano en la mañana el mensaje de que Marina le había transferido dinero. Estaba contento, pero esa alegría no le duró mucho, ya que enseguida recibió la inesperada llam
Varios policías entraron con paso firme en la sala. El que parecía ser el jefe, un oficial de mediana edad y algo guapo, sacó su placa y dijo:—Señor, necesitamos su colaboración en una investigación. Por favor, acompáñenos.Mateo puso una expresión de tristeza.—¿Es por lo del accidente de mi primo Guillermo? ¿Verdad? ¿Qué fue lo que causó el accidente?El policía, sin mostrar emoción alguna, contestó con firmeza:—No es por el accidente, es por otro asunto relacionado con un crimen. Necesitamos que nos acompañe a la comisaría para dar su testimonio.La cara de tristeza de Mateo se congeló al instante, y una leve preocupación cruzó su mente, pero se mantuvo sereno.—Está bien, colaboraré con la investigación.Se levantó, se acomodó un poco la ropa y siguió cabizbajo a los policías. Antes de salir, hizo un gesto con la mirada a Sandra, indicándole que llamara al abogado. Sandra entendió con un pequeño movimiento de cabeza.Cuando Mateo ya estaba siendo llevado por los policías, Sandra
—¿Marina, me escuchas? —dijo Yolanda, levantando un poco la voz por el fuerte ruido de las olas.Cuando Marina reconoció la voz de Yolanda, se enderezó rápidamente de los brazos de Diego.—¿Dónde estás?Yolanda estaba parada sobre la arena, dibujando distraída círculos con la punta de los pies. Llevaba una falda suelta y una blusa cómoda.—Estoy en un pueblito pesquero en la costa oeste, Marina. Estoy bien aquí, no se preocupen por mí.Marina se puso seria, estaba sorprendida de lo lejos que había ido.—¿Qué pasó con Victor? ¿Por qué te fuiste tan lejos?Yolanda bajó cautelosa la mirada con una sonrisa amarga.—Su mamá vino hacia mí enloquecida con un cuchillo, intentó suicidarse. Se cortó las muñecas. Aproveché que Victor la llevó al hospital para escapar.Marina se quedó al instante sin palabras, y no pudo evitar soltar un exabrupto.—¡Está completamente loca!Yolanda recordó nerviosa la imagen de Josefa cortándose las muñecas y aún sentía un escalofrío al pensarlo. Suspiró y, en voz
Esto solo hizo que Luna sintiera que Marina era realmente demasiado cruel.Luna estaba pensativa cuando de repente sonó su celular. Al ver la pantalla, vio que era una llamada de Matías.Contestó al instante.—Luna, ¿dónde estás? Ya llegué al hospital —Matías sabía que Luna tenía una cita en la tarde y se había venido desde la oficina precisamente a acompañarlaAl escuchar su voz, Luna se sintió un poco más tranquila.—Estoy en la consulta F112, en nefrología.En ese preciso momento, Luna pensó que, dado que Marina ya tenía el control del Grupo Yulia, lo mejor sería dejar que Matías siguiera a cargo del Grupo Cabello. Después de todo, Matías siempre había manejado el Grupo Cabello de forma impecable....Mientras tanto, dos hombres llegaban a Aldea Robledo.Se bajaron del auto, se secaron cansados el sudor de la frente y miraron de reojo el pequeño y apartado pueblo.Cuando el auto se alejó, uno de ellos habló.—Vamos a buscar primero al alcalde.Ya habían recorrido varios pueblos, per
La esposa del alcalde les llevó dos tazas de agua a los visitantes.—Gracias —Rufino y su compañero tomaron con gusto las tazas y agradecieron con amabilidad.—¿De dónde vienen ustedes? —preguntó con cierta curiosidad el alcalde.—Somos de Luzara, hemos trabajado un poco y ahorrado algo de dinero. Ahora estamos pensando en alquilar tierras para cultivarlas —respondió con gracia Rufino con una sonrisa.—¿Y qué piensan sembrar? —preguntó el alcalde, bastante interesado.—Queremos cultivar frutas, y también estamos pensando en algo de ganadería. Ya tenemos compradores, así que no nos preocupa eso —respondió Rufino, tranquilo.El alcalde se quedó pensativo.—Las tierras de nuestro pueblo son buenas para los cultivos, pero el acceso no es fácil. Las carreteras son complicadas.Rufino sonrió con seguridad.—No nos preocupamos por el transporte. Tenemos nuestras propias formas.Dado que ya habían dicho que no había problema alguno con el transporte, el alcalde no insistió más.—¿Cuántas tierr